Capítulo 25

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Megan

La misión que le había encomendado a Cristianno de rescatar a sus tíos de la cárcel era muy complicada, especialmente si lo comparaba con lo que debía hacer yo. El trabajo no sólo estaba compuesto por varias fases conectadas entre sí, además disponían de un tiempo límite para cada una. Si se retrasaban, fallaban o cometían hasta el mínimo error, se arriesgaban a ser atrapados y encerrados en la misma prisión donde se habían infiltrado.

Aunque la probabilidad de ser arrestados en el acto era muy alta, en el fondo confiaba en que eso no sucedería. Había seleccionado a cada integrante del equipo personalmente, todos pasaron por varios filtros para evaluar sus capacidades. Finalmente, la lista final estaba conformada por Adrianna, Camilo, Klaus, Mateo y Nicola.

Todos eran muy experimentados en este tipo de trabajos, entendían lo que debían hacer, cómo utilizar cualquier tipo de arma, no tenían ningún problema con matar y podían seguir órdenes sin protestar. En resumen, consideraba que eran perfectamente capaces de concluir la misión sin mayores contratiempos.

Me había quedado en Roma por una razón: encontrar a los agentes de la CIA.

Se trataba de una misión que nadie más que yo podía realizar con éxito y para mí era prácticamente un juego de niños. Suponía que sería simple, rápido y bastante aburrido por lo tanto no habría complicaciones mayores. Al menos así es como tendría que haber sido según el plan original, porque en realidad ocurrió todo lo contrario.

Debía esperar a que Cristianno me llamara para informarme que la misión había terminado, que estaban fuera de peligro y su familia estaba a salvo. Sin importar la emergencia, había prometido no llamarlo antes, tampoco enviarle ningún mensaje. Porque si lo hacía podía interrumpirlos en la mitad del trabajo y lo que menos necesitaban eran distracciones adicionales.

Cómo me habría gustado no tener que marcar su número con tanta anticipación...

El cuerpo que tenía encima de mi regazo ya estaba frío desde hace mucho tiempo, pero aun así recuerdo sostenerlo con fuerza entre mis brazos, negándome a soltarlo todavía. El cadáver pesaba por los músculos ahora lánguidos y la piel se había tornado de un color azul pálido, como un fantasma.

Había cerrado sus ojos, lo cual me proporcionaba cierto consuelo ya que de esta forma, parecía que simplemente estaba dormido. El único recordatorio implacable de que estaba muerto era el gigantesco charco de sangre debajo de mí.

La herida no habría sido de gravedad si hubiera estado usando un chaleco antibalas, pero por desgracia no estaba utilizando ninguno debajo de la camisa ese día. El proyectil había impactado directo en su corazón, dejándolo sin posibilidades de llevarlo a un hospital para que intentaran salvarle la vida.

A pesar de todo se demoró bastante más de lo normal en exhalar su último aliento, aunque fue lo suficiente para confesarme la verdad

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A pesar de todo se demoró bastante más de lo normal en exhalar su último aliento, aunque fue lo suficiente para confesarme la verdad. En ese momento, yo lloraba tanto que apenas si podía ver su rostro con claridad, pero de todas maneras miré directo a sus ojos. Con la otra mano cubrí la herida de su pecho, como si con ese gesto ingenuo pudiera detener la sangre que se derramaba entre mis dedos sin control.

Ahora y siempre (ASP #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora