Así que el silencio era agradable. Aunque no era completo, ya que sonaba Otherside de Red Hot Chili Peppers. Conocía la canción ya que mi padre la solía poner a todas horas, ya fuera en el coche o en casa. A Axel también parecía gustarle, porque le estaba dando toquecitos al volante al ritmo de la música. Lo había hecho también las otras veces que había estado en el coche con él. Debía ser una manía suya o algo.

También estaba mordiéndose un poco el labio mientras mantenía la mirada fija en la carretera. Su perfil era serio y le daba un aire de madurez, aunque en realidad solo tuviese diecinueve años. Una barba corta, de estas que aparecen cuándo un chico lleva un par de días sin afeitarse, le habría quedado bien. Sin embargo, no parecía que a Axel le creciese barba de ningún tipo. Solo tenía un poco de vello, y bastante clarito.

A pesar de eso, sus rasgos seguían siendo muy varoniles. Recorrí con la mirada su nariz perfilada, la línea de su mentón, y después la dirigí hasta su boca. Sus labios eran más pálidos que los míos.

Axel apartó la vista de la carretera durante un segundo para mirarme. Seguramente se había dado cuenta de que lo observaba. Sin embargo, no dijo nada. Cuándo volvió a mirar hacia la carretera, me aclaré la garganta y dije:

—¿Cómo acabaste trabajando en la cafetería de tu hermana?

Si le molestó la pregunta, o el hecho de que hubiese roto el silencio, no lo mostró.

—Acabé el instituto sin tener ni idea de qué quería hacer a continuación —explicó —. Decidí tomarme un año sabático, darme tiempo para encontrar algo en lo que poder invertir mi futuro.

—¿Y lo has encontrado? —lo interrumpí sin querer. Axel negó con la cabeza.

—No —dijo secamente —. El caso es que tampoco podía quedarme un año entero sin hacer nada, y la idea de pasarlo en otro país o algo así no me llamaba demasiado. Mi hermana acababa de abrir la cafetería y me ofreció trabajo. Acepté, y aquí estoy ahora.

—¿Vas a seguir trabajando allí después del verano?

—Supongo que sí —se encogió de hombros, pero parecía un poco tenso.

La idea de hacer una pausa después del instituto sonaba muy bien. Sonaba fantástica, de hecho. Sé que mis padres me habrían apoyado si hubiese decidido hacerlo, pero al mismo tiempo, sabía que a mucha gente le generaba rechazo la idea. Es como si todos tuviésemos que seguir un mismo patrón, como si nuestra vida fuese una carrera de fondo en la que no te puedes parar a respirar. A la gente le agobia demasiado la idea de que estamos desperdiciando nuestro tiempo.

Yo había dejado de preocuparme por eso desde hacía tiempo. Las cosas llegan cuando tienen que llegar.

Ni siquiera iba a pararme a pensar ahora en las pausas y los años sabáticos, cuando ni siquiera había empezado tercero.

Pero Axel sí parecía algo inquieto respecto al tema. Pasó una mano por su cabello y la volvió a dejar sobre volante.

—Ya hemos llegado —anunció. Miré por la ventana y me di cuenta de que en efecto, nos encontrábamos frente a mi edificio. Me quité el cinturón y bajé del coche, pero antes de que pudiese despedirme e irme, Axel pronunció mi nombre —. Tu mochila —señaló al asiento de atrás, donde descansaba la mochila gris que usaba para ir a clase.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora