Sin Pisar el Mar

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De vuelta a mi rutina me consuela imaginar que siempre que te busco me buscas un poquito.

La Oreja de Van Gogh, Una y Otra Vez


***

Yuu aún solía recordar la sensación del mar sobre su pecho: abrazándolo, apresándolo. Lo rodeaba con toda su inmensa extensión, impidiéndole dar siquiera un movimiento. Los brazos del pesado manto de agua eran fuertes y su cuerpo ante ellos más débil que lo que solía ser. Estar ahí dentro dolía mucho, porque si bien el dolor físico podía no ser tan grave, la angustia amplificaba cada herida.

La ansiedad y la asfixia juntas se volvían desesperación. No podía hacer nada, no podía ver nada. Su mente parecía haber quedado atascada ante la certeza de que era el fin. Moriría en ese momento, dentro del mar.

Yuu quería dejar de recordar esa sensación, más que nada en el mundo.

Una lágrima rodó sobre su mejilla y cayó directo sobre el vaso con whisky que trataba de beber. Se apresuró a limpiarla y llevó la bebida hasta sus labios, para poder terminar de un solo trago el contenido. Respiró profundamente y se llevó ambas manos para restregarlas sobre su rostro.

Notó que estaba comenzando a temblar, sentía cómo su corazón se aceleraba a cada segundo que pasaba. Juraba que podía escuchar cómo la sangre era bombeada con más rapidez y no sabía cómo detenerlo.

Nuevamente la asfixia lo invadía. Sentía cómo su tráquea dejaba entrar agua a sus pulmones hasta hacerlo morir ahí mismo. Ya no había más oxígeno por respirar, a pesar de que en la taberna donde estaba la ventilación era adecuada.

Simplemente ya no podía respirar más. El sudor perlaba su frente y comenzaba a escurrirse por todo su cuerpo, como largas gotas de agua salada que no lo querían dejar salir del inmenso agujero oscuro donde cayó hace tiempo. Solo quería gritar, pero si abría la boca más agua entraría a sus pulmones.

Pronto, una brisa fresca le acarició la nuca.

Yuu abrió los ojos sorprendido y casi pegó un salto al sentir una mano larga sobre su espalda. A su lado, un hombre castaño le miraba con los ojos bien abiertos. La preocupación que desprendía parecía ser real.

—¿Estás bien? —Preguntó el extraño, inclinándose hasta Yuu—. ¿Necesitas ayuda?

Yuu respiraba con agitación, tratando de controlarse contando los segundos de cada inhalación y exhalación. Sentía que los ojos le ardían y las lágrimas le quemaban las mejillas. Simplemente agachó la cabeza mientras tocaba su pecho. Dio una negativa con la cabeza y notó que el hombre de antes había tomado asiento a su lado en la barra. Sintió la mirada del extraño sobre él.

—Levanta el rostro para que puedas respirar mejor —dijo el castaño y Yuu le obedeció. Miró atentamente el rostro de aquel hombre frente a él: tenía los ojos cafés claro, la tez pálida y los cabellos húmedos. Su labio inferior era ligeramente más prominente que el superior. El aroma que desprendía el extraño se colaba por sus fosas nasales, abriéndose paso entre las puertas que parecía se habían decidido cerrar.

—Gracias —dijo Yuu con un hilo de voz.

El extraño asintió y tomó una de las manos de Yuu. Sus dedos eran largos y muy fríos, completamente blancos al igual que el resto su piel.

—No hay de qué —habló de nuevo—. Mi nombre es Kouyou —sonrió con tranquilidad.

—Yuu —dijo el moreno y sintió cómo la mano del extraño sobre la suya se cerraba con mayor fuerza. Continuó contando los segundos que duraban sus inhalaciones y exhalaciones, manteniendo sus ojos fijos en los de Kouyou. Lentamente, sentía que su corazón retomaba un ritmo lento y constante. Su pecho dejaba de doler.

El hombre que no podía pisar las olas | Aoiha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora