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     El auto es horriblemente pequeño.

A mi izquierda, el idiota de mi mejor amigo pelirrojo duerme con su rostro enterrado en mi cuello y con los audífonos puestos.

A mi derecha, el lindo de mi mejor amigo peliceleste juega con el dobladillo de mi falda en un intento de calmar su ansiedad.

Y yo, bueno, me dedico a fingir escuchar la palabrería de mi inútil padre mientras pienso en cómo deshacerme del acosador de Asano sin que alguien me descubra.

Es un pervertido de clóset. Siempre sonriendo y detrás de mí, ¡Hasta tiene a mi padre comiendo de su mano!

Ahg, los odio a ambos.

— Viejo, ¿Falta mucho?

— Lenguaje señorita. —maldije por lo bajo, recargando mi mentón en la cabellera roja de mi amigo. — Y toma distancia, no los quiero encima de ti.

     Es un viejo molesto. ¡Todo le molesta!

En especial que los chicos se me acerquen, a excepción de Asano, lo cual es peor.

Creo que está loco.

Papá odia la presencia masculina a mi alrededor, porque según su perspectiva, cito sus palabras, “los mocosos de hoy en día utilizan cualquier excusa para tocar a las niñas en lugares inapropiados”. ¡Puras mierdas! Ser maestro de alumnos problemáticos debe estar lavando su cerebro, o haciendo corto circuito. Puede tener un poco de razón, después de todo Asano esconde muy bien su personalidad pervertida, ¡Pero eso no le da derecho a creer que mis mejores amigos van a comerme!

Por eso tiene canas, por paranoico.

Al menos este castigo nos hará bien, o eso dice el viejo.

Hace años que no visito a Tío Shōta, convivir con él subirá mis ánimos.

— Shiota–san, —mi amigo de coletas detuvo su acto inocente, dejando de mirar por la ventana para observar a mi progenitor. Negué al identificar lo falsa que era su sonrisa, igual que su tono de voz. — aleja tus manos de mi hija.

     Sin mediar palabras obedeció, adoptando una postura molesta que me hizo un poco de gracia.

— ¡Akabane–san! —tuve que reprimir una carcajada, igual que Nagisa, al ver el sobresalto que hizo el pelirrojo. — El mensaje va para ti también.

     Haciendo oídos sordos, volvió acomodarse sobre mi cuerpo. Su respiración contra mi piel provocó cosquillas y sonreí a la cámara, dejando que Nagisa nos sacara una foto de recuerdo.

El maldito viaje continuó con tranquilidad. En un punto me dormí, abrazando por la cintura a Nagisa y siendo el osito de peluche de los dos, pues Karma pasó uno de sus brazos por mi espalda hasta llegar al de coletas y abrazarnos a los dos por igual, quedando el pequeño del grupo sobre mis piernas y con su rostro oculto en mi pecho. Lo sé porque Karma despertó primero que nosotros y tomó una selfie como recuerdo, también para extorsión. Esa costumbre nunca se le quitará.

El manto oscuro en el cielo ya no está, en cambio pinceladas celestes y nubes de algodón acompañaron la llegada del sol, anunciando que eran las siete de la madrugada.

El viejo no está en su sitio y por las ventanas distingo una gasolinera no muy lejos, supongo que fue al servicio. Bostece a lo grande, haciendo reír al pelirrojo por mi evidente flojera. Solo al viejo se le ocurre viajar tres horas en plena madrugada, para deshacerse de nosotros.

     Un sonido extraño me sacó de mi mundo. — Me está dando hambre... —era Nagisa sobando su pancita, que había hecho ruido.

— A mi también.

Lava Rose || BNHAWhere stories live. Discover now