Testigo accidental

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Crecer con esos dos podía llegar a ser todo un desafío, como poco. Sin embargo, no lo cambiaría por nada del mundo.

Joseph se consideraba un privilegiado en muchos sentidos.

Cierto que la tragedia había hecho mella en su vida. La muerte de sus padres y su hermana cuando aún era un niño fue algo muy doloroso y le marcaría para siempre.

Aun así, tuvo la inmensa suerte de ser acogido por los Alfas de la manada, que le criaron y cuidaron como si fuera su propia sangre.

La tragedia le quito una familia, pero le dio otra que llegó a amar más de lo que habría creído al principio.

Acabó en una casa grande, con nuevos padres que se preocupaban y le querían y dos hermanos con los que compartió penas, sueños y alegrías.

Adoraba a sus hermanos. Jon y Colby resultaron ser los mejores hermanos que uno podía desear, sus amigos más íntimos con los que tenía un vínculo muy especial. Crecer con ellos fue toda una aventura pero los quería con locura, con sus cosas buenas y las malas.

La cantidad de travesuras y líos en los que se metieron cuando eran pequeños... las veces que se escaparon del colegio para ir de aventuras o cuando el mundo empezaba a ser demasiado. Juntos rompieron reglas y se crearon un futuro.

Pero ser el hermano de esos dos a veces podía resultar fascinante. Como cuando empezó a notar que se estaban enamorando.

Fue algo tan gradual, que resulto natural. Nadie, incluido sus padres, esperaban otra cosa. Eran como los polos opuestos de un imán. Daba igual lo que intentaran alejarse cuando se enfadaban, acababan siempre juntos. Tan ridículos, tan dulces.

Por eso, cuando les pilló por accidente ese día besándose fue... algo realmente esperado.

Los dos venían corriendo a casa porque habían vuelto a hacer una de sus trastadas. No supo qué exactamente porque ya no contaban tanto con él para esas cosas. Joseph estaba saliendo con Gale y pasaban casi todo el tiempo haciendo planes juntos y, quizás, había descuidado un poco a sus hermanos.

Era tarde, prácticamente de noche y Joseph acababa de regresar. Aprovechando que su padre andaba en una reunión de la manada, decidió coger una cerveza cuando escuchó la puerta de atrás abrirse y las risas y los pasos pesados de los otros dos.

Con la cerveza aun en la mano y a medio beber, decidió salir con la intención de saludarles y, tal vez, sentarse a ver la tele un rato con ellos, pero algo le hizo detenerse en la puerta cuando iba a abrir. Había escuchado unos murmullos.

Palabras cariñosas susurradas. Risas suaves.

Joseph entreabrió la puerta, con curiosidad, y los vio. Colby estaba recostado en el sofá y con una sonrisa enorme en su rostro. Jon se encontraba sobre él, sus manos apoyadas a ambos lados de la cara del otro y sus rostros tan cerca que sus narices se rozaban. Los ojos azules de Jon brillaron felices antes de eliminar la poca distancia que les separaba y besar a Colby con una ternura que le hizo sentir mal por espiarles.

Retrocedió lentamente y cerró la puerta con cuidado para darles la intimidad que merecían.

Sabía que eso iba a ocurrir más tarde o temprano. Esos dos estaban destinados a estar juntos. Aunque no dejaba de chocarle un poco verlos. A fin de cuentas, se había criado con ellos.

Les dio unos pocos minutos más e hizo ruido antes de abrir la puerta de nuevo y salir de la cocina. Esta vez los encontró sentados en el sofá, frente al televisor y con cara de no haber roto un plato en su vida.

Quizás si no estuvieran los dos tan sonrojados y Jon no tuviera roce de barba en su mejilla, habría colado.

Sonrió ampliamente antes de sentarse con ellos.

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Relatos de la novela Corazón de cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora