2. Desde Jaffa hasta lo último de la tierra

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Fue en diciembre de 1952 en Jaffa, Israel.
Clemence Hinn, a punto de dar a luz su segundo hijo,
estaba en el hospital, mirando, a través de la ventana de su
cuarto de maternidad, una vista hermosa. Las .aguas azul
oscuro del Mediterráneo se extendían interminablemente.
Pero el corazón de esta mujercita de descendencia armenia
estaba turbado. Ella estaba destruida por la amargura, el
temor, y la vergüenza.
A distancia, ella podía ver el grupo de rocas negras
en el mar, las rocas de Andrómeda. La leyenda griega dice
que la dama Andrómeda estaba encadenada a una de ellas
cuando Perseo bajó volando en su caballo alado, hirió al
monstruo marino, y la rescató.
Clemence deseaba que alguien de alguna manera
bajara y la salvara de otro año de humillación y desgracia.
Ella era una mujer ortodoxa griega devota, pero no sabía
mucho acerca del Señor. En aquel cuarto humilde del
hospital, sin embargo, trató de negociar con El.
Mientras estaba parada al lado de la ventana, sus ojos
penetraron el cielo, y ella dijo mentalmente: "Dios, sólo
tengo una petición. Si me das un niño, yo te lo devolveré a
ti".
Lo volvió a repetir: "Por favor, Señor. Si me das un
niño, te lo devolveré a ti".

JAFFASeis bellas rosas
El primer niño nacido a Costandi y Clemence Hinn fue una
niña encantadora, llamada Rose. Pero en la testaruda cultura
del Oriente Medio —y especialmente en la tradición de los
antepasados de Hinn— el primogénito debía haber sido un
hijo y heredero.
La familia de Costandi, emigrantes a Palestina de
Grecia, comenzaron a perseguir a Clemence por su fracaso
en producir un niño. "Después de todo", bromeaban ellos,
"todas tus cuñadas tienen niños". Se reían y se mofaban de
ella hasta hacerla llorar, y ella sentía la vergüenza en el
matrimonio que sus padres tan cuidadosamente habían
arreglado.
Sus ojos estaban todavía húmedos al quedarse dormida.
Y durante la noche tuvo un sueño que todavía
recuerda: "Yo vi seis rosas —seis rosas bellas en mi mano"
—dijo ella. "Y yo vi a Jesús entrar en mi cuarto. El vino a
mí y me pidió una de ellas. Y yo le di una rosa".
Al continuar el sueño, un joven bajito, delgado, de
pelo negro —ella recuerda cada detalle de su rostro— vino
hacía ella y la envolvió en un lienzo grueso.
Cuando despertó, se preguntó a sí misma: "¿Qué
significa ese sueño? ¿Qué podrá ser?"
El día siguiente, 3 de diciembre de 1952, nací yo.
Nuestra familia, con el tiempo, iba a tener seis niños
y dos niñas pero mi madre nunca olvidó su pacto con Dios.
Más tarde me contó su sueño —y que yo era la rosa que ella
le entregó a Jesús.
Yo fui bautizado en la iglesia ortodoxa griega por el
patriarca de Jerusalén, llamado Benedictus. De hecho,
durante la ceremonia el me dio su nombre.
Haber nacido en la Tierra Santa quiere decir que uno
ha nacido en una atmósfera donde la religión arroja una
sombra amplia inescapable. A la edad de dos años fui
matriculado en una institución preescolar católica, y
formalmente fui educado por monjas —y más tarde por
monjes— por catorce años.

Para mí, Jaffa era una ciudad bella. De hecho, eso es
lo que la palabra significa —bella. Jaffa en árabe, Jope en
griego, o Yafo en hebreo. En cualquiera de los tres idiomas
el significado es el mismo.
De niño me gustaba oír los relatos de la historia que
me rodeaba. Jaffa fue fundada antes de escribirse la historia.
Se menciona como una ciudad cananea en la lista del
tributo del faraón Tutmosis III, en el siglo quince A. C; aun
antes de Josué pelear la batalla de Jericó. Y fue donde el
rey fenicio Hiram de Tiro descargaba la madera de cedro
para el templo del rey Salomón.
Aunque es fascinante, la historia no ha favorecido a
mi lugar de nacimiento. Jaffa fue invadida, capturada,
destruida, y vuelta a edificar una y otra vez. Simón el
Macabeo, Vespasiano, los Mamelucos, Napoleón, y Allenby,
todos ellos se la han disputado.
Sólo seis años antes de yo nacer, Jaffa pasó a ser
parte de una nueva nación, el estado profético de Israel.
Pero la comunidad misma no era judía.
El alcalde Hinn
Mi padre fue el alcalde de Jaffa durante mi niñez. El era un
hombre fuerte, medía alrededor de seis pies y dos pulgadas,
y pesaba doscientas cincuenta libras, y era un líder natural.
Era fuerte en todo sentido —física, mental y volitivamente.
Su familia vino de Grecia a Egipto antes de establecerse
en Palestina. Pero ser "de cualquier otro lugar" era
común allí. La Jaffa de mi niñez era en realidad una ciudad
internacional.
Bajando por la calle Raziel hasta la plaza de la Torre,
donde está la torre del reloj del Jubileo de Abdul Hamid, la
cárcel de paredes de piedra, y la Gran Mezquita, construida
en 1810, yo podía oír a la gente hablar en francés, búlgaro,
árabe, yidish, y otras lenguas. Y en los kioscos y cafés al
aire libre, podía tomar una muestra de baklava, zlabiya,
felafe, sum-sum, y docenas de otras golosinas.
Así que allí estaba yo, nacido en Israel, pero no
judío. Criado en una cultura árabe, pero no árabe de origen.
Asistiendo a un colegio católico, pero criado como ortodoxo
griego.

Buenos dias Espíritu Santo - Benny HinnМесто, где живут истории. Откройте их для себя