Capítulo#28

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¿Sorprendida?

Mucho.

¿Asustada?

También.

¿Molesta?

Un poco.

¿Dolida?

Ni se me había pasado por la cabeza.

Estoy en el pasillo, contemplando atónita a la nueva versión de Aron. Este está allí parado, como si no acabara de salir de una explosión de luz y su aspecto no hubiera cambiado drásticamente.

Asmodeo hace rechinar la hoja de su guadaña contra el suelo de mármol, haciendome recordar que está a mi lado. Él está sosteniendo fuertemente su arma y aprieta con fuerza su mandíbula.

¿Alguna vez han estado en una situación que no tienen ni puta idea de qué hacer? ¿O cuando estás escribiendo libremente una historia y de la nada entras en un fatídico bloqueo de autor?

Así estoy ahora mismo.

-Esta vez no tendré piedad, Asmodeo- Aron murmura de forma amenazadora.

-¿La tuviste cuando permitirse que mataran a Luxus? Los ayudaste a hacerlo- lo acusa mi demonio.

-¡Yo no participé en su asesinato!- se defiende.

-¡No hiciste nada y eso es peor! ¡Simplemente miraste para otro lado sabiendo que yo no podía hacer nada y les permitíste que le cortaran el cuello! ¡¡¡Se desangró debajo de tus narices!!!- grita Asmodeo perdiendo su paciencia- Eso no es el amor que tanto presumes que sientes por ella.

Aron sonrió perversamente y alargó la mano. De la nada, frente a esta, se fue formando un bastón, cada vez más grande hasta que tomó la forma de un tridente completamente negro.

-Sabia que esa era la única manera en la que sería mía- responde con picardía.

Asmodeo gruñe antes de decirle algo más.

-Eso no fue piediad, Amon. Sabes que nunca se quedará contigo.

-¡Si lo hará si tu estás muerto!

Y sin decir más, Aron corrió hacia Asmodeo, tridente en mano y haciendo gala de unas habilidades físicas perfectas.

Asmodeo para el golpe con el mango de su guadaña. Hace retroceder a Aron unos pasos y lanza la hoja de su arma directo al cuerpo de este.

Pero el pelinegro se lo esperaba. Lo bloqueó fácilmente con el tenedor de su tridente.

Este era grande. La punta del centro más alta que las dos de los costados. El mango es simple, liso y sin adornos. Termina en una punta evidentemente mortal para cualquiera que atraviese. El arma es sencilla, pero su color inusual le da un aspecto peligroso.

Asmodeo no parece intimidado, sino todo lo contrario. Su ira es palpable, casi peor que la de Aron, pero la del pelinegro es...simplemente inexplicable.

Aron usa cada parte de su tridente para golpear o herir a Asmodeo. Pero mi demonio peliblanco tampoco se la pone fácil. No se dan ni un pequeño repito para descansar.

Aron hace rebotar la guadaña de Asmodeo y está va directo contra una de las taquillas del pasillo. Corta el metal como si fuera mantequilla, dejándole un agujero del tamaño de un balón de fútbol.

-Paren- susurro casi inaudible.

Y ellos no me escuchan. Asmodeo saca la hoja trabada en la taquilla y ataca con fuerza haciendo girar su guadaña al rededor de él, creando un escudo y un arma casi impenetrable. Aron intenta introducir la base para apuñalar al peliblanco en algún punto, pero lo único que logra es hacerle un pequeño corte en una pierna.

Asmodeo logra incrustar el tenedor del tridente en una de las puertas de madera de un laboratorio que, gracias a Dios, está vacío.

Aprovecha que Aron está indefenso y usa la base del mango para darle un fuerte golpe en el estómago.

-¡Paren!- repito está vez más alto.

Y nada. Están tan concentrados en sus venganzas que no se dan cuenta que están destruyendo la escuela. Aron, sin esforzarse mucho, recupera su arma y va nuevamente a la carga.

Toda la fuerza del golpe hace que Asmodeo coaliciones contra otro casillero, se apoya en este y toma impulso para lanzar a Aron contra la pared y ubicar la hoja de su guadaña tan cerca de su cara como se lo permite el tridente.

Forsajean un poco hasta que Aron logra zafarse de la presión que ejerce mi demonio y la usa a su favor, propinándole un golpe en la mejilla con uno de los dientes del tenedor. 

Yo no sé que hacer. Debo pararlos de alguna forma sin hacer que se lastimen entre ellos. Pero tampoco puedo meterme en la pelea, podría salir muerta de esta.

Así que doy un paso atrás y comienzo a desesperarme. Paso las manos por mi pelo, el choque de metales no me deja pensar.

Y entonces siento un revuelo en mi estómago. Unas cosquillas familiares que sólo suceden cuando Claurovorus se está moviendo. Pero ahora no sólo se está moviendo...

Unas pequeñas motas brillantes salen de mi cuerpo. Son millones y millones. Se juntan poco a poco, dándole paso a al cuerpo gigantesco de un lobo blanco y ojos azules pálidos.

Claurovorus ya sabe que hacer. En momentos como estos es que me encanta compartir pensamientos y emociones con un familiar.

Justo cuando termina de formarse completamente, salta hacia la pelea. Veo como, entre gruñidos y alguna que otra mordida, impide que uno llegue al otro, separandolos completamente.

Asmodeo está a mi izquierda. En su pómulo hay un corte que está dejando un rastro de sangre en su cara. Su pecho sube y baja a medida que entra el aire a sus pulmones. Lleva la guadaña en mano, preparado para otra pelea. Su rostro refleja ira y no deja de mirar fijamente a Aron.

El pelinegro está al otro lado de Claurovorus. Su camiseta está rajada por un costado, manchada de sangre por un corte en la piel de ese lugar. Lucha por mantener el aire en sus pulmones y tranquilizar un poco su cuerpo. La rabia está presente en sus facciones y aprieta con fuerza el mango del tridente.

-Les juro que si vuelven a pelear le pediré a Claurovorus que los mate a los dos- les advierto.

Miro a mi alrededor para verificar los daños. Unos cuantos casilleros tenían hoyos, abolladuras o simplemente les faltaba la puerta. Decido que no cargaré con la culpa, realmente se merecen todos sus cortes.

-O mejor, ¿saben qué? No me importa. Matense entre ustedes. Me hacen un puto favor- espeto.

Ambos me miran sin cambiar sus expresiones. Sus actitudes me hacen enfurecer aún más, así que me giro para caminar hacia el otro pasillo. Al parecer hoy me iré temprano, al menos puedo aprovechar el tiempo para descansar o estudiar un poco.

-Ha cambiado un poco tu actitud desde que eres humana. Creí que sería así, pero eso hace que me sorprenda tu nueva forma de expresarte- escucho una voz fina, femenina y suave.

Me detengo en medio de un paso. De inmediato intuyo que está escena será un mal trago. Pésimos presentimientos surgen desde el fondo de mis entrañas. Por un segundo contemplo la idea de seguir caminando y no darme la vuelta.

Pero decido ser madura.

Así que lanzo una mirada furtiva por encima de mi hombro hacia la pelirroja que ya había visto anteriormente. Mentiría si dijera que me sorprende que sea ella.

Y plantenadome eso de la madurez, la mando a la mierda con mi mirada penetrante, pero de una forma muy madura.

Y entonces reanudo mi marcha con un enorme lobo caminando detrás de mi. Creo que los planes de dormir siguen en pie.

-Nop, no a cambiado en nada- alcanzo a escuchar justo antes de perderme en la esquina.

 Los siete pecados capitalesWhere stories live. Discover now