PARTE FINAL

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Besé un sinfín de sapos. Me topé con algunos ogros que quisieron aprovecharse de mí, pero cual princesa moderna, defendí mi reino. Erguí mi imperio a base de miedo, de un puñal en mi mano, de sangre que aumentó la condena.

No me importó.

Nada más que yo importaba.

Nada más que yo lo hizo, de modo que, en mi cegada visión, perdí de vista el horizonte. Y no vi que mi traidor, mi final vino de mano de quien me dijo amar.

Lo conocí entrado abril, era un nuevo guardia de mi pabellón. Un hombre joven. Guapo. De buena familia y con malas costumbres. Me visitaba en su turno. Me hacía el amor en secreto. Fue una mano gentil. La más cercana al amor verdadero me supuse. Me escuchó divagar y se rio conmigo y no de mí.

Fue atento. Fue desgarrador para mi necesidad de afecto.

Creí que era el indicado. Y de algún modo lo fue.

De algún modo me amó.

Porque él me liberó.

Él enterró mi propio puñal en mi costado izquierdo en medio de una riña entre reos. Nada más común. Nada más bajo.

Nadie reparó en mí.

Nadie nunca lo hizo.


Hecho por las manos de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora