-'tres'

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  —Is it too late now to say sorry? Cause I'm, missing more than just your body. Is it too late now to say sorry? Yeah I know that I let you down, Is it too late to say sorry now?

   —Cristo Santo, por favor, ya cállate.

  El hombre de peculiar cabello verde y gran traje del mismo color afelpado se quejó, apretando sus manos contra sus oídos con el fin de callar el sonido que lo estaba volviendo loco.

  Desde que lo había llevado, aquel joven no se detuvo en cuanto comenzó a cantar canciones a todo pulmón. Y por lo visto, tenía mucho aire en sus pulmones. Nota tras nota, llegaba a la más alta para asegurarse que su captor fuera capaz de escucharlo.

  Durante mucho tiempo de su vida ese peculiar personaje vivió solo, le gustaba el silencio, la tranquilidad. Y en menos de dos horas, ese joven castaño lo estaba logrando volverlo loco.

   —Tks, no sabes de buena música —bramó JungKook, sujetándose de los barrotes de dulce que formaban su cárcel.

  Justo cuando estaba entrando a su casa, pensando que debía buscar el resto de ingredientes y comenzar su pastel, fue sorprendido al ser tomado bruscamente y encerrado en una gran bolsa navideña. Fue llevado como un saco de papas sin poder ver nada durante todo el camino, creyendo que algún loco quería aprovecharse de él.

  Tras unos minutos fue arrojado con brusquedad, encarcelado en esa prisión como un criminal. Fue una sorpresa ver el rostro de su captor, de piel pálida y gatunos ojos que lo miraban con seriedad.

  Cuando dialogar con él se hizo inútil, y en vista que no estaba obteniendo respuesta alguna, comenzó a cantar a todo pulmón lo que su garganta daba. Si no quería escucharlo por las buenas, lo haría por las malas.

   —Al contrario, mi enjaulado amigo —señaló el peliverde, apuntándolo con un dedo desde su trono—. Tengo un gusto musical exquisito. Lo que no tolero es tu voz taladrando mis oídos.

  El palacio del Grinch, esa era su ubicación. En su mente seguía preguntándose qué hacía allí, pues no tenía ninguna herida en su cuerpo y el contrario no parecía tener intenciones de lastimarlo. En donde estaba tenía agua y algunas galletas, aunque no se había atrevido a probarlas. Tenía una cama bastante cómoda y un espacio considerable. Era una buena celda, o lo mejor que una celda podía ser.

  JungKook rió, su cabello castaño cubriendo parcialmente sus ojos—. Claro, te creeré —exclamó con sarcasmo, tocando los barrotes que lo retenían—. ¿Crees que si lamo lo suficiente los barrotes, podré escapar?

   —En tus sueños, niño —burló el peliverde—. Te llevaría meses poder con esos barrotes, tienen magia. Te romperías un diente si intentas morderlos siquiera.

  JungKook hizo una mueca, pateando un poco aquello que lo encerraba.

  Debía aprovechar aquella oportunidad, su captor se rehusó a hablarle durante todo ese tiempo. Quería averiguar el por qué estaba allí.

   —Ya que de pronto estás conversador, ¿te importaría decirme por qué me trajiste aquí?

  El pálido apenas le dió una mirada, volviendo a jugar con una bola de cristal que encerraba nieve adentro entre sus manos.

   —Bien, un hombre de pocas palabras, yo respeto eso. ¿Qué? ¿se supone que ahora soy la damisela en peligro? ¿Haré el papel de princesa en espera de mi héroe? No te ofendas, pero tal vez necesites lentes, porque yo soy un chico.

   —Bien, serás el damiselo en peligro, el príncipe atrapado. Como prefieras llamarlo.

  El castaño rodó los ojos al recibir respuestas sarcásticas.

El Cuento de TaeClaus── ⋙TAEKOOKWhere stories live. Discover now