Capítulo 3 - El deseo de Rockruff

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 - Y eso es lo que pasó. Después, el cielo se despejó y el viento cesó en un instante. Cuando me levanté, mi salvador ya no estaba.

Muchos pokemons salvajes que se habían reunido en el claro interior de la colina Dequilate se miraron entre ellos tras escuchar la historia de Rowlet. No parecían que se creyesen del todo la historia de este Pokémon tan raro...

 - A mí me da que nos quieres tomar el pelo... - dijo un Yungoos.

 - ¡O las plumas! - recalcó un Pikipek - ¡Es imposible que no salieses volando con esa fuerte tormenta!

 - ¡Por eso os digo que el Pokémon me agarró con sus garras contra el suelo! - Rowlet abrió las alas nervioso.

Ellos le volvieron a mirar.

 - Es que no es creíble, seguramente te diste un golpe en la cabeza y lo imaginarías o soñarías - dijo un Machop negando.

 - Lo que menos me creo es eso que nos has contado de una flecha que se movía por todas partes - un Carbink suspiró abatido - Con el viento, no podría disparar.

 - ¡Cállate Carbink! - la pequeña Rockruff corrió al lado de Rowlet y le puso una pata en su cabeza, apoyándole - Yo le creo.

Algunos Pokémon suspiraron, y otros siguieron burlándose.

 - ¿Tú también te diste un golpe en la cabeza, Rockruff? - dijo un burlón Roggenrola.

 - A ella no le hace falta darse un golpe para inventarse sus historias - le siguió un Spinda.

 - Ni a ti te hace falta dar vueltas para estar todo el día mareado, Spinda - le dijo Rockruff enfadada - Pero ni Rowlet ni yo somos unos mentirosos, ¡yo no me he inventado nada nunca!

 - ¿Ah, no? - dijo el Yungoos acercándose burlonamente - ¿Ni cuando saliste de la colina para ir a la ciudad tú sola a investigarla? ¿Ni cuando te montaste sobre un Sharpedo para viajar a la isla cercana? ¿O cuando te hiciste amiga de un Fearow y te llevó volando sobre la colina Dequilate?

 - Bu-bueno... - titubeó la pequeña - ¡Vale, esas cosas sí que eran mentira! Pero estoy segura de que Rowlet no miente, le vi quedarse en la playa cuando mi padre vino a por mí! - ella se giró hacia Rowlet - ¡Y yo voy a ayudarte a encontrar al arquero fantasma!

En ese momento, los Pokémon que les escuchaban empezaban a reír, pero un instante después, corrieron a esconderse en la hierba, a la vez que dos figuras se acercaban a ellos a paso tranquilo. Eran dos grandes Lycanrock, forma día, y uno de ellos tenía las cicatrices en la cara y el hocico.

 - ¿Qué he oído por aquí? - dijo este último, claramente, un macho - ¿Por qué van diciendo los Pokémon de la colina que mi hija es una mentirosa?

 - No, no es eso... - dijo la pequeña bajando las oreas - Tú viste que estaba con Rowlet cuando apareció ese Pokémon Dominante...

 - Si, ¿y? - preguntó expectante y serio.

 - ¡Pues Rowlet dice que no pudo huir ni esconderse y que le atacó, pero que le salvó un arquero fantasma!

El Lycanrock guardó silencio observando a su hija y miró después al pequeño Rowlet con curiosidad. Rockruff corrió hacia el otro Lycanrock.

 - Mamá, tú me crees, ¿Verdad?

Ella asintió con una sonrisa y se tumbó a lavar a su hija a lametazos. Mientras, el Lycanrock macho se acercó a Rowlet para olfatearlo detenidamente, haciéndole temblar como un flan. Luego, el de tipo roca dio un largo suspiro nostálgico.

 - Querido, ¿por qué no les cuentas tu experiencia con ese misterioso arquero fantasma? - dijo la hembra entre lamida y lamida.

 - ¿¡Papá le conoce?! - dijo la pequeña felizmente.

Rowlet y el Arquero FantasmaWhere stories live. Discover now