—Porque, aunque no confíes en mí, menos confías en él — contesto seguro, señalando a su ex con un disimulado giro de cabeza.

Ella se muerde su labio inferior y sé que he dado en el clavo. Una sonrisa de triunfo se forma en mi rostro.

—Ven conmigo. Te protegeré mejor.

—Así, ¿y cómo será eso?

—Te protegeré con mi vida.

Antes incluso de poder terminar, la suave risa de Agatha rompe el silencio a nuestro alrededor. Incluso llega a relajar el ambiente tenso que nos rodea. Aunque me resultaría molesto si se tratase en otra persona, sonrío. Porque incluso con las circunstancias ella sea capaz de reírse en una situación como así.

Otro disparo. La risa de Agatha se silencia. La gravedad de la situación parece caer sobre ella como un balde de agua fría. Me mira con la desconfianza pintada en su mirada. Cruza los brazos sobre su pecho y se yergue un poco más, como diciendo: «Me voy porque quiero».

—Más te vale cumplir tu promesa, Sander.

* * *

Estoy sentado en los asientos traseros del 4x4. Al lado mía está Agatha, aunque no ha dejado de gimotear durante todo el trayecto. Intenta que no se escuche y yo le he pedido a Derek, —que es quién conduce—, que subiese el volumen de la radio y de esa forma poder ahogar su llanto. Dándole de alguna forma un mínimo de privacidad.

Me remuevo de mi asiento. La observo de reojo antes de atreverme y acercarme a ella. Agatha aparta las manos de su rostro húmedo por las lágrimas. Siento como algo dentro de mí se remueve con intensidad cuando su mirada canela se cruza con la mía. Me acerco con cautela para no enfrentarme a una nueva negativa por su parte.

Le rodeo los hombros y la acerco a mí. Ella no se opone a mi acercamiento. Acaricio su brazo con lentitud en un intento de consolarla. Escucho como se escapa de sus labios un sollozo. Noto el temblor de su cuerpo al tenerla abrazada y pegada a mí. Su olor a cereza es capaz de embriagarme totalmente. La abrazo con más efusividad que antes. Entre llanto y llanto decide hablar.

—Fue culpa mía. Yo fui culpable de su muerte —confiesa mientras el torrente lagrimal se escapa de sus bonitos ojos pardos.

Le retiro varios mechones que se han pegado por las lágrimas.

—¿De quién?

Anuqué intento mostrarme sereno tengo el miedo a punta de cañón por saber la respuesta. Porque, en realidad, muy dentro de mí creo saberla.

Ella me mira una última vez antes de ocultar su cara en el hueco que hace mi cuello con mi hombro. Desde ahí me relata la trágica historia —con la voz ahogada, por el llanto y la cercanía a mi cuerpo —de cómo perdió a su mejor amiga. Sucedió en un encuentro con uno de los narcotraficantes más importantes de Downtown y Summerville. Al terminarla, la culpa se instala en mí por completo.

—Lo siento —susurro y mi voz se rompe al finalizar la frase.

Nunca he llegado a creer que los sentimientos de una persona pudiesen afectar los míos —a no ser que fuesen los de mi hermana —. Y, sin embargo, ahí estaba yo, afectado porque Agatha llorase rota por la muerte de un ser querido, entre mis brazos. Salió del escondite de mi cuello. Sus mejillas brillaban baja la luz de luna por culpa del rastro de lágrimas. Me observa confundida al encontrarse con la culpabilidad presente en mis facciones.

—Lo siento mucho, Agatha. Yo también estuve allí —vuelvo a pedir perdón.

Dejo que mis palabras se asienten en ella. El silencio vuelve a reinar entre nosotros. Entonces, ella impone la mayor distancia entre ambos, apartándose de mí.

—Agatha, escúchame, por favor.

Agatha comienza a negar repetidamente con la cabeza. Intento acercarme a ella. Lo único que consigo es que se aleje más de mí. Cada vez más cerca de la puerta. Mira a todos lados evitando cruzar su mirada con la mía. De repente, sus ojos se fijan en el maletero. Esta vez, si clava su mirada en mí. De un rápido movimiento, se lanza hacia la parte trasera del vehículo. Antes de comprender que estoy haciendo, imito su gesto y también acabo en la parte trasera del coche.

 Antes de comprender que estoy haciendo, imito su gesto y también acabo en la parte trasera del coche

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