XVI. La historia de Fengart

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LA HISTORIA DE FENGART

La asamblea quedó disuelta. Como siempre, la mayoría de los temas tratados eran poco más que insignificantes, al menos para Fengart. Una vez cada veinte lunas, los representantes de los reinos protegidos por los Jyriths se reunían en concilio. Exponían los diversos problemas y buscaban la solución en los consejos del conclave. En el tiempo que se tarda en beber agua cuando tienes sed, la sala se quedó vacía. El mago pensó un rato en lo que se expuso en la reunión. Solo lograba recordar palabras sueltas. Apenas comenzó la junta, percibió el acercamiento, no una, varias mentes buscaban el contacto con la suya. Mucha fuerza, al igual que empeño se notaba en el intento de unión. En primera instancia notó que el vigor por el acercamiento era intenso, pero de poco poder, por lo que decidió ignorar el contacto y continuar con el concilio. Por un instante los intentos cedieron. Aún así, el orador no tenía terminada la frase cuando una nueva llamada con deje desesperado lo abstrajo de nuevo de sus obligaciones, a esta última se le unió otra. No estableció comunicación, sin embargo, los continuos lazos de intentos de conexión impidieron que se concentrara en los asuntos a tratar.

¿Cómo se atrevían aquellas criaturas? ¿Qué asunto requería su atención? Se sentó, cerró los ojos, centró su pensamiento e inició el contacto. La visión se manifestó, no una sino tres, desde diferente sitios. Aquello era un embrollo de confusión, había tres sombras, todas emitían silbidos de desesperación, chillaban y gritaban de cólera. No, ni siquiera él podía ver desde tres lugares a la vez, Fengart seleccionó el enfoque más nítido, el que llegaba con más fuerza y apartó el resto de su cabeza. Lo que vio lo dejó sin aliento.

La muerte formaba parte de la vida, en su comunidad estaba presente de manera constante. Siempre eran ellos quien decidía quien moría o quien vivía. Parece ser que esto estaba cambiando. Fengart podía contar con los dedos de una mano, sobrándole más de la mitad de los dedos, aquellas personas que tal vez, solo tal vez, pudieran vencer a Pouin. Aquel ser que vio a través de los ojos de las sombras no era ninguno de ellos. Ese personaje sacó a la luz fuerzas ocultas desde hacía mucho, mucho tiempo.

El juego por el poder había comenzado. En el tablero de este juego había tales piezas que los grandiosos y temidos Jyriths eran precarios soldados sin recursos ni habilidades.

Si Pouin fue vencido, solo significaba una cosa, era cierto. El chico estaba siendo buscado desde varios frentes y el enemigo era muy peligroso.

Fengart se sentó pensativo, aun asimilando la muerte del brujo. Sabía que el poder de la magia se había desatado de nuevo, un nuevo orden acaecía. La búsqueda se estaba iniciando.

Ni siquiera los abuelos de los abuelos de los padres actuales habrían podido recordarlo. Los magos formaban parte de la comunidad, como cualquier ciudadano. Pero algo cambió y los magos se ocultaron, se retiraron al exilio, con el tiempo, de ellos, solo quedó el eco de las historias, en todas las tierras se habían olvidado. Sin embargo seguían ahí. Ahora, ese joven había desatado un entramado que iría creciendo a pasos agigantados. Si era aquel que las profecías contenían en sus líneas, la vuelta de los magos era inminente y con ellos criaturas inherentes a la magia volverían a mostrarse y los reinos de los hombres serían sometidos.

Debía actuar con rapidez antes de que los últimos y más poderosos se mostraran de nuevo. En ese chico se encontraba la clave del verdadero poder.

Después de meditar durante varios puntos de sol, sopesando cuanto estaba pasando, Fengart mandó llamar a Mundinoth.

En breve el viejo mago se presentó ante su líder.

-¡Prepáralo todo! ¡Necesito un grupo de hombres! ¡Embarcamos con la luna creciente! ¡Estaremos fuera algún tiempo, más la duración estimada en el viaje! Me voy a la isla de Zuert-inot.

EL CUARTO MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora