•| CAMINO DE FLORES•걸은 꽃 |• [Kim Taehyung]

•|6|•

—¿Taehyung? —pensé, sin poder evitar fruncir el ceño—. Al menos una vez en toda la eternidad decidió usar el cerebro para ocultar su identidad... ¿Qué hace con Yoongi? ¿Por qué conoce a mis amigos?

—¿Y cómo van los preparativos de la boda con Jimin? —pregunté mientras dejaba los vasos de chocolate caliente sobre la mesa.

—Un estrés de mierda —contestó Yoongi, dejando escapar un suspiro—. Jimin ha estado ocupado con la agencia, así que no me ha podido ayudar mucho. —Tomó un sorbo de su chocolate y soltó una exclamación—. ¡Mierda! ¡Está caliente! —Empezó a soplar como un dragón torpe.

—Por eso siempre hay que soplarlo un poco antes y servirlo con leche fría —dijo Taehyung, dirigiéndose a mí con una sonrisa ladeada. Al terminar la frase, me guiñó un ojo.

—No todos tienen tus mismos gustos, Hade— —me detuve a tiempo, aclarando la garganta—. Digo, Taehyung.

—Tal vez no todos, pero parece que tú sí estás cumpliendo mi capricho —rió con ligereza.

—Claro que no —repliqué, evitando su mirada.

—Emm... Soon Hye, ¿estás sacando leche fría de la nevera para Taehyung? —dijo Yoongi, inflando sus mejillas mientras aguantaba la risa.

Me congelé. Cerré la puerta del refrigerador con torpeza y volví a la mesa con la cabeza agachada.

—Si querés leche, ve y sacala tú mismo —dije seca.

Taehyung y Yoongi estallaron en una risa baja.

—¿Qué? —pregunté confundida—. ¡Oh, por favor!

—¡Cállense, par de pervertidos! ¡No estaba tratando de decir eso! —protesté, cruzándome de brazos, visiblemente molesta.

—Ay, Soon Hye —exclamó Taehyung, recostándose contra el respaldo de la silla—. Aún sigues viéndote adorable cuando te enojas.

—No me jodas —bufé, girando los ojos.

—¿Ex’s? —preguntó Yoongi con incomodidad.

—No —respondimos los dos al unísono.

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Más tarde, en el silencio de la madrugada, regresé a mis recuerdos...

—¿Otra vez solitaria, eh? —me dijo sentándose a mi lado.

—No siempre estoy sola —respondí con una leve sonrisa—. Simplemente, no suelo necesitar compañía.

—Los libros son excelentes amigos, pero... ¿y yo? —puso cara de cachorro herido.

—No te compares —reí. Su risa me contagió. Sus ojos se enchinaban con cada carcajada y sus mejillas se sonrojaban. Esa risa... realmente me gustaba.

—¡Hades! ¡Vuelve a tu práctica de espada! —gritó una voz a lo lejos.

—Athena, deberías entrenar también. No puedes dejarle todo a tu tortolito —bromeó la esposa de Zeus.

Aquel tiempo... nuestra juventud inmortal. Todo era nuevo, todo era colorido. Amar era sencillo. No había preocupaciones, ni traiciones, ni dolor. Solo nosotros.

Pero he cambiado. Aprendí a mentir, a matar, a engañar. Me convertí en lo que juré destruir.

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Aquella noche, escalé el pequeño muro que rodeaba su casa y entré sigilosamente por la ventana abierta de la sala. Conocía cada rincón de ese lugar. Subí hasta su habitación. Dormía profundamente, tan frágil, tan serena...

Me senté a los pies de su cama y pasé una mano por su cabello, apartando un mechón de su rostro.

—¿Qué pasó con tu largo cabello...? —susurré.

Mi mano bajó lentamente por su hombro desnudo hasta su cintura, y ahí me detuve. Reaccioné. ¿Qué estaba haciendo? La arropé con cuidado, cubriendo sus brazos con la manta.

—Esa belleza divina...

Lamento que todo tenga que acabar así.

Quiero ese deseo cósmico, lo necesito. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para alcanzarlo. Mi único anhelo es morir. Pero antes... solo quiero una cosa más. Ya que te encontré, deseo escucharte decir una última vez: “Te amo.”

Dejé un beso suave en su mejilla. Después me levanté y me perdí de nuevo en la oscuridad de la ciudad.

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—¿Está seguro de lo que dice? —preguntó el jefe Wang, serio.

—No del todo, señor —respondió el detective Kim, algo nervioso—. Solo... lo sospecho.

—Entonces no empiece a inventar cosas si no está seguro de lo que habla —le reprendió—. ¿Cómo puede sugerir que la detective Park renunció al caso porque conoce al jefe de los sicarios?

—No lo sé con certeza, pero no es común que abandone algo así, justo cuando estábamos tan cerca...

—Sígala de cerca —ordenó Wang finalmente—. Quizá tengas razón.

—Como ordene, señor.

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—¡Jimin!

Su rostro estaba pálido, su respiración entrecortada. No era buena señal.

—Estoy bien, amor —dijo, tomando la mano de Yoongi para incorporarse—. Solo fue un pequeño mareo.

—Es la tercera vez que te pasa esta mañana —dijo Yoongi, visiblemente preocupado.

—Lo sé...

—Debemos ir a ver a Soon Hye —dijo él con decisión.

—Está bien... creo que ella podrá ayudarnos.

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El timbre sonó y bajé las escaleras dejando mi libro en el sofá. Abrí la puerta.

—¡Hola chicos! Qué sorpresa —los saludé.

—Soon Hye, perdona por no avisar, pero tenemos un problema —dijo Yoongi con el ceño fruncido.

Vi cómo un líquido oscuro, denso y espeso empezó a brotar de la nariz de Jimin.

—¡Jimin, tu nariz! —exclamó Yoongi, alarmado.

—¡Pasen! —les dije mientras cerraba la puerta. Corrí por toallas de papel.

—Toma, esto detendrá el sangrado.

—No sé qué me está pasando... —sollozó Jimin—. Me siento débil, agotado... y ahora esto...

—Creemos que tú puedes ayudarnos —añadió Yoongi.

Le tomé la mano a Jimin. En cuanto establecí contacto, lo supe.

—Lo están embrujando —dije con tono grave.

—¿Cómo...? —preguntaron al mismo tiempo.

—Puede que alguien lo haya solicitado a...

—¿Una bruja? —interrumpió Yoongi, sobresaltado.

—Técnicamente, sí. Pero no cualquier bruja... Las ninfas. Criaturas del inframundo que caminan entre nosotros desde que el rey de los muertos abandonó su deber...

—¿Eso realmente existe...? —susurró Jimin, aún confundido.

—No se preocupen. Yo los ayudaré... pero creo que tendré que pedirle un favor al egocéntrico Dios que dejó el inframundo sin vigilancia.

Él tiene la culpa de esto. Me enoja tanto...
Y sin embargo, sé que lo necesito.