—No voy a usar un deseo para una estupidez —digo entre dientes. La verdad es que no sé qué es peor, si tener el deseo de un pelo bonito, ropa y formar parte de algo o que un desconocido lo sepa—. ¿Vas a estar... bueno... vas a estar otra vez todo el día apareciendo y desapareciendo?

—Sólo vengo cuando tú quieres o cuando tienes un deseo.

—Entonces... ¿me lees la mente? —digo y se me pone la piel de gallina en los brazos por los nervios.

El genio pone los ojos en blanco.

—No. Eres mi amo, así que estamos conectados hasta que pidas los deseos. Cada vez que quieras que esté contigo o que tengas un deseo, aquí estaré; ni siquiera tienes que llamarme en voz alta. Yo siento cuándo quieres que me presente. Es difícil de explicar, pero no leo la mente.

—Ah —digo, no muy seguro de haberlo entendido.

—Y si no quieres que esté aquí, sólo tienes que decirme que me marche. No puedo desobedecer ninguna orden directa tuya, amo.

Hay un toque de sarcasmo —¿o es arrepentimiento?— en su voz.

La palabra «amo» hace que me dé un escalofrío.

—No me llames así —digo en voz alta.

Es extraño oírle decir esa palabra, como si alguien dijera que soy «sexy».

El genio levanta una ceja.

—¿Y cómo se supone que debo llamarte?

—¿JiMin?

—No tenemos que llamar a los amos por su nombre.

Le miro, nervioso.

—Yo no soy el amo de nadie.

El genio respira hondo y pone los ojos en blanco.

—Muy bien, te llamaré JiMin —acepta—. Ya llevo aquí diecinueve horas, JiMin. ¿Sabes? Lo del nombre infringe el primer protocolo y tendré problemas cuando vuelva.

—Gracias —digo sinceramente—. Y gracias por infringir... ¿el protocolo? —pregunto.

Pone una mueca, como si mi pregunta le hiciera daño.

—Existen tres protocolos principales para los genios que están en la Tierra: respetar al amo, ser visible sólo para el amo y volver a Caliban lo antes posible. Por lo que llamarte por tu nombre de pila es una de las muchas
maneras de romper la primera norma. Hay una lista exhaustiva para cada protocolo. Te daré una copia.

—Ah —digo otra vez sin estar seguro de si está siendo sarcástico, pero lo que sí es cierto es que, haya protocolo o no, sigo sin dejarle que me llame «amo». Es espantoso—. ¿Qué pasa si te saltas el protocolo?

Suspira.

—Recibimos el castigo de los Genios Ancianos. A veces nos encierran. ¿Conoces la historia del genio en la lámpara? No era más que un genio que encerraron en una lámpara en medio del desierto por saltarse el protocolo. Así que preferiría no infringir las reglas, gracias.

—Vaya. Entonces... ummm... es que... «amo»... —me esfuerzo por que me salgan las palabras y trato por encontrar un término medio para que el genio no quede atrapado en una lámpara ni que tenga que llamarme «amo».

Por fin el genio alza las manos.

—Da igual —dice, negando con la cabeza, irritado—. Ya me ocuparé de los Ancianos cuando vuelva. Si es que vuelvo.

Asiento, me aparto de los cuadros de JiSoo y voy hacia los míos, con la esperanza de que el genio desaparezca de nuevo si le ignoro.

Con cariño, paso un dedo por mi lienzo. Me encanta pintar, aunque sé que no soy precisamente un magnífico artista. Para el instituto puede que se me dé bien, pero no soy un profesional. Eso sí, cuando pinto, es como si mis emociones cayeran a través del pincel, brillaran, se atenuaran, las manipulara o se ocultaran. Todo lo de TaeHyung, lo de ser invisible, lo de querer formar parte de algo... Lo puedo decir en un lienzo de un modo que nunca podré expresar en voz alta. Cuando la gente me pregunta sobre mis cuadros, les contesto que tienen un significado abstracto, pero en realidad todos hablan sobre mí a gritos en acrílico.

Tres Deseos: Una Novela Mágica || YoonMinWhere stories live. Discover now