XXIII. Las sombras que no vemos

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LAS SOMBRAS QUE NO VEMOS

       Las llamas iluminaban la estancia danzando como si tuvieran vida propia, agotando su existencia en cada una de las lenguas de fuego que luchaban por elevarse en aquel lugar sin viento. 

        Wonkal mostró preocupación.

        —¡No se da por vencido!, en eso no ha cambiado, sigue siendo aquel joven cabezón que batallaba noche y día por alcanzar un resultado. —Dijo el mago con añoranza.

        —¡Aquel joven, ya no existe! —Matizó Qouj.

     —Por desgracia, así es. —Contestó Wonkal—. Pero... no he parado de pensar, empiezo a tener muchas dudas.

     —¿Qué está pasando? —Preguntó Qouj—. ¿Qué es lo que aún no me has dicho, Wonkal?

    —Los antiguos concilios se están reuniendo, las cuatro casas reagrupando, los generales han sido avisados. La profecía del libro de fuego... ¡El cuarto mago!

    —¡Creemos que el cuarto mago ha regresado!

   Qouj miró al mago con cara de asombro.

    —Si Kelj ha regresado, solo significa que algo, no bueno se está cociendo. ¿Qué pinta Noath en todo esto?

     —¡No lo sé! —Contestó Wonkal—. Aquel que fuera el tercero de los cinco, el que vela por las sombras, el protector de la noche... dejó de serlo tras pasar por A'lkium. Sin embargo he estado con él, creo que todavía conserva parte de lo que fue. ¡No lo sé!

    —¿Qué más tienes que contarme? —Repitió el anciano.

    El mago movió la cabeza, señalando al chico.

    —¡Después de meditarlo mucho!, de comprobar las señales y consultar a nuestros videntes. ¡Creemos que este chico que tienes a tu lado... es el cuarto mago!

     Qouj entrecerró los ojos, miró a Athim como si lo viera por primera vez. Lo observó un rato, mientras la alternancia de sombras y luz de las llamas saltaban en su rostro.

     El anciano se puso de pié con una agilidad impresionante, habló a su hijo con palabras desconocidas para los chicos, el joven de rojo hizo una especie de reverencia y se fue con premura.

     —¿Por qué no me has informado antes? —Dijo el anciano alterado.

     —Lo siento mi buen amigo, no quería meterte en asuntos de magos. —Contestó Wonkal.

     —Si ese mago es Kelj, también es asunto nuestro. Debemos protegerlo, hasta que decida mostrarse, ahora mismo bajo ese aspecto, —dijo el anciano señalando al chico— es vulnerable.  ¿Qué interés tiene el protector de las sombras en él?

     —¡No lo sé! ¡No lo sé! —Repitió Wonkal— llevo preguntándomelo desde que lo vi. Ya estuvo con Athim, no le causó daño. ¿Qué pretende? ¡Maldita sea! ¡No lo sé! Sin embargo, si tiene algo en mente, no va a parar hasta conseguirlo y te puedo asegurar, que pararlo no va a ser nada fácil.

     —Puede que no lo paremos, pero te aseguro mi buen amigo Wonkal que os  vamos a dar tiempo, mis hombres os llevaran hasta los dos ríos. Sabes que no puedo ir más allá. También sabes lo que te vas a encontrar allí.

     —¡Sí! lo sé. —Contestó el mago—. Te agradezco cuanto estás haciendo. Tal vez un día pueda devolverte este favor.

     —Ahora que sé que el cuarto está entre nosotros, no lo hago por ti. —Dijo el anciano señalando al chico—. Lo hago por él. Nos dio un regalo sin igual. Nuestra gratitud va más allá de cualquier otra creencia.  

EL CUARTO MAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora