Se acerca a mí, me besa la coronilla y me revuelve mi rebelde pelo. Me desea suerte en este primer día de clase y desaparece por el largo pasillo, en dirección a su despacho. Me apoyo en la encimera y doy pequeños sorbitos al café de mi taza. Mi vista se pierde en una de las tantas fotos que hay en la pared a la derecha del salón. Aparecemos mi hermano y yo, mi hermano solo, yo sola, con mi padre e incluso con mi madre. Aunque intento no pensar mucho en ella. La echo de menos cuando no debería. No se lo merece.

Noto como una lágrima se escapa de mis ojos. Me la retiro lo más rápido posible. Dejo la taza de café en el fregadero y me marcho al baño para terminar de prepararme mientras espero a Jairo. Me remojo la cara para retirar la rojez que han adquirido mis ojos por las el llanto repentino de hace unos momentos. Me aplico base para disimular las ojeras que han empezado a formarse debajo de mis ojos y también me aplico de rímel, alargando aún más, mis largas pestañas. Pero es lo único llamativo de mi rostro: mi iris es de un marrón tan corriente... y bueno, las pocas pecas que tengo en la nariz. Aparte de eso, puedo pasar muy desapercibida. Eso me agrada.

Voy a sentarme en el sofá para hacer tiempo, cuando una molesta bocina no deja de sonar a las afueras del edificio. Salgo a la ventana para confirmar que ya está Jairo allí, aparcado en la acera con su coche deportivo de color azul eléctrico.

«Será pijo» pienso divertida.

Le hago señas para que acalle aquel alboroto que estaba formando. Vuelvo a entrar a mi casa, cojo mis cosas y salgo por la puerta.

«¡Universidad, allá vamos!»

* * *

Llegamos a la famosa Universidad SMV. Los nervios que se habían tranquilizado en el trayecto, han vuelto a resurgir con una fuerza desmesurada. No quiero cagarla. No quiero llamar la atención. Pasar desapercibida es mi objetivo.

-Ag, te tienes que tranquilizar -me aconseja Jairo, mientras sale del coche y yo con él.

Desde fuera es incluso más impresionante. La universidad se divide en tres grandes edificios rodeados por jardines y estatuas abstractas que no comprendo en absoluto. Los edificios están completamente acristalados y se pueden vislumbrar las inmensas aulas.

Cuando la carta de la beca me llegó, ofreciéndome cursar aquí no pude contener la alegría que me provocó. Aquí estoy, dando pequeños y disimulados saltos de alegría como si fuese una niña pequeña que ve a Papa Noel por primera vez.

-¿Jairo?

Él se encuentra recostado sobre el capó de su coche, fumándose un cigarrillo con una tranquilidad pasmosa. Cuando adopta esa actitud, me entran ganas de estampar algo contra su cara, aunque con ello consiga estropeársela.

-Me va a dar un puto para cardíaco y tu estas ahí, fumando -refuto, intentando parecer enfadada.

No obstante, cuando él voltea su rostro para observarme, una sonrisa picarona aparece en su cara y me cuesta mucho más aguantar mi enfado.

Jairo Ruiz, mi estúpido mejor amigo. Metro ochenta. Con unos increíbles ojos azules, que hacen un contraste asombroso con su piel clara y su oscuro cabello junto a su cara moteada de pecas. Dándole aquel toque aniñado que vuelve locas a las chicas.

-Perdona si no me estreso, Ag. Es la universidad, no big deal.

Vuelve a inhalar de su cigarro y suelta humo en un movimiento tan natural, que parece que lleva toda la vida haciéndolo. Cuando termina de consumirlo, lo apaga en la suela de su zapatilla para tirarlo al suelo.

Lo miro de forma reprobatoria. Él suelta un suspiro perezoso. Sabe perfectamente lo que pienso sobre contaminar de esa forma las calles. Así que sin necesidad que tener que decirle nada, recoge el cigarro que ha tirado al suelo y lo lanza al cubo de basura. Vuelve a mirarme. Enarca una ceja en espera a que yo haga algo. Asiento y me acerco a él, sonriendo ampliamente por haberme hecho caso por una vez en su vida.

Él rodea mis hombro. Comenzamos a andar hacia el interior de uno de los edificios universitarios, más en concreto el de ciencias.

Si el exterior era impresionante, el interior es igual o incluso más. Todo el edificio está pintado de blanco, exceptuando los murales que hay esparcidos por las plantas que están hechos gracias a los estudiantes de arte - que se encuentra en el edifico A-.

Jairo y yo seguimos andando juntos, levantando miradas curiosas de algunos universitarios que se encuentran paseando por los pasillos. Más universitarias que universitarios, pero, aun así. Noto como me acaloro por ello. Yo que quería pasar desapercibida, pero con Jairo es una especie de misión imposible.

-¿Por qué llevas las gafas de sol? -pregunto curiosa, con un leve temblor en mi voz por los nervios que aún siguen recorriéndome.

Él baja su mirad, hasta encararme y las levanta para guiñarme un ojo.

-Para darle más misterio, Ag. -comenta con falsa indignación. Vuelve a guiñarme un ojo antes de ponerse las inservibles gafas de sol de nuevo.

-Vete a la mierda, Jairo Ruiz -contesto, haciendo un mohín de frustración y cruzando los brazos alrededor de mi pecho.

-Ya estoy con ella, Ag -responde, riéndose al final de la frase.

Intento zafarme de su agarre y él afianza su fuerza, para que no me aparte de su lado. Gruño por la frustración. Cuando consigo distanciarme de él y me giro bruscamente para continuar mi camino en solitario, entonces ocurre.

Choco con algo, con alguien para ser más exacto. Agradezco a mi yo del pasado por no llevar nada en las manos y haberlo guardado en la mochila. Porque si no hubiese sido más vergonzoso de lo que ya es. Levanto la vista de forma cautelosa y me doy de bruces con unos impresionantes ojos miel, que me observan de forma curiosa.

Me quedo más tiempo del que debo anclada en su mirada. No soy capaz de apartarla. Resulta... hipnotizante. En el rostro de él, se forma una sonrisa torcida que muestra un hoyuelo, provocando que fije mi mirada en sus labios rosados.

Desvío mis ojos de ellos al darme cuenta de lo que he hecho y vuelvo a posar mi mirada en la suya. Me observa con impaciencia., Veo cómo aprieta la mandíbula, marcando un músculo en él.

Carraspeo incómoda. Me hago a un lado. Pido disculpas con la voz teñida de vergüenza y aparto la mirada de él por completo. Paseo mi mirada por el pasillo en busca de Jairo. Al dar con él, me acerco. No me separo de su lado hasta que llegamos a la clase.

«Pasar desapercibida, ¿no?»

«Pasar desapercibida, ¿no?»

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