Sesión número 4

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—¡No he ido por que no es la jodida hora del almuerzo, Elliot! ¡Son apenas las diez!

—En realidad, mi estimado amigo, son las doce y media.

Mierda. Miré el reloj que reposaba sobre mi escritorio y me encontré con que sí era más de medio día. Solté un suspiro y me dejé caer sobre una de las sillas que estaban en frente de mi escritorio; cuando me concentraba perdía la noción del tiempo y eso no era bueno. ¡Estuve a punto de perder la cita con mi gatita!

—Solo por esta vez te agradezco que vinieras por mí. Casi pierdo una cita importante.

Elliot me miró, fijamente, con esos ojos azules y fisgones. Odiaba su mirada de sabelotodo.

—¿Te refieres a tu cita con Isabella Durán?

Giré mis ojos, ya se había tardado en preguntar por ella.

—No te incumbe, cuatro ojos.

—Me preguntó si te conocía.

Vaya, vaya. Así que la gatita estaba haciendo trampa; se suponía que ella no debía andar fisgoneando por ahí. Negué con mi cabeza y sonreí, iba a tener que castigarla por eso.

—¿Qué más te preguntó?

—No mucho, solo quería saber si te conocía y desde cuándo. —Se encogió de hombros y continuó—. La verdad, fui yo quien se acercó a ella porque tú nombre salió de su boca y estaba refunfuñando algo sobre su gato...

No pude retener la carcajada. ¿De verdad estaba preocupada por eso? Yo no era tan malvado como para sacarle en cara que había visto su sexy ropa interior... Bueno, quizás de vez en cuando, pero prometía no ser tan cruel.

―Me preocupaba que hubiera caído en tu embrujo ―continuó―, pero, por lo que veo, Derek tenía razón: eres tú quien cayó redondo.

—Lo repito: no es de tu incumbencia.

—Ella es una chica muy inocente, Victor. Solo ten cuidado. —Elliot frunció su ceño y eran pocas las veces que él mostraba su faceta seria.

—No pienso hacerle nada malo. Además, estoy seguro que ella puede defenderse muy bien.

—Te pateara las pelotas si la haces enojar más de la cuenta. —Me levanté de la silla, soltando una carcajada, y fui por mi abrigo. El maldito invierno estaba cerca y cada día se sentía más el frío—. El problema que yo veo aquí es que estás tentando mucho tu suerte.

—¿A qué te refieres? —pregunté, sin detener mis pasos hacia la puerta. No quería llegar tarde a mi cita.

Hope ya se había ido a comer, pero de igual forma iba a tener que hablar con ella para que tomara su descanso sin importar si yo había salido o no. El descontrol de las comidas podía hacerle mal a su bebé.

—¡Estás flirteando abiertamente! ¡Todos se han dado cuenta! —exclamó, siguiéndome.

—¿Algún problema con eso? —pregunté, levantando una ceja.

—No es por lo que estás pensando, así que bájala —dijo, riendo—. Le he tomado cariño y me preocupa que ella termine rompiendo tu última regla.

Las comisuras de mi boca se alzaron al recordar el rostro incrédulo de mi gatita al leer el contrato. Si sus ojos fueran armas, me hubiera cortado en dos sin lugar a dudas. ¿Qué pensaría si supiera que, en realidad, lo había hecho con el único fin de ver arder de furia sus lindos ojos verdes? Negué con mi cabeza y solté una risilla. Con toda seguridad, me patearía entre las piernas.

—Todo está controlado, Elliot, no habrá problemas.

—Varias veces hemos hablado de esto y siempre recalcas que no estás preparado para una relación, a pesar de que ya pasaron cuatro años. Por eso quiero que tengas en mente que Isabella no es una mujer de una noche. Es... demasiado romántica para eso.

21 preguntas para enamorarseWhere stories live. Discover now