Emma

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El director Axel era, cuanto menos, un hombre peculiar. 

Como persona era abierto, amable y bondadoso, como profesor, divertido, ameno y dedicado, aunque, a mi parecer, un poco vago. Todos los alumnos iban encantados a sus aulas, dónde reían y bromeaban sin darse cuenta de que en realidad el profesor los tenía comiendo de su mano, y no al revés. 

Cuando llegaba la hora de trabajar, Axel era implacable nosotros, aunque si luego tenía que realizar alguna tarea él mismo como profesor del grupo, solía decirnos aquello de:

—El director me ha pedido que lo hagáis vosotros. Confía más en vuestras capacidades que en las mías. —Hablaba mientras que asentía con la mano en el corazón y gesto serio.

—Profesor; usted es el director. —Le recordaba siempre alguien.

—¡Que casualidad!

Hacía un mes que estaba en sus clases. Dibujo y fotografía.

Finalmente le había hecho caso y había decidido darle una oportunidad a su teoría del "saber mucho no es todo". Mis otras dos optativas habían sido matemáticas avanzadas y natación.

No había realizado ningún deporte en específico en toda mi vida. Tenía la suerte o desgracia de ser delgada por genética y estaba segura de que, aún siendo llenita, no habría hecho deporte; estaba demasiado ocupada entre libros y el restaurante para eso.

Todo el ejercicio que había hecho había sido el ir y venir del instituto y repartir comida en bicicleta, y el director había insistido en que, al menos un deporte en el currículo sería de gran ayuda y muy bien visto por cualquier universidad. De modo que había elegido natación. Por lo que había leído era un deporte muy completo y relativamente tranquilo y libre de contacto físico en comparación con el fútbol o el baloncesto. Sólo había un pequeño detalle que no iba muy bien con el aula y era que yo nunca había aprendido a nadar.

—¡Razón de peso para que te apuntes! —Había dicho Axel en la reunión con los chicos becados, cuando le había comentado el problema—. ¡Hoy en día debería ser obligatorio que los niños supiesen nadar desde pequeños! ¡Ahorraría muchos sustos y disgustos!

Probablemente tenía razón, y realmente no me avergonzaba ser la única en clase que usaba manguitos. Lo malo era que Leandro también estaba en la clase de natación, junto con Thom, y me aterraba estar cerca de aquellos dos locos inconscientes cuando el profesor me sugería que me quitase mis pequeños salvavidas. ¿Es que no veía lo brutos que eran? Asaltaban la piscina como dos tiburones hambrientos.

Thom era un nadador excelente y muy rápido. Leandro nadaba bien, pero sólo quería divertirse y "mantener el cuerpo en forma" como él mismo me había relatado, y por todo lo que su largo y flojo bañador surfero dejaba ver, podía asegurar que sí, estaba en excelente forma física. Mil veces me había ofrecido su ayuda a la hora de retirar los manguitos, y mil y una veces le había dicho que no, gracias. Quería hacer aquello sola y lejos de ellos.

Debía admitir que, aunque mi padre las tachase de absurdas, aquellas tres optativas: natación, dibujo y fotografía, me gustaban mucho, pero sí que era cierto que restaban una buena parte de mi tiempo, no obstante, me esforzaba sobremanera en mis otras asignaturas y de hecho había pasado por un primer mes muy estresante, procurando el tiempo para dar el cien por cien en todo. Había dormido poco y dedicaba todos los descansos y fines de semana para estudiar y repasar.

A aquellas alturas ya todos los círculos amistosos se habían formado y, por supuesto, yo no pertenecía a ninguno en especial. Cathy y Helena siempre me guardaban un lugar en el comedor, eran amables conmigo y bromeaban con el hecho de que yo fuese arrastrando mis libros y apuntes a todo lugar, sin embargo, ellas dos ya formaban su propio grupo, sólo me dejaban participar en él, pero con aquello me bastaba.

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⏰ Last updated: Mar 21, 2020 ⏰

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Mariposas cobardes  ©Where stories live. Discover now