Todos nos reímos por lo bajo y la profesora se ruboriza. Ken sonríe de esa forma que normalmente vemos en los príncipes de Disney. Es el único que conozco que podría decir esa frase sin recibir un castigo a cambio. También es el único que conozco que no sé cómo se las apaña para formar parte de todo.

Sus amigos son los líderes de todos los grupos cerrados, los guapos y famosos del instituto que tienden a atraerse entre sí, la Familia Real. Trato de imaginarme cómo serían los anchos hombros de Ken en acuarela. Ojalá averiguara su secreto, cómo formar parte de todo. Ojalá no me sintiera invisible.

Suspiro y me pregunto si tendré la mala suerte de ir caminando a casa bajo la lluvia como pasó ayer, y me vuelvo hacia la izquierda para echar un vistazo por la ventana.

Unos ojos de color castaño oscuro se cruzan por un instante con los míos.

Reprimo un grito ahogado. Se supone que a mi lado hay un pupitre libre. ¿De dónde demonios ha salido?

Los ojos pertenecen a un chico de piel blanquecina que está sentado inmóvil como un gato que se prepara para atacar a un ratón. Me está mirando fijamente, con tanta intensidad que de hecho puedo notar su mirada traspasando mi piel. Sus ojos son penetrantes como los de un animal, indulgentes como los de un ciervo, o algo parecido, pero también intensos como los de un tigre. Aunque me muero de ganas por apartar la mirada, no puedo, como si unas cuerdas me mantuvieran unido a él. La piel del desconocido resplandece incluso bajo las anodinas luces fluorescentes del instituto, mientras la voz de la señorita Kim recita con más monotonía de lo habitual.

El mundo se desdibuja en los contornos de mi visión.

¿Quién es?

Parpadeo como una fiera para hacer que el mundo vuelva a ser tan nítido como antes, pero lo único que veo son sus acuosos iris azul oscuro. Me estoy ahogando en ellos. Algo va mal. Me estremezco y hago un esfuerzo por apartar mis ojos de los suyos. Me duele, como si él envolviera mi mirada con sus dedos.

Intento concentrarme en la pizarra blanca que hay en la parte delantera de la clase, pero siento sus ojos sobre mí. La piel de los brazos se me pone de gallina. Quiero ignorarle, pero una parte de mí no puede evitar morirse de ganas por mirarlo de nuevo. Había estado mirándome, estudiándome, como yo estudiaba a los demás. ¿Por qué? Froto un labio contra el otro y me vuelvo hacia él con cuidado, usando la gorra de mi sudadera como un escudo entre nosotros.

Pero se ha ido.

No sólo del escritorio, sino de la clase. Nadie ha tocado la única puerta que hay en el aula, pero el desconocido no está por ningún lado.

Al final he perdido la cabeza, ¿no?

Doy un brinco cuando suena el timbre. La clase ha terminado. Arrugo mis escasos apuntes, los tiro dentro de mi mochila y me dirijo hacia la puerta. El resto de la clase sale corriendo por el pasillo; cuanto antes llegas al vestíbulo, más rato tienes para hablar antes de tu próxima clase.

Me entretengo un poco más y pienso que quizás el desconocido está escondido detrás de un pupitre o algo por el estilo. Pero no, está claro que se ha marchado. Espiro, me escabullo por la puerta y corro por los pasillos pintados de azul claro hacia el patio, donde mi mejor amigo, TaeHyung, me está esperando, enrollándose las mangas de su camisa de diseñador.

-Eh. -TaeHyung sonríe cuando llego y luego se me queda observando con detenimiento-. ¿Te pasa algo?

TaeHyung me tiene muy calado, siempre ha sabido lo que me pasaba, incluso después de que dejáramos de salir hace siete meses. Siete meses y cuatro días para ser exactos. El día que me convertí en un chico invisible.

Tres Deseos: Una Novela Mágica || YoonMinWhere stories live. Discover now