VI. Cambios en el clima

59 4 0
                                    

"Cuanto más crezca la injusticia ya verás que son más grandes nuestras ganas de luchar"



No volvió a la academia. Me dolía, ella me dolía, me dolía su ausencia, me dolía el pasado y los recuerdos, me dolía mi vacío, me dolían mis errores y su amor cansado, me dolía la ruptura de su corazón más que del mío.

Parecía escuchar su viola tras la pared en el salón contiguo o a través del pasillo en el de enfrente, dejé de ir tan constantemente a estudiar, a las clases de ballet, en general a la academia, rechacé cada vez más las invitaciones de Enji y obviamente me alejé de él, no dejé que aquella relación forzada siguiera creciendo y tirándome la vida.

Los primeros días la niebla de tristeza en mis ojos no me dejó ni suponer a dónde se había ido, qué había sido de ella. Y tampoco quise investigarlo, no quería que mi herida se hiciera más profunda, después me enteré vagamente y sin buscarlo que estaba viviendo con su padre y en clases de ballet con Shigaraki, el amigo de mi maestra que engañó a Tenko-chan para que la desconectara en la recta final, por supuesto que ella no lo sabía.

El psiquiatra me aumentó la medicación hasta que se me hizo imposible mantenerme despierto más de ocho de las veinticuatro horas del día; las primeras veces que tomé las nuevas dosis me daban espasmos en los músculos de los muslos y la espalda y babeaba si no me dormía a los treinta minutos de tomar las pastillas por las noches.

Me acostumbré en unos meses, pero a veces el desánimo era tanto que no me daba la energía del cuerpo y del corazón si quiera para tomarme esas cosas.

Me dolían dos ausencias, eran ausencias grandes; quizás dos y media si cuento que visito a papá cada mes que tengo el espíritu para salir de casa.

Las esperanzas de los concursos de ballet quedaron muy lejos, las clases con Tenko se hicieron planas y el sueño a veces no me dejaba mantenerlas elocuentes, cancelé las del resto de mis alumnos, incluso las de Eri. Ella preguntaba demasiado por mí y yo me enteraba las raras veces que me encontraba con Aizawa.

Sí soñé con sus ojos esa noche, y todas las noches consecuentes.

Me dolían dos ausencias.

El cansancio de vivir al estar sobrio de alcohol o de pastillas me tenía arremetido en el suelo con todo su peso, no parecía que fuera a permitir que me moviera en mucho tiempo.

La muerte de Nana ya era lejana, y yo ya conocía bien a la tristeza, conocía las formas de su rostro y la fría sensación de las palmas de sus manos. Esta vez fue más fácil, menos tortuoso y menos prolongado el tiempo en que logramos hacer las paces. Quizás tres meses, cuatro o cinco.

Tampoco había alcanzado a ver detalladamente lo que pasaba en mi entorno más cercano, mis compañeros se veían algo interesados en mí, notaron que no estaba todo bien, todos allá eran muy bien llevados pero el único considerablemente cercano a mí era el pesado de Kacchan, él me visitó frecuentemente, parecía que no podía pasar más de tres días seguidos sin gritarme o hacer bromas groseras conmigo.

Volví varios meses después, quiero decir, volví a ir todos los días, Enji parecía molesto conmigo, realmente parecía odiarme, y claro, después de dejarlo imaginarse que lo quería y luego mostrar repentinamente la verdad sin decirla, era casi comprensible, no pensé en sus sentimientos.

Como siempre.

Nunca pienso en los sentimientos de las personas cuando algo me angustia y me desespero por resolverlo, por mí mismo, por egoísta.

Algo sobre la muerte de la Gran Shimura | BnHA fanfiction | Artists AUWhere stories live. Discover now