II. Valiente.

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Tras quitarle el polvo a su cuarto, por fin pudo abalanzarse a su cama sin que ésta sacara una nube de suciedad.

No tenía algo con qué entretenerse así que comenzó a tararear una canción que no podía sacarse de su cabeza, podía seguir con los preparativos de la exposición, pero el cuerpo le demandaba seguir recostándose y pensar en la nada

Un cuchillo apareció de la nada a un lado suyo. Sabía de quién se acercaba, así que cambió su expresión de terror a una que aparentara seguridad.

-Hola, hermano -saludó al hombre vestido de negro. Apostaba a que Diego mantenía la misma expresión que Allison y Vanya al verla.

-¿Qué haces aquí? -preguntó, cortante.

Ignoró su pregunta, pero ella misma seguía preguntándose qué hacía ahí, lo más seguro es que ni tuviera una herencia qué reclamar. Parecía que podía ver a su versión de trece años de reojo, observando a Diego con terror, intimidada por las inhumanas habilidades.

Regina cerró los ojos, recordándose que ya no era la asustadiza y solitaria niña que vivía en la academia. Era una adulta que debía de enfrentar los problemas de cara a cara.

-Luther quiere hacer una reunión -volvió a hablar, fastidiado, para después salir de la habitación.

Se levantó de un salto. Un amargo sabor apareció en su boca, casi todos estarían en una sala, sólo esperaba que no ardiera el lugar por un próximo desastre.

Se encaminó hacia la gran sala, viendo varios rostros desconocidos, pero a la vez familiares. Había un gigante ahí, ganándose su curiosidad, pero parecía que él era lo que menos llamaba la atención, pues todos mantuvieron sus miradas sobre Regina.

-¿Regina? -suspiró, deseando que la tierra la tragara y la escupiera en su departamento. ¿Era demasiado para ellos aceptar que volvió sólo por un funeral? Ni ella hubiera creído que se encontraría en esa situación, se había prometido jamás volver. Pero nunca había que hacer planes antes de tiempo, decía siempre su madre.

-¿Y tú eres...? -preguntó de vuelta, confusa al ver al gigante.

-Luther -respondió éste, apenado. Ella alzó las cejas, no sabía qué le sorprendía más; la notable sobredosis de batidos proteicos que pareció sufrir o que fuese el primero que no la veía como la enemiga de la nación.

El ambiente se volvió más incómodo, si acaso era eso posible. Regina se acercó hacia el asiento más cercano, y todo pareció volver a la normalidad cuando vio de reojo al gigante verla, despectivo. Se sentó en el mismo sofá en el que Vanya yacía, sólo que al otro extremo. A su espalda, oía vasos de vidrio sonar entre sí, supuso que era el alcohólico de Klaus.

-Empecemos con esto -el grandulón se puso de pie, captando la atención de todos-. Se me ocurrió hacer una especie de funeral, en el patio al atardecer. -Regina mantuvo la vista clavada en el suelo, y alzó los ojos hacia Luther durante un momento-. Decir unas palabras en el lugar favorito de papá.

-¿Tenía un lugar favorito? -preguntó incrédula, Allison.

-Bajo el roble -contestó en seguida, Regina. Su vista seguía clavada en el suelo, pero podía sentir las miradas sobre ella.

A veces, cuando decidía volver a hacer un intento de acercarse a su familia, corría hacia su padre quien siempre leía bajo el roble. Y mientras ella intentaba entablar una conversación, Reginald siempre las terminaba recordándole lo inútil que era.

-¿Habrá servicio de comida? -la voz de Klaus sonó más cerca-. ¿Té?, ¿galletas? Los sándwiches de pepino nunca fallan -la pelirroja hizo una mueca de asco al imaginarse los aperitivos.

-Aún hay cosas más importantes que resolver -Luther calló la pequeña discusión de Klaus y Allison por la falda que él estaba usando.

Klaus se sentó en medio de Vanya y ella, pero al ver a Regina, el hombre hizo una mueca de desagrado, acercándose más a su hermana ordinaria. Tan sólo sonrió, cansada, sin dejar de ver el suelo.

-¿Cómo qué? -habló frunciendo el ceño, Regina.

-Como la forma en la que murió -respondió Número Uno.

-No pensé que fueras tan curioso en esos detalles, Luther -habló, alzando una ceja. Todos la vieron como siempre lo hacían, le recordaban que ella no tenía nada qué hacer ahí.

-¿No dijeron que fue un infarto? -preguntó Vanya, ignorándola.

-Según el forense.

-¿No es el experto? -Regina se levantó de su asiento, caminando hacia el pequeño bar de donde vino Klaus. Eran muy raras las veces en las que tomaba alcohol, pero escuchar a esas personas le hacían querer hacerle el cerebro explotar.

Ni siquiera vio qué bebida era, sólo la sirvió en un vaso y lo bebió sin dudar. Volvió a servirse antes de volver con los demás, caminó a pasos lentos y se sentó en otra silla, mucho más lejos de los demás.

-Exacto, no vale nada -supo que se había perdido de algo importante al ver la increíble tensión entre Diego y Luther-. El que se lo llevó lo hizo por algo personal. Fue alguien cercano a él que le tenía rencor.

Automáticamente, todos giraron hacia Regina, ella seguía tomando de su bebida cuando vio todos esos ojos sobre ella. Dejó el vaso sobre una pequeña mesa de madera, con delicadeza, tratando de no verse molesta por tal acusación silenciosa.

-¿Desean una opinión? -Regina hacía el intento de ser la misma de siempre; la mujer valiente que enfrentaba a Osman en sus peleas infantiles. La osada que siempre salía a investigar algún ruido en medio de la oscuridad o la que no temía en corregir acciones en el trabajo.-. Yo acabo de volver. -habló, sin lograr nada.

-Diecisiete años después... algo curioso, ¿no? -habló Klaus, sonriéndole burlesco.

-¿Por qué sólo yo? -se acomodó en su asiento, intentando no partir de inmediato, pues les habría declarado la victoria a los otros cinco.

-No eras a la que mejor trataba -excusó Allison con simpleza.

-¡A Vanya tampoco! -se levantó de su asiento de golpe, señalando a la mujer a lado de Klaus-. ¿Acaso no recuerdan que también la hacía a un lado por ordinaria? -la típica mirada tímida de Vanya la suplía una de odio, una que siempre aparecía cada vez que estaba Regina.

-Pero es peor tener un poder inútil -atacó la mujer del violín. Regina dio media vuelta, alejándose de la sala.

Vanya había soltado una bomba. Regina llevaba años que no escuchaba la frase que la describía de niña, entendía que tal vez sólo había sido un experimento fallido que no valía lo suficiente, pero no permitiría que alguien volviera a llamarla así.

-¿A dónde vas? -exigió Luther.

-Oh, disculpa -giró, viéndolos dramáticamente-. Iré a matar a Pogo en lo que ustedes siguen haciendo su complot.

The Dark Mind |The Umbrella AcademyWhere stories live. Discover now