Capítulo 2 - Cuando el cielo se oscurece

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- ¡Pelota!

Sin darle tiempo a apartarse, un Pokémon embistió a Rowlet y empezó a jugar con él rodando por la arena de la playa. No sacaba las alas por miedo a hacerse daño y no dejaba de chillar y sus ojos daban vueltas. Tras un empujón, cayó sobre su espalda con las alas extendidas extendidas completamente mareado.

 - ¿Eh? Tú no eres una pelota...

Cuando el mundo dejó de girar alrededor de Rowlet por su mareo, enfocó la vista y vio a quién tenía delante. Un Rockruff le miraba confundido a un lado.

 - Eres un Pokémon... - dijo olfateando y confirmándolo - oh, perdóname... eres tan redondito y estabas tan quieto que he pensado que eras una pelota olvidada de los niños que vienen a veces.

Rowlet se puso de pie de un salto y se sacudió la arena para después mirar bien al Pokémon que tenía delante. Se acababa de disculpar, pero sonreía y movía la cola de felicidad. Su voz tenía un tono un tanto agudo y dulce de lo que él estaba acostumbrado. ¿No sería una chica?

 - ¿Qué Pokémon eres? No te había visto nunca...

La pequeña Rockruff le dio vueltas olisqueándole, mientras Rowlet lo seguía girando la cabeza.

 - Soy... un Rowlet... - dijo confundido.

¿Cómo no podía saber que tipo de Pokémon era? ¡Era el Pokémon inicial de tipo planta de Alola! ¡Todos debían conocerle en Melemele! Finalmente, Rockruff se sentó a su lado dejando de olisquearle.

 - Pareces muy perdido... - dijo ella.

 - Algo así... - admitió Rowlet - acabo de llegar aquí y...

 - ¿¡Eres de otra parte de la isla?! - gritó la Rockruff saltando a su alrededor - ¡No, espera! ¡¿No me digas que eres de otra isla?! ¿¡O de otra región?!

Rowlet se estaba asustando con tanto nerviosismo. ¿Otra isla? ¿Otra región?

 - Bueno, no debería ser tan sorprendente, tienes alas para volar a donde quieras y seguro que no tienes unos padres como los míos... - dijo relajándose de momento.

Rowlet giró la cabeza. Esta chica tenía unos cambios de humor muy fuertes. Tras su cara de preocupación resaltó el sonido de sus tripas hambrientas.

 - Vaya hambre tienes... - dijo la Rockruff riendo - ¡Come algo!

Rowlet asintió con una sonrisa nerviosa y miró alrededor. No sabía de dónde obtener comida y la Rockruff no paraba de mirarle esperando a que lo hiciese. Estaba acostumbrado a que siempre le diesen la comida en un cuenco desde que salió del huevo, y no sabía si confiarle... que era un Pokémon liberado. Al ver su cara confusa, Rockruff sonrió.

 - ¡Déjame que lo haga yo! - gritó con una sonrisa fiera - ¡Observa la bestialidad de este ataque!

Y comenzó a correr con gran velocidad ladrando contra una palmera, realizando un simple placaje que para ella era un golpe muy poderoso y complicado de realizar. Al suelo cayeron una decena de bayas diversas de las que la chica estaba muy orgullosa.

 - Has flipado, ¿eh? - dijo sacando pecho - Pues lo he aprendido yo solita, mi madre está muy orgullosa.

Rowlet la miraba poco convencido. Era un simple placaje que saben hacer todos, o casi todos los pokémons, una simple embestida, pero si a ella le parecía guay... Rockruff le ofreció las bayas empujándolas con su morro hacia él y Rowlet no tardó en empezar a devorarlas. ¡Era pura felicidad! ¡Estaban maduras y buenas! 

Rockruff le miraba complacida, hasta que empezó a mover el hocico olisqueando el aire. El cielo se oscureció en unos segundos, y el viento se empezó a levantar con fuerza e hizo volar las bayas que había en el suelo. Con ese ambiente de tormenta, Rowlet presintió que algo no iba bien. Rockruff también lo sabía y bajó las orejas y escondió la cola con miedo.

 - Oh, oh... - dijo temblorosa.

En ese momento, apareció en la playa con rápido galope un enorme Licanrock forma día que agarró a la Rockruff por el lomo con su boca y huyó con ella a refugiarse hacia la cueva de la montaña. Fue sólo un instante, pero Rowlet pudo ver que unas enormes cicatrices atravesaban el rostro del Licanrock.

 - ¡Rowlet, ve a esconderte! - le gritó la pequeña a lo lejos, siendo llevada por su padre a refugiarse.

Rowlet miró alrededor muy asustado. ¿Esconderse en una playa? ¡Él no podía meterse en el agua o enterrarse en la arena como hacían otros! Echó a volar luchando contra el fuerte viento y se subió a la palmera donde había recogido las bayas. Se agarró con las patas fuertemente al tronco y se escondió del aire todo lo que pudo. 

No se escuchó venir, ni se escuchó caminar, pero en la ruta apareció un Pokémon enorme, grande como una montaña y de piel dura como el acero, con unas garras afiladas como cuchillas. Siendo tan alto como la palmera, Rowlet pudo ver el destello escarlata de sus ojos malvados. Cerró sus ojos atemorizado cuando vio al monstruo levantar los brazos y echar la cabeza hacia atrás.

 - ¡¡¡KOMMO!!! - rugió.

Con la fuerza de su rugido, la palmera se balanceó más fuerte, haciendo imposible que resistiese, y salió volando con un grito hasta que cayó al suelo. El enorme Pokémon Dominante se giró hasta él al oírlo gritar. Era aterrador. Rowlet se agarró a la hierba como pudo para no salir volando. Abrió un ojo para mirarlo. No podía entender lo que decía, todos eran gritos y rugidos sin sentido... pero le había visto.

El Pokémon Dominante se giró hacia él e inclinó la cabeza abriendo sus grandes fauces con un brillo amarillento, yendo a realizar un Dragoaliento hacia el pequeño Rowlet que se agarraba con fuerza al pasto, sin poder huir por no ser arrastrado por el viento.

Cerró los ojos con fuerza para no ver el ataque, por lo que tampoco pudo ver unas pequeñas y rápidas luces verdes que atravesaban el negro cielo para estrellarse contra la cabeza del Dominante, haciéndole dar un rugido de molestia. Movió la cabeza y el ataque fue a parar a unos pocos metros cerca de Rowlet.

Este abrió los ojos cuando la fuerza del viento a su alrededor disminuyó, y notó la fuerza de una enorme garra que se puso sobre él para sujetarlo contra el suelo. Rowlet giró la cabeza 180º y sus ojos se abrieron de par en par sorprendiendo por lo que tenía delante.

Era un Pokémon alto para él, recubierto de plumas, y con unas alas tan fuertes y tan potentes que aguantaba bien esa tormenta. Sus garras se clavaban con tanta fuerza a la tierra que era imposible que saliese volando, y sus ojos, tan brillantes de un color ámbar intenso, estaban fijos en el Pokémon dominante.

Sacó una flecha y la tensó, sin que Rowlet pudiese saber muy bien de dónde, y apuntó al Pokémon Dominante. Tras un instante, lanzó la flecha, que se movió por todo el cuerpo del Pokémon de una extraña manera antes de aterrizar en su pecho explotando, y haciendo que rugiera gravemente de dolor. Tras tambalearse un poco, procedió a su retirada frustrado, mirando con furia una última vez.

Cuando desapareció, el sol volvió a aparecer tras las nubes y el viento cesó. Todo se fue tan rápido como había venido, incluido el Pokémon que había salvado a Rowlet. Se levantó y se sacudió, aún aturdido por todo lo que había pasado en unos instantes. Los Pokémon que se habían refugiado volvieron al ver que había pasado el peligro, pero Rowlet no se había dado cuenta. Aún notaba la fuerza de su garra sobre su cuerpecito, y recordaba mejor los ojos ámbar de ese arquero fantasma, que apareció y desapareció con la tormenta como si él fuese parte también de ella, silencioso, y misterioso.

Puso su rostro serio y se asintió así mismo. Iba a encontrar a ese misterioso arquero fantasma, y le iba a dar las gracias por salvarle la vida. Y también... decirle que se había convertido en su ídolo, y por supuesto, iría hasta el fin del mundo si así podría encontrarle.

Rowlet y el Arquero FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora