—Axel, ¿cómo tienes mi número? —pregunté. No recordaba habérselo dado. Y de haberlo hecho, seguramente le habría advertido de que odio las llamadas.

—Me lo ha dado Lydia —explicó —. Espero que no te importe.

Sí, definitivamente sonaba más manso por teléfono.

—No... es solo que prefiero los mensajes.

Salí de la habitación de Ethan.

—Vale. De todas formas, seré breve —aseguró —. Mañana, a las diez, te quiero en mi casa. Trae tu libro de matemáticas.

—Sí, señor —puse los ojos en blanco —. Tus deseos son ordenes para mí.

—Es que no es un deseo, créeme. Lo de orden encaja mejor.

—Oye, que estudiar matemáticas no es algo que yo quiera hacer, precisamente. Pero no voy por ahí quejándome.

Excepto que sí lo hago.

No me estoy quejando.

—Estás compartiendo tu desagrado —dije —. Que viene a ser lo mismo.

Escuché el suspiro de Axel a través de mi teléfono.

—Te voy a ayudar, ¿no? Entonces, ¿qué más da que me queje?

—Hombre, estudiar ya es bastante cansino. No necesito escuchar lo mucho que te desagrada la idea de tener que enseñarme.

—Como sea. A las diez aquí.

—Que sí —dije, alargando la i al final. Axel colgó.

Fui hasta el salón donde estaban mis padres viendo un documental en la tele y les pedí que me despertasen a las nueve al día siguiente. Por supuesto, les pareció súper extraño que yo quisiese levantarme un domingo a esa hora. Louise se mostró muy interesada sobre Axel cuando les conté el por qué de mi repentina petición, mientras que Edith parecía encantada. Cómo no. No solo iba a seguir trabajando hasta julio, sino que además tendría un profesor particular de matemáticas. Todo ventajas, según ella.

Me fui a la cama y dormí de un tirón hasta el día siguiente. Fue Louise quien me levantó. Odiaba cuando ella me despertaba. Tenía una forma muy enérgica de hacerlo, ponía música y me hacía salir de la cama para asegurarse de que no me volvía a dormir. Poco más y me hace bailar aerobic. John y Edith me dejaban unos minutos para despejarme, al menos.

Desayuné, me duché y terminé de prepararme para ir a casa de Axel. Ethan ya estaba despierto, así que le pedí que me llevase en coche hasta allí, pero dijo que había quedado con Jake, por lo que tuve que coger el autobús. Menos mal que aún tenía la dirección en el chat de Lydia.

Por alguna extraña razón, no esperaba que fuese Axel quien me abriese la puerta. Llevaba puesta una camiseta gris bastante ancha y unos pantalones de chándal color azul marino. Yo llevaba un vestido blanco y veraniego, y aunque su ropa parecía muy cómoda, la mía era además fresquita.

—Hola —saludó —. Pasa.

Esperó a que me quitara los zapatos e incluso me tendió la mano para sostener mi mochila. Se dirigió a su habitación, pero yo fui a buscar a sus padres para saludarlos primero. Sin embargo, no encontré a ninguno.

Zoe & Axel ✔️Where stories live. Discover now