Tensión sexual

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—¡Annie! Il mio Cuore —ese acento italiano tan conocido con esa voz profunda y seductora, la conozco muy bien.

—¡Jean Piero! —digo sorprendida y lo busco por encima del hombro de Christopher, rompiendo con el magnetismo de su mirada. Siento como su agarre se aprieta más en mi brazo, lo está haciendo de manera inconsciente, porque se voltea en dirección a la persona que me ha llamado y, sé que para él de modo muy personal.

Vuelve su cara hacia mí, esta vez con su mirada profunda y una pequeña arruga de la que estoy segura es inconsciente, en su entrecejo, los músculos de su mandíbula tensos y sus labios solícitos en una línea gruesa.

¿Molesto?

—¡Oh! Por Dios —digo deshaciéndome de su agarre. De soslayo creo haber visto como abría su boca en una expresión de sorpresa. Opto por ignorarlo, de haber querido algo conmigo, mínimo ya hubiera siquiera intentado besarme y hasta ahora no lo ha hecho.

Bien un poco de celos si es que el señor se permite sentirlos no le vendría nada mal. ¡Un momento! Ese deseo de ser besada por él se aviva cada vez más y no estoy segura de siquiera saber cuánto lo anhelo.

No tengo que caminar mucho ya que Jean Piero hace la mayoría del trayecto, así que estoy a unos cuatro pasos de distancia de Christopher. Estaría mintiendo y con total descaro, si no reconozco el placer que sentí al mirarlo ofuscado y fuera de control, aunque haya sido por una milésima de segundos, pero hoy me había tentado demasiado y él solo dejaba una insinuación y otra en el aire, aunque debo resaltar que la simple mención en voz alta, del comentario de la joven impetuosa de Nicolle me descolocó por unos segundos, no sé si me llegue a enamorar de nuevo o solo sea el efecto de las hormonas actuando frente a un hombre del calibre de Christopher, exuda poder, dominio, sexualidad y cosas que no experimento por años. Si no fuera por esta culpa subrepticia que pende sobre mi cabeza como la espada de Damocles, es muy posible que diera rienda suelta a esa lujuria que él despierta en mí.

Jean me envuelve en un cálido, entrañable y fraternal abrazo, había extrañado tanto ese rostro y las locas ocurrencias de Jean que, aunque podían desquiciarme, eran capaces de llevarme al otro extremo y divertirme hasta sacarme de mi black hole. Aunque puede ser que me haya adaptado a estar sumida en ese particular agujero que me guarecía de cualquier dolor externo, porque rememorando mi última cita con un hombre que no refiera al trabajo fue hace más de cinco años, cuando aún Alexander y yo éramos novios.

¡Alexander! Pensar en él no me hará bien en ningún sentido. Pensarle es en realidad agobiante confuso y asienta más la culpa. No sé cómo es que siempre termino cayendo en él.

Estoy inmersa en mi agujero negro, asumo que no he salido jamás de él. Parpadeo y vuelvo a enfocarme en el presente.

—Te he extrañado caro mío —dice Jean mientras me da un sonoro beso en ambas mejillas. Me suelta colocando sus manos en mis hombros y miro sus ojos, de inmediato sé que ha leído mi mirada.

—Jean permite que te presente a... —digo girándome para encontrar a Christopher altivo y con rostro yermo mirando a Jean.

—Christopher Drummond —dice en voz átona y severa. Extendiendo su mano.

—Jean Matheus —responde el otro con el mismo tono áspero diciendo: no me intimidas hombre.

—Annabelle debo irme, espero que tu tarde sea agradable —me está hablando con demasiada arrogancia y dándole una inflexión discordante.

—Gracias —sonrío, pero sé que eso no aplacará su visible irritabilidad y sin duda me siento culpable de haberle dado a entender lo que no es.

Con miedo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora