Se ríe con tanta tranquilidad que me asusta. Los amos no... se ríen de las cosas que digo. Piden deseos, yo se los concedo y luego me voy a casa.

—Ten —dice y me tira el mando a distancia del televisor.

—Ummm, gracias.

Y sobre todo, los amos no invitan a los genios a ver la televisión con ellos.

Divago mientras le doy al botón de encendido, los recuerdos de Caliban fluyen por mi mente. La mayoría son de mí sentado en mi apartamento, contemplando las calles bordeadas de flores y la ciudad verde y plateada que hay más abajo, mitad metrópolis, mitad jardín pero brillante y resplandeciente.

Mi apartamento era pequeño, pero tenía un buen balcón que daba a la ciudad destellante y a las montañas del horizonte; no tenía nada que ver con los pisos estrechos, con olor a cerrado, que he visto en este mundo. Cierro los ojos y recuerdo cuando caminaba por los parques de jacintos y bocas de dragón en flor, cuando comía verduras al curry y arroz jazmín, mirando las luces del cielo...

Suspiro. Tengo que dejar de entretenerme pensando en mi hogar. Lo único que consigo es sentirme peor. Abro los ojos y miro la televisión. Un rostro familiar aparece en la pantalla.

—¡Oye, yo conozco a ese! Es uno de mis antiguos amos.

JiMin levanta la vista del papel.

—¿Quién?

—El tipo del abrigo largo. Sabía muy bien los deseos que quería pedir.

Volví a Caliban en veinte minutos. No me acuerdo de su nombre. De hecho, ahora que lo pienso, nunca he sabido el nombre de ningún amo hasta ahora.

JiMin abre los ojos de par en par y mira la pantalla parpadeando.

—¿Kim Jaebum? —pregunta, lleno de asombro.

Asiento.

—¿Qué pidió?

—¿No es evidente? —digo, señalando con una mano la pantalla—. Fama.

—¿Por eso es famoso? ¿Por un deseo?

—¿No has visto sus películas? No habrás pensado que la consiguió por sus aptitudes de interpretación, ¿no? Concedo deseos, no hago milagros.

JiMin vuelve a mirar la pantalla, con los ojos entrecerrados por el sobrecogimiento.

—Supongo que tiene sentido —dice en voz baja mientras mi antiguo amo actúa bastante mal—. Guau.

—Intenté convencerle de que deseara ser un buen actor en vez de desear ser un actor famoso, pero me contestó que los buenos actores no siempre se hacían famosos —añadí.

JiMin cambia otra vez.

—¿Qué otros deseos has concedido?

Su pregunta directa tira de mí, pero no es muy fuerte; sólo me está preguntando, no exige una respuesta.

«Un cambio muy bueno que suelen tener los amos», pienso antes de responder:

—La mayoría de veces son cosas normales. Dinero, éxito, amor... Una vez una mujer me pidió que le devolviera la vida a su perro. Fue un deseo interesante, un tanto raro, pero la hizo muy feliz. No debería estar contándote esto. Creo que rompe la primera norma. Pero, oye, a lo mejor si te desvelo sus deseos, te doy alguna idea.

—¿Le devolviste la vida a un perro? —pregunta JiMin—. Ese... ese es un deseo maravilloso.

—Supongo.

Tres Deseos: Una Novela Mágica || YoonMinWhere stories live. Discover now