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Y el tiempo pasaba. De mirar la pared a mirar el techo. De beber té a ese ardiente vodka caducado.

Como si nadie esperase el momento indicado.

Pero llegó, más por el agotamiento de esperar que por el remordimiento de saberlo.

Y una cabellera rubia se situó delante de una puerta rodeada de golpes de recuerdos.

Que escondía un pasado siempre eterno.

Y que separaba el mundo en dos.

Unos ojos se posaron sobre los suyos, y agrandandose le cerraron la puerta en la cara.

Y Cenicienta tampoco bailó esa noche. Y el príncipe creyó ver un espejismo.

Y el reloj sonó, y los recuerdos volvieron. Se cumplió un aniversario.

Y él entendió que su Cenicienta también había huido. Que aún vivía. Que no había muertes. Que ya no le quería.

Y que esos seis años despreciados en su vida, no habían merecido la pena.

Goodbye DarlingWhere stories live. Discover now