Cuando el golpe se enfría

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Cuando tienes un evento traumático, el cuerpo sabe cómo protegerte. Entra en estado de shock, genera más adrenalina y está en estado de alerta. Eso sucedió el día que choqué. Al bajarme abrir la puerta del auto pensé que estaba bien, que no me había sucedido nada. Con el pasar de las horas, al bajar la temperatura del ambiente y cuando por fin me calmé, me di cuenta de mi error. Mi cuello estaba tenso, voltear de un lado a otro, una tarea totalmente habitual y cotidiana me parecía imposible. Mi rodilla estaba hinchada, había golpeado con ella el volante al momento del impacto. Dolía, no podía doblarla. 

Cuando llegué al hospital y me quité la blusa para que me revisara la doctora en emergencias me di cuenta que tenía una marca del cinturón que me ayudó a resistir el impacto, una línea que atravesaba mi cuerpo para recordarme lo que había vivido -no es que lo necesitara-, pero así me di cuenta cómo tenemos esa tendencia a protegernos de las cosas, tanto en el aspecto físico como en el mental. 

Al pasar de los días, intentaba dejar este horrible incidente atrás y pensaba que lo estaba consiguiendo, hasta que apareció en mi Facebook un mensaje de una mujer a la que yo no conocía y que derivó en una breve, pero interesante conversación:

-"Hola, disculpa, ¿tú eres la persona que chocó con mi esposo?" 

-"Sí", respondí sin siquiera asegurarme que fuera la misma persona con la que choqué, cosa curiosa pues no era la mujer que estaba con él en el auto. 

-"Oye, quería ver si podrías contarme más sobre el accidente, ¿dónde fue? ¿cómo sucedió? ¿con quién iba? Por favor, eres mujer, sé que me entiendes".

Decidí que ahí debería terminar la conversación. Verán, para mí, el hecho de que me preguntara con quién iba su esposo, y apelara a la carta del feminismo barato, era motivo más que suficiente para convencerme de que ella sabía que su esposo tenía una amante, novia o "amiga" y que ella misma se había convencido de no querer ver la realidad, así que decidí que no era mi lugar sacarla de su shock.

No crean que fue sencillo.  En momentos mi impotencia y coraje por el accidente me llevó a meditar el decirle todo simplemente para vengarme del sujeto que ocasionó el accidente y me dejó incapacitada por casi un mes, pero después pensé ¿por qué tendría que lidiar yo con la culpa (que sabía que inevitablemente tendría) de que se rompiera su burbuja? ¿Acaso yo era responsable de hacerlo por habernos topado en una intersección, como una especie de mandato divino?  ¿Por qué me tocaría a mi decirle que sí, que en efecto, su esposo le era infiel y que además, su cuñado lo estaba ayudando a engañarla?

Así que hice lo que cualquier persona, nativo digital haría... la dejé en "visto" y eliminé el mensaje. Ahora me arrepiento un poco de haberlo hecho, me gustaría tener la capacidad de "visitar" su perfil a ver si ya decidió quitarse la venda de los ojos o si aún está jugando a la casita feliz y fingiendo su cuento de hadas, pero supongo que el quedarme con la duda es el precio que debo pagar por ignorar el "mandato divino de las casualidades" y no haber actuado como interventora en este asunto. Ya qué. 


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