I. Sólo nos vemos en bodas y funerales

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ᴘᴀʀᴛᴇ ɪ
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Mierda.

Era la única palabra que salían de los labios de aquella mujer pelirroja. En sus brazos llevaba una pesada bolsa de comida, y en su mente rogaba que nada se le atravesara en su camino. La puerta de la casa se abrió apenas ella puso un pie cerca de ésta. Una mujer de canosos cabellos la recibió con una dulce sonrisa. A pesar de los años, su tierno gesto jamás cambiaría.

-Llegas a tiempo -habló la mujer, dándole la libertad de pasar al lugar que la acogió durante muchos años.

-Pensé que llegaría más tarde que Osman -comentó con una sonrisa burlesca, dejando la bolsa sobre la pequeña y antigua mesa.

-Eso sería imposible -la pelirroja da media vuelta, volviendo a ver a su amada figura materna-. Nadie llega más tarde que Osman.

Ambas rieron, y varios pasos se hacen presentes en la pequeña sala. Un hombre mayor se acercó, con una adolescente a su lado llevando una jarra de agua en sus manos. Sus jóvenes ojos parecieron iluminarse al ver a la recién llegada. Dejó la jarra en la mesa y corrió hacia ella, con los brazos abiertos, gustosa de recibirla con un gran abrazo.

-¡Regina! -ambas se abrazaron cómo si no se hubiesen visto hace años, aunque sólo habían sido meses-. Te extrañé mucho, papá no es un buen acompañante para ver maratones de Netflix, se duerme en seguida. -se quejó, separándose de su abrazo, y una sonrisa burlesca se formó en su rostro poco a poco.

El hombre se acercó a sus hijas, rodeando los hombros de la más pequeña con su brazo, alzando una ceja, interrogante por su queja.

-Es la verdad -se defendió, encogiéndose de hombros, antes de ayudar a preparar la mesa.

Regina soltó una pequeña risa, viendo a su hermana alejarse. Volvió su atención a su padre y ambos no tardaron en abrazarse.

-Siento que han pasado años desde que tú y Osman se fueron -dijo, acariciando un mechó pelirrojo de Regina. Una sonrisa ladina se formó en su rostro.

-También los extraño -respondió, acortando la frase de su padre.

Ambos volvieron a reír, la casa estaba rodeada por sonidos pacíficos que la lejanía les regalaba. Pero ese tranquilo ambiente fue derrotado por el sonido de la puerta siendo azotada.

-¡Ya llegué familia! -una voz muy conocida para todos, masculina, se hizo presente.

Todos los habitantes de la casa movieron la cabeza de un lado a otro, negando por la extrovertida actitud del primogénito de la familia.

-¿Esa bienvenida nunca cambiará? -le preguntó Regina, recibiendo a su hermano mayor con otro abrazo. El hombre rio, y su voz resonó sobre su hombro.

-También te he extrañado, cabello quemado -ella rodó los ojos, pero con una pequeña sonrisa queriendo asomarse-. ¡Madre!, ¡Padre! -exclamó alzando los brazos, de la manera dramática que lo caracterizaba.

Regina apreciaba aquella escena desde la pequeña sala. Ni una foto podría tomar la esencia de aquel momento. De su familia reunida.

A pesar del dramatismo de Osman; las modernidades de Lily, y la incomprensión de sus padres por aquellas modas, si se unían con todo lo que los hacían diferentes... se esperaría un caos, pero no era así.

Formaban una pequeña chispa, porque siempre había algo pequeño que los unía.

Y Regina se sintió en casa.

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La cena transcurría entre risas, y bromas (por parte de Osman), los hijos mayores narraban sus nuevas vidas en la ciudad mientras que su joven hermana los veía admirada.

Una reconocida voz sonó a través de la televisión, callando a todos y haciendo que su atención se volviera hacia la máquina.

-¡Kerem, tan sólo dile que está lisiada! -chilló Lily, alzando sus brazos hacia la pantalla-. No entiendo qué tiene de dramático hacer una pausa de cinco minutos en cada palabra -se quejó, cortando un pedazo de carne.

-Y un Óscar a escena más desesperante -anunció Osman levantando su vaso y guiñando un ojo hacia su familia.

-Recuérdenme por qué nos gustan estos dramas, si nos desesperan -cuestionó Regina, viendo a su familia, sin entender.

-Porque el estrés es gratis -comenzó Lily-, y todos aman lo que es gratis. -Todos guardaron silencio, volviendo su atención a la dramática escena.

"Parla...", habló el personaje de la novela turca que la familia veía. "Tu accidente..."

"Interrumpimos esta transmisión para dar un importante anuncio"

-¡Mamá pedirá que quiten el cable, y nos quedaremos con Netflix! -Lily se levantó de su asiento, apuntando con su tenedor a la mujer que hablaba por la televisión.

-¡Lily! -gritó su madre, advirtiéndole de su comportamiento.

"El excéntrico millonario, Sir Reginald Hargreeves, ha fallecido esta noche"

Regina escupió el trago de agua que había tomado, tomando a su padre por sorpresa, pero actuando rápido, le dio palmadas en la espalda.

-El muerto al pozo y el vivo al gozo -habló en voz alta, Lily, pasando desapercibida el incómodo ambiente que invadió la tranquila cena.

-¡Lilianne! -sus padres volvieron a gritarle.

Su indiscreción en los asuntos más serios era lo único que compartía con Osman, ambos hermanos hacían los comentarios más inoportunos que cualquiera podría imaginar, a comparación de Regina, que sabía cuándo guardar silencio. Más bien, ella no hablaba para nada.

-No es nuestra gente -se excusó, mirándolos, pero vio a Osman apuntar sus ojos hacia Regina. Fue cuando comprendió todo-. Oh, perdón, Gina.

Ella negó con la cabeza mientras su respiración se regulaba.

-No te disculpes, él nunca fue un padre -dijo viendo la pantalla donde se mostraba la imagen del Señor Monóculo.

The Dark Mind |The Umbrella AcademyWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu