EL RARO

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Sábado, 6 de octubre.

—Cariño, el desayuno está listo —grita mi padre desde la cocina.

—Dame un segundo, aba —le digo, colocando toda la ropa blanca dentro de la lavadora, agrego un poco de detergente y luego la pongo a andar.

Ando aún en pijama con el cabello despeinado y descalza. Las pequeñas maderas del piso están calientitas debido a que mi padre ya ha prendido la calefacción. En octubre suele haber temperaturas de hasta seis grados, es muy lluvioso y nublado.

—Aquí estoy. —Le doy un beso en la mejilla. Puedo sentir todo su bello facial haciéndome cosquillas en la cara—. Deberías rasurarte. Todo esto —hago una pausa y le doy palmaditas en sus mejillas—, ya me da comezón.

Entrecierra sus ojos, mirándome en desacuerdo.

—A ima3 le gustaba que crezca hasta mi pecho —dice en su defensa.

Le arrebato a papá los platos que tenía en sus manos y los ubico en la mesa. Los platos están llenos de huevos revueltos y pancakes con jarabe de miel encima.

—¡Patrañas!, mam4 siempre se quejaba de eso. Ya sabes, decía: "Benjamín, ¿cuándo piensas quitar todo eso de tu rostro?" —Papá echa la cabeza hacia atrás y suelta una carcajada—. Sabes que estoy en lo cierto —añado.

Papá toma de la barra las tazas llenas de café aún con una sonrisa en su rostro y las coloca en la mesa. Se sienta.

—¿Sabes que adoraba mam realmente? —Pone la servilleta de tela sobre sus piernas y yo hago lo mismo—. Amaba verte caminar con tu pequeña manta por toda la casa vestida de conejito.

Mi madre solía ponerme el traje cada vez que llegaba la temporada de frío con más fuerza, recuerdo que abrigaba muy bien, aún puedo sentir lo calientita que podía llegar a estar entre esos trapos.

—Eras un conejo lindo y tierno —completa mi padre.

Le sonrió.

De repente la puerta se abre de golpe como si entraran los Nazis sin ley y sin aviso, me pongo de pie inmediatamente igual que mi padre a diferencia de que él tiene el tenedor en su mano como modo de defensa.

—¡He llegado! —grita Milo apenas pone un pie dentro.

Ni siquiera lo estábamos esperando.

—¡Cielo santo, niño! —lo reprende mi padre—. Por poco muero de un infarto.

Él cierra la puerta como si nada haya pasado.

¿Desde cuándo Milo tiene acceso a mi casa? ¿Cómo sabe dónde vivo? Apenas lo conozco hace unos cuantos días.

—Benji —le dice a mi padre todo relajado. ¿Benji? Ni yo le digo "Benji"—, le avise a Eider que iba a venir a verla.

Toma un plato del estante, luego se sienta y se sirve panqueques, así nada más, como si fuera su casa.

Parpadeo porque no estoy entendiendo todo este rollo.

—¿Qué? —le digo—. Jamás me avisaste que vendrías. Además ¿Cómo sabes dónde vivo?

Se mete un pedazo de comida a la boca, mastica y alza un dedo para que esperemos a que digiera todo lo que se empujó dentro. Mi padre y yo lo vemos muy atentos, aunque mi padre no se ve tan sorprendió como yo.

—Vengo todas las tardes aquí a jugar damas chinas con Benji. —Le da una mirada a mi padre y él asiente.

—¿Y cómo es que yo no lo sabía?

De Enero a DiciembreWhere stories live. Discover now