LOS ROTH

75 5 0
                                    

Estoy de rodillas con la cabeza clavada en el suelo. Milo, su mamá y el pastor están en la misma posición que yo, hemos estado así por media hora, hemos estado orando por mi padre dentro de la iglesia, hoy intentarán despertarlo, el doctor en la tarde de ayer nos dijo que si no despertaba era probable que entrara a un coma en donde nada podría levantarlo, y sus palabras exactas fueron que ruegue por un milagro, aparénteme ha estado reaccionando correctamente a cada medicamento y que en sus últimos análisis pudieron notar que su cuerpo se ha estado regenerando, sin embargo no quiso darme muchas esperanzas, él me aconsejo que estuviera lista para "cualquier cosa" y lo estoy, estoy lista para ver los ojos grises de mi papá abrirse de par en par, jamás nos hemos rendido y no lo haremos. Somos fuertes, pero no con nuestras fuerzas, si hubiera sido por nuestras fuerzas, seguramente ya hubiéramos desfallecido, hay un verso judío que mi padre repetía todo el tiempo y es: Él da poder a los indefenso y fortaleza a los débiles. Y a partir de hoy creo que seré yo quien lo repita todo el tiempo, puedo sentir a Dios fortalecerme desde mi interior, puedo ver a Dios a través de las personas que están aquí junto a mí, puedo sentir su apoyo y amor a través de estas personas. Y admito que no lo había notado hasta ahora, creo que no me había parado a pensar un poco en que todo este tiempo no he estado sola, aún en medio de la tormenta él sigue siendo fiel, sea que la tormenta la haya provocado yo o alguien más, es cierto que hay tormentas que llegan nada más sin avisar, pero debemos de entender que en el mundo las aflicciones no faltarán, pero lo mejor que podemos hacer es confiar, porque Jesús llevo las cargas más grandes y él nos enseñó que si él es vencedor, todos somos vencedores en él.

Terminamos nuestra oración, salimos y nos subimos al auto de ella con el fin de ir al hospital.

—¿Ha pasado algo entre ustedes dos? —nos dice la mamá de Milo mientras nos ponemos el cinturón de seguridad.

Milo está en el asiento del copiloto y voltea a verme. Carga el cabello despeinado, una playera roja que tiene un pino blanco dibujado con flechas hacia arriba y en la parte inferior dice Element, seguramente es alguna marca de skate y unos jeans rotos por las rodillas, no entiendo cómo es que no se muere de frío.

Me guiña un ojo y sé que ya lo he visto hacer eso antes, sin embargo, se siente como si todo fuera nuevo entre él y yo, y aunque eso me pone un poco nerviosa, me encanta.

Mamá tenía razón, el chico que realmente me quisiera iba a voltear a verme incluso cuando hubiera centenas de estrellas más deslumbrantes que yo.

—¿Por qué lo dices mamá?

Deshago la sonrisa que había puesto en mi rostro de manera inconsciente.

Ella me mira por el retrovisor.

—Eider has estado muy callada. ¿Estás preocupada por lo de tu padre o Milo te ha hecho algo?

—No... —le digo.

Él voltea nuevamente y me mira intensamente.

—¿Crees que le he hecho algo? Ella es la que me ha golpeado —me ataja, quejándose. Abro los ojos de par en par. ¿Qué está hablando? Él sonríe hacia mí—. Mamá, Eider me ha golpeado en el pecho —se escurre en el asiento mientras toca su pecho de manera dramática—. No sabes cómo me duele.

—Milo deja de molestarla.

Él se echa a reír.

—Es increíble, madre, te acabo de decir que fue ella la que ha hecho que mi pecho duela y tú me regañas a mí. —Se acomoda correctamente en el asiento.

Él mío duele tanto como el de él, solo verlo hace que quiera besarle sus mejillas rosadas y oler la fragancia de su shampoo que es de manzana.

—Eider apenas y te mira. —Ella gira hacia la izquierda, avanza un poco y coloca tercera.

De Enero a DiciembreWhere stories live. Discover now