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     Suspiré de aburrimiento.

Apenas han pasado dos días desde que mi suspensión inició y ya quiero volver a clases. ¿Ridículo, no?

Más ridícula me siento yo al desear tal barbaridad.

¡Es que todo es demasiado aburrido! Lo único que hago es comer, hacer mis necesidades y dormir. ¡Me siento un bebé! Karma me utiliza como pesa al hacer ejercicio, lo cual hasta cierto punto me distrae, y Nagisa como almohada mientras juega en línea sin prestarme atención. ¿Ven? ¡Aburrido! Hasta las clases con Irina–sensei son más divertidas que esto.

No recuerdo que tío Shōta fuera una persona aburrida. Bueno, tampoco es que lo viera o visitara con frecuencia, pero algo de divertido debe de tener. Quiero decir, ¡Es sangre de mi sangre!

¡Quiero algo de acción! No sé, quemar la maldita cocina o algo más por el estilo. Como seguirlo a su trabajo o intervenir en su trabajo, incluso hacer papeleo parece más emocionante que estar en una casa con todas las vías de escape bloqueadas y sin copia de las llaves para salir y conocer el barrio.

¡Ni siquiera Karma a echo una travesura! ¿Saben el infierno que es eso, que tu demonio personal sea un jodido angel? ¡No, no lo saben!

Este sitio es el purgatorio.

— Me aburro... Hagamos algo. —lancé mi primer anzuelo, siendo ignorada por ambos chicos. Están más concentrados viendo los bloopers de ‹ Sonic Ninja › que en mí. — ¡Chicos!

— Estamos ocupados. —dijo Nagisa sin verme. Y Karma me mandó a callar.

— Por favor~ ¡Es la décimo sexta vez que miran eso!

     Volví a ser ignorada.

Malditos hombres que solo piensan en tetas.

Mi cabello de inmediato se lacio, perdiendo las puntas alzadas que tanto me caracterizan por mi estado de ánimo imparable. Pero ahora estoy tan decaída que mi cabello me delata y aún así no me prestan atención.

Salí de la habitación sin mirar atrás, cerrando con fuerza. Sé que no debería molestarme por cosas tan tontas como estas, pero mi ansiedad por permanecer en cautiverio, verdadero cautiverio, me obliga actuar así.

Una vez cuando era niña, pocos días después de presentar mi kosei, accidentalmente llené la casa de enredaderas, tierra e insectos. ¿Por qué? Porque me sentía muy sola. ¿Nunca se han preguntado por qué las flores crecen siempre en grupo? Bueno, les diré la razón. Nosotras las flores somos seres muy sentimentales y sociales. Y mis padres en ese entonces me tenían como una muñeca de porcelana en el aparador, sin posibilidades de hablar o socializar con nadie, algo básico del ser vivo. Así que pasó lo que pasó.

Tío Shōta debe saberlo, pero aquí estoy. Encerrada en una aburrida casa con mis mejores amigos, unos verdaderos vagos.

Visitar el infierno me parece más atractivo que no hacer nada.

¿Lucifer me dará la bienvenida en persona? Por intentar no cuesta nada.

— Dime Aoi, —dijo Karma a mis espaldas. — ¿Qué tienes en mente, eh, strawberry? —su voz me sorprendió, pero también me hizo sonreír.

     Me observaba desde lo alto de las escaleras, con sus brazos apoyados en el barandal y una sonrisa inocente, con ese brillo de malicia en sus ojos ámbar. La luz amarillenta del pasillo daba a su espalda, creando la imagen de un dios intocable por el contraste de colores a juego. Por un momento, creí ver un verdadero dios.

Un dios perverso e inteligente que no dudaría en seguir.

Nagisa bajó las escaleras a paso tranquilo, desprendiendo inocencia por cada poro de su piel. Con sus manos escondidas tras su espalda y un brillo malicioso inconfundible en sus ojos de cristal, como el silencioso verdugo que es.

Lava Rose || BNHAWhere stories live. Discover now