1. Hortensias

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Y es que a cada minuto que pasa intenta resistir las ganas de gritar, pero no puede

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Y es que a cada minuto que pasa intenta resistir las ganas de gritar, pero no puede. Claro que está gritando, pero por dentro, así su madre no puede regañarle como hacía cuando apenas era un adolescente.

— Katsuki, hijo. — el rubio alza la mirada y sus ojos se encuentran con unos muy semejantes a los suyos, todo causa de los rasgos familiares — Inko me ha invitado a tomar el té, volveré dentro de un par de horas.

Mitsuki está usando un tono severo, pero al mismo tiempo suena como al que suele emplear habitualmente. Al primogénito de los Bakugo no le sorprende, cada vez que se suele quedar al cargo de la floristería de la familia le es inevitable escuchar sermones aún antes de haber hecho nada. Era un mal hablado en toda norma y tenía un trato horrible con cada cliente que se pasaba por allí. Sin embargo, eso no quitaba el hecho
de que él también tuviera sus responsabilidades. Tampoco es como si en un pequeño local de mala muerte pudiera hacer demasiado, apenas es un sitio recóndito donde solo hay helechos, hierbajos y papeles de colores para decorar por todas partes.

Sin embargo, de entre todas esas pequeñas irritaciones que siente, no es lo que más detesta.

Lo que más odia son las putas flores, menuda ironía.

Desde dulzones y fuertes olores
que le hacen picar la nariz, hasta el caprichoso polen que hace que sus ojos comiencen a lagrimear. Siempre ha podido vivir con ello, sin embargo, cada primavera que pasa tiene que ser más precavido por culpa de las alergias.
Por no hablar de que cada 14 de febrero tenía que soportar a la mayoría de la población humana regalandose rosas, rosas que él mismo tiene que cuidar todos los santos días para que
no se marchiten. Incluso a veces a él le parecía deprimente pensar que se la pasaba durante todo el año criando brotes y nunca había tenido la oportunidad de regalar nada a nadie
en San Valentín.

Deja de pensar en mariconadas, se dijo a sí mismo mientras apoyaba los codos sobre la encimera y se perdía mirando el atardecer a través de las grandes cristaleras de la tienda.

Tras pasarse lo que le quedaba de tarde completamente sólo, a Katsuki se le hicieron demasiado rápidas las horas que había estado ensimismado con sus pensamientos y dudas internas. Tenía las manos algo entumecidas y sentía
la cabeza algo perdida, no estaba acostumbrado a tanto silencio cuando habitualmente se veía obligado a oír a madre parlotear sobre cualquier cosa mientras pululaba de aquí para allá donde él estuviera. Suspiró, caluculó mentalmente que dentro de una hora le tocaría cerrar y se animó un poco al pensar que por fin concluiría un día
en el que no había estado con ese permanente mal humor presente que suele definir su personalidad.

Sin embargo, cuando menos se lo veía venir, alguien tuvo que entrar. Con
tan solo escuchar el tintineo de las campanillas que habían a un lado de la puerta, sintió como un repentino tic se hacía de presencia en su párpado derecho. Apretó los puños, tenía ganas de soltar una palabrota por todo lo alto, pero ahora no era el momento adecuado para ello.

— Quisiera un ramo de Astromelias, por favor...

En cuanto prestó atención al cliente, vió a una chica que aparentaba
más o menos su edad. Iba vestida completamente de negro, tenía una apariencia de lo más normalucha y lo que más llamaba la atención era el color aburrido de su cabello que acababa en unas oscuras mechas azules. Su postura era encorvada y cada tanto jugaba con sus manos, sus gestos eran parecidos a los de una niña pequeña que le costaba expresarse. Después de analizarla, el rubio alzó una ceja y dedujo que seguramente formaba parte de alguna especie de tribu urbana, ya fuera punk o gótica.

— Se nos han acabado, vuelve otro día.

Su respuesta sonó con un timbre tan bardo, que por un instante la joven dejó de aparentar inseguridad e inmediatamente, apretó los puños. En cuanto Katsuki vio que había subido la cabeza, pudo encontrarse con los ojos de la fémina y se percató de que tenía los párpados aguados; efectivamente, estaba aguantando las ganas de llorar.

— ¿Está seguro? — cuestionó aferrándo las uñas a las mangas de su vestimenta, era un gesto un tanto infantil para ser una adulta — No quiero ser una molestia, pero de verdad, de verdad que las necesito. Verá, justamente hoy...

— He dicho que no hay, joder. —  respondió con desinterés, a él no le importaban las razones de sus clientes, solamente daba lo que le pedían y tomaba el dinero que le correspondía.

— ¡P-Pero, señor..! — poco a poco la muchacha estaba perdiendo la fé y estaba comenzando a desplomarse moralmente, daba la impresión de que estuviera a punto de romper en llanto en cualquier momento — Eran sus favoritas... Se lo ruego, ¿no puede hacer algo?

Bakugo pasó una mano por su cabello
y no pudo evitar despeinarse algunos mechones puntiagudos con estrés, ¡solamente quería irse y desplomarse en su sofá, maldición! Con toda la
rabia contenida que pudo, salió del mostrador con unas firmes zancadas apresuradas y cogió el primer ramo que vió del escaparate. Sin más, se lo entregó de mala manera a la cliente y bufó antes de cruzarse de brazos.

— No hay Astromelias, así que toma unas Hortensias.

— Pero he dicho que...

— ¡Me importa una mierda, llévate las putas Hortensias y lárgate ya!

Hubo un minuto de silencio. Katsuki echaba humo por las orejas y estaba tratando de contener la fuerza bruta que lo consumía poco a poco por dentro, estaba aguantandose las ganas de echarla a patadas. Por otra parte,
la joven se mantuvo estática, sin expresión alguna mientras estrechaba el papel que envolvía los tallos de las flores. De la nada, los aires de dolor de la desconocida se habían marchado y su mandíbula se contrajo. No era la primera vez que Bakugo le hablaba de esa manera a los consumidores que consideraba molestos, en cambio, nunca antes le habían arrojado con violencia un ramo de Hortensias en la cara.

— ¡¿Sabe qué?! ¡Métase las Hortensias por el culo!

El chico parpadeó algo aturdido, y cuando quiso darse cuenta le estaban sacando el dedo de el medio con una mirada cargada de odio. Iba a replicar y a contestar, pero antes de que pudiera reaccionar, la joven de mechas añiles ya se había marchado del lugar con un mal sabor de boca.

 Iba a replicar y a contestar, pero antes de que pudiera reaccionar, la joven de mechas añiles ya se había marchado del lugar con un mal sabor de boca

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Las Hortensias pueden significar la frivolidad y la falta de empatía

Flores de tinta - [Katsuki Bakugo X Lectora]Where stories live. Discover now