U N O

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Capítulo 1:

-¿Step? ¿Regresaste? -grita mi madre desde la cocina cuando cierro la puerta de entrada y yo ruedo los ojos.

Por muy raro que parezca regresé temprano de clases, estaba tan aburrida en historia que decidí retirarme a mitad de clases porque me estaba durmiendo y porque mis pulmones ya deseaban tener el humo del cigarrillo dentro de ellos.

-Mamá, sabes cuánto odio que me llames Step -digo con disgusto.

Entro a la cocina y dejo caer mi mochila en la mesa del comedor. Noto como mi madre me mira de reojo mientras que rebana el pan.

-¿Sucede algo, mamá?

-Estabas fumando de nuevo, ¿cierto? -pregunta.

-Por supuesto que no -miento.

-Sabes que si fumaste.

Ruedo los ojos y me recuesto en la encimera.

-¿Entonces por qué me preguntas?

-Porque tengo la esperanza de que algún día dejarás de mentirme con respecto a ese tema.

Meneo la cabeza de un lado a otro y me encamino hacia las escaleras. Giro y ella aún sigue mirándome, esperando alguna respuesta de mi parte. Ella sabe que para mí se ha vuelto difícil dejar el cigarrillo, que las terapias y su intento de ayudarme siempre han fracasado. Hace tiempo intenté dejarlo, duré una semana completa sin fumar pero llegué al límite en el séptimo día. Estaba desesperada, mi cuerpo pedía a gritos la nicotina, salí a la tienda y me compré una caja que fumé en menos de tres horas. Mi madre se decepcionó un poco de mi aquella vez, eso lo sé.

-Pides demasiado, mamá -suelto y subo al dormitorio.

No siempre había sido así. Yo era feliz y no tenía vicios pero tres años atrás mi vida dio un cambio muy drástico cuando mi padre murió de cáncer y a los nueve meses mi madre ya estaba comprometida con otro.

Cuando mi padre murió y mi madre se casó mi actitud comenzó a cambiar, comencé a ser distante y me volví una chica cerrada, mis vicios comenzaron y las hojillas se convirtieron en mis mejores amigas. Mi madre me envió por mucho tiempo a terapia pero luego de un par de meses comencé a faltar, me desviaba del camino y me iba a fumar y a despejar mi mente por horas hasta que mi mamá me descubrió y se dio por vencida conmigo y el tema de las terapias. No obstante, ella cree en mí, ella cree que tengo un futuro por delante, cosa de la cual no estoy segura.

-Stephanie, ¿puedo entrar? -llama Jonathan a mi puerta.

-No tengo ánimos de hablar, padrastro.

Sé cuánto odia que lo llame padrastro, solo le gusta que lo llame por su nombre. Pero lo hago adrede. Puedo imaginarlo rondando los ojos y suspirando con fuerza para proseguir.

-Por favor, no tomará mucho tiempo.

Ruedo los ojos y me levanto de la cama, camino hacia la puerta, giro la perilla y le hago una seña con las manos para que pase y lo hace.

Rasca la parte trasera de su cabeza y carraspea para luego hablar: -¿Podrías tener más sensibilidad a la hora de hablar con tu madre? Se quedó triste en la cocina.

-¿Estabas espiándonos? Porque no recuerdo haberte visto abajo.

-No las espiaba -menea la cabeza de un lado a otro-. Estaba en el estudio, Stephanie y las escuché.

-Bien -digo con desinterés.

Me doy la vuelta y me tumbo en la cama. Lo escucho resoplar cuando saco mis audífonos y me los coloco, busco la canción en mi IPhone que deseo escuchar. Por supuesto que de Ac/Dc, una de mis bandas favoritas. El me mira fijamente con el ceño fruncido y yo finjo una sonrisa para él. Aún no he reproducido la canción pero le estoy haciendo creer que sí para que se retire y deje de molestarme.

Nubes grises© (En Proceso) Where stories live. Discover now