10

1.9K 208 57
                                    

AGATHA

-10-

Nos encontramos en una pequeña sala. Le di un apretón de manos a Etham. También a los otros dos chicos que le acompañaban. Uno tiene el pelo rapado. Su rostro es afilado. Su mentón estaba apretado cuando estrechamos las manos, ahora parecía estar más relajado. El otro si me resultó más familiar. Era el pelirrojo de rostro pecoso con el que me topé en la puerta del laboratorio. Aunque él no logra reconocerme. Eso me tranquiliza en sobremanera.

La mirada amarillenta y curiosa de Sander no se ha despegado de mi persona. Todavía no está seguro de quién soy o eso es lo que quiero pensar. Mi supuesto patrocinador se sienta en la silla metálica y oxidada, colocada detrás de una mesa también de un estado deplorable. Los dos hombres que han venido con él se han colocado a su lado. Un par de hombres trajeado han rodeado al trío. Es una imagen que se me antoja bastante familiar. No en el buen sentido.

—En este maletín está el pago —informa el chico de pelo rapado, con tono de voz grave junto a un acento peculiar.

Como si se tratase de una mala broma, no puedo evitar que su voz me cale hasta tal punto que me recuerde aquella fatídica noche.

Marine y yo, íbamos entrelazando manos mientras que Liam estaba a mi lado y Óscar al lado de mi mejor amiga. Carlos iba detrás de nosotros, junto a las dos armas que sobresalían de la cinturilla de su pantalón. Aquel dato me puso muy nerviosa. Nunca antes había ido armado a los pagos. No entendía porque ahora sí.

Entramos por aquella puerta metálica y pesada, que se cerró de un fuerte portazo detrás de nosotros. En el centro de la sala, había un hombre de pelo canoso y gafas de sol. Su rostro estaba cubierto por una barba de color parecido a su cabello e iba con un bonito y caro traje. El pequeño despacho en el que nos encontrábamos estaba vigilado por cuatro grandes y corpulentos seguratas.

Al lado de lo que suponía que sería mi «jefe», se encontraba un chico de aspecto similar. Pero su pelo era dorado y algo despeinado. Además, que a diferencia del hombre trajeado que observaba todo con aburrimiento él tenía una actitud demasiado arrogante. Este nos sonrió con suficiencia y posó su mirada en el hombre más mayor. Un chico de cabellera rapada, se colocó a su lado y nos mostró un maletín plateado de alta seguridad.

—En este maletín se encuentra el pago por vuestro trabajo —nos informó con aquel acento, demasiado duro y serio.

Yo me relamí los labios por el triunfo. Pronto aquel «bebé» iba a ser mío.

Pero entonces se volvió negro. Se volvió peligroso. Se volvió demasiado para unas chicas de dieciséis años. Estaba claro que el desenlace fue horrible. Me quedé sin el dinero y con una muerte en mis hombros.

Cuadro los hombros. Miro desconfiada a aquel hombre y a mi supuesto patrocinador. Estoy tranquila porque tengo a Liam a mi lado. Volteo para mirar a mi acompañante y asegurarme de que ha traído una pistola. En efecto, esta se encuentra en su pantalón. Debería parecer mal que fuese armado, pero logra relajarme y suelto el aire que no sé qué estoy conteniendo.

—Aquí está el pago por tu trabajo —vuelve a repetir el chico.

Y aquellas palabras consiguieron hundirme del todo. Las mismas palabras que había recitado esa noche. Pero ahora ya no había un plural. Ya no éramos dos. Era y soy una sola.

Me pego a Liam y agarro con fuerza su camiseta mientras intento mantener la compostura. Rodeo su brazo y lo aprieto con fuerza, intentando contener las ganas de llorar. Él me mira confundido. Cuando su mirada oscura como la noche se encuentra con la mía comprende mi malestar y me rodea, apretujándome a él. El gesto no pasa desapercibido. Etham tiene la mirada clavada en nosotros. Incluso con más curiosidad que antes.

Liam levanta la mirada, y revisa todo lo que encuentra entre aquellas cuatro paredes con el ceño fruncido. Veo como la vena de su frente se hincha un poco más. Entiendo que se está preparando para luchar. La mano que tiene libre, la cierra con fuerza en un puño.

Silencio.

Tensión.

Miradas.

Todas y cada una de ellas recae en mí, en espera a mi siguiente movimiento. Pero cuando voy a hablar, el llanto se me atora en la garganta. La resistencia que había demostrado para no derramar ni una sola lágrima. Estoy llegando a su límite. Trago con dureza. Inspiro y expiro.

Decido centrar mi mirada en mi exnovio. En su melena castaña y mirada oscura, repleto de tatuajes. Después de todo lo que ha pasado, incluyendo lo de la última noche, me siento segura y protegida a su lado. Agarro de nuevo su camiseta, llamando su atención. Acerca su rostro al mío, consiguiendo aquella complicidad que solíamos tener no hace menos de un año resurja entre nosotros.

—Liam... vámonos —susurro, sin disimular el miedo y la incertidumbre que me rodea.

El me mira. La mano que antes tenía apretada en forma de puño, la relaja y me retira un rizo de mi rostro mientras me ofrece aquella sonrisa tan suya. Esa que era capaz de arrancarme una a mí. Pero esta vez no funciona. Estoy demasiado nerviosa.

—Señores, tendremos que posponer la reunión —informa al resto.

Desvía su mirada de mí y eleva su rostro junto aquella voz grave y calmada que denota confianza en cada sílaba. Mi patrocinador asiente. Pero no sin antes retirarse las gafas y la gorra por completo, dejándome observarlo. Paseo mi mirada por Etham Sander. Su pelo rubio y largo, algo desordenado; su mirada color miel con aquel brillo curioso y la barba incipiente que ha comenzado a ensombrecer su rostro.

No cambio de parecer. Su amigo fue uno de los tantos culpables de la muerte de Marine, —yo incluida—. Liam decide girarse y yo con él. Comenzamos a andar hacia la puerta de salida. Nadie nos ha impedido nuestra huida. Estoy a punto de girar el pomo. La mano me tiembla mientras lo hago girar. Entonces, lo escucho.

Un disparo.

Dos disparos.

Tres, cuatro y cinco más.

Me quedo helada en el sitio. Dejo que el estruendo del exterior nos envuelva del todo. Noto como mis rodillas tiemblan, y yo con ellas. Otra vez no, otra vez...

—¿Liam? —pregunto aterrorizada por la banda sonora que tenemos en la noche de sábado.

Él me ofrece una mirada que intenta ser tranquilizadora. Pero consigue todo lo contrario.

El sonido de las estruendosas pistolas no deja de rememorar recuerdos. Como en una sucesión la noche en la que mi vida, ya mierdosa, logró tocar fondo se repite en mi cabeza. Cuando mi alma entera se despedazó y mi corazón se hizo trizas. La noche en que mi mejor amiga murió.

La noche en que unas pistolas similares le arrebataron la vida a Marine.

La noche en que unas pistolas similares le arrebataron la vida a Marine

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Opuestos PositivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora