Prólogo

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Christopher:

No es que no me hubiera fijado antes en ella. ¿Cómo no hacerlo? Es tan hermosa que verla prácticamente me duele tanto que pareciera estarle robando a Dios por el privilegio de hacerlo. Aunque al hacerlo, no veo más que frío y vacío... dolor, sé de primera mano lo que el dolor puede reflejar en las miradas de quienes han sido torturados.

Hasta ahora no sé, si han sido sus ojos o sus labios los que me han cautivado, quizás haya sido ese magnetismo que posee e ignora o la rubicundez de su rostro, lo cierto es que desde hace dos años que llegué a ocupar mi antiguo apartamento de soltero, en uno de los últimos edificios que había construido mi compañía, ninguna mujer logró atraparme de ese modo. El penthouse había sido puesto en venta, no pensé que la vida me traería a este lugar, mas no todo está escrito, bien dicen que lo esperado nunca llega, mientras que lo inesperado siempre aparece.

Y pensar que esa no fue la primera vez que la vi. Nuestros caminos se habían encontrado antes, solo que entonces ella estaba frente a lo que parecía una calle sin salida y yo me hallaba en una extraña bifurcación. Tan confundido como ella. Sin embargo, mis ojos no podían ver más nada. Ese día ante la oscuridad tan punzante que se cernía sobre mí, vi un halo de luz que me atrajo hacia ella como polilla.

Si bien había llegado aquí hace dos años, no fue sino hasta hace seis meses que el destino volvió acercarnos, fue como si ocurriera la alineación de los planetas el que volviéramos a coincidir en esta vida, esa era una oportunidad que no iba a desestimar, no esta vez, aunque lo que haya encontrado en la superficie de su mirada no fuera más que frialdad y lejanía, en el fondo pude apreciar calidez, una que llegó a calentarme el corazón, que lo hizo palpitar rebosante de vida.

Ella ni me miró, pero yo sí, me tomé el atrevimiento no de mirarla sino de apreciarla como si de una obra de arte se tratara. Llevaba sus labios pintados en malva y sus mejillas rosadas por el calor de afuera, vestía una falda beige entallada que destacaba su figura y exhibía la longitud perfecta de sus sedosas piernas. Logrando que el deseo se encendiera en mí, volví a sentirme vivo. El lugar se impregnó de su perfume y supe que ninguna mujer olería como ella. Era mi diosa, solo hecha para mí.

Algunos dirán que no te puedes enamorar a primera vista, quizá por eso me negué en un primer momento y adjudiqué todo ello al deseo, tras mi decepción con Natalia, no había vuelto a sentirme de ese modo, rechacé todo eso, lo hice porque después de ella decidí cerrar las puertas de mi vida a quien pudiera ser capaz de abrirla. Y sin duda Annabelle Parisi, parecía tener la llave maestra que abriese todas estas sin esfuerzo alguno, cual perfecto cerrajero.

Qué difícil me ha resultado olvidarla. Es como una especie de adicción que me hace querer tenerla aún por encima de mi mismo. Seis meses llevo pensando en ella y tratando de evitarla a toda costa, seis meses que mi cuerpo no reacciona a otra mujer, los mismos que solo me han llevado a volcar toda frustración por no poder tocarla en el trabajo y la austera soledad que me espera al final del día en mi casa, ahogando el deseo y mi necesidad de su piel, su textura, su olor, su voz y ella aun no voltea a mirarme, lo que me hace anhelarla como un sediento a punto de morir.

¿Cómo se puede ser adicto a lo que no has probado siquiera?

¡Hasta hoy!

Hola mis queridos seguidores, esta historia la iré subiendo cada semana, está completa y está próxima a publicarse por Amazon, antes quiero cumplir con ustedes, los que siempre me han leído y espero saber qué les parece. Su opinión, apoyo y voto son importantes para mí... Lo saben.

Desde Venezuela, besos y corazones...

Con miedo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora