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AGATHA
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Observo todo a mi alrededor con curiosidad. No tengo claro qué era lo que me esperaba cuando acepté venir al apartamento de Etham, pero esto estoy segura que no.

La fachada del bloque se cae a pedazos y está derruido, sin embargo, en el interior de su piso el minimalismo es lo que destaca.

El tamaño es sorprendentemente pequeño, pero se le ve orgulloso del lugar al que supongo que llamará hogar. Tiene distintos cuadros de un pintor reconocido repartidos por las paredes grisáceas junto a pequeños marcos de fotos dónde sale junto a una chica pelirroja o con los chicos con los que se suele juntar.

Estoy delante de una foto en la que sale él sonriendo, abrazando a la chica pelirroja por la cintura junto a una mujer de melena rubia y mirada miel. No tardo en llegar a la conclusión de que se trata de su madre.

No obstante, no sé quién es la chica pelirroja, pero tienen una relación muy estrecha debido a la cantidad de fotos que tiene junta a ella.

De forma inexplicable y totalmente injustificable, siento que una punzada de celos me invade.

"¿Etham tendrá novia?"

—¿Quieres cenar algo? —pregunta él, devolviéndome de mis pensamientos.

Asiento con la cabeza sin saber qué decir más. Todavía no me acostumbro a la cercanía entre ambos y no quiero que note el nerviosismo en mi voz.

Acorta la distancia entre los dos. Él coloca una mano en mi baja espalda y me dirige, a lo que supongo, será de la cocina. Se trata de un pequeño espacio dónde una isla ocupa la mitad de él, aunque tiene varios cacharros encima de esta.

Se separa de mí y noto como el calor que estaba experimentando se marcha con él. Un estremecimiento me recorre de pies a cabezas al pensar en ello. Abre la nevera y empieza sacar un montón de productos.

Lo miro entre curiosa y confundida, aunque no tardo en fijarme en cómo la camisa se ciñe a los músculos de su espalda y se aprecian incluso más cuando se tensa. Tiene ambas mangas remangadas y puedo vislumbrar un tatuaje tribal en su brazo izquierdo.

—¿Qué te apetece? —cuestiona, señalando los distintos alimentos crudos que ha sacado del frigorífico.

—¿Sabes cocinar?

Es lo único que soy capaz de formular.

"No. Te lo pregunta para que le cocines tú", me respondo a mí misma con ironía.

—¿Pizza, entonces? —responde en tono burlón.

Asiento de nuevo.

La cocina es una de mis habilidades no desarrolladas —y que no creo que desarrolle nunca—.

Guarda el resto de comida que no va a utilizar y se pone manos a la obra. Yo me quedo ahí, apoyada en la encimera observando embelesada como se mueve por la cocina cómo si estuviese hecho para esto. Se tensan al amasar la masa por culpa del esfuerzo y el flequillo se le pega a la frente por el calor que comienza a desprender el horno. Sin embargo, se le ve feliz haciendo todo eso.

Y sin saber muy por qué, estoy sonriendo mientras lo miro.

—¿Nunca has pensado en hacerte chef? —suelto sin venir a cuento.

"Palmada mental por bocazas"

Etham levanta la vista de la bandeja dónde estaba colocando la pizza no cocinada para centrarla en mí. Enarca una ceja y la sonrisa canalla comienza a abrirse paso por su rostro.

Opuestos PositivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora