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Sesshomaru fue quien llegó primero al lugar y lo que miró lo espantó a tal grado que sintió un fuerte vagido, tuvo que sentarse en el piso para poder recuperar la estabilidad en su cuerpo.

Ver a su hermano tirado en el piso, con los pantalones bajos e inconsciente era sumamente extraño y difícil de sobrellevar pero eso no era todo puesto que en medio pasillo yacía el cuerpo de Kanna con un enorme hueco en donde en vida, el corazón palpitaba.

La esencia que desprendía el cadáver de la mujer albina, confundió a su bestia interna. Yako gritaba un solo nombre...Naraku.

La pregunta de el millón ¿Qué tenía que ver Naraku en todo eso? Inuyasha brutalmente violado y Kanna asesinada. Sesshomaru sabía que el galeno era un híbrido pero siendo un resultado de la unión de miles de demonios, tenía el poder suficiente para liberar su verdadera esencia, no siendo igual con su medio hermano ¡Carajos! Cada día las cosas se ponían peor.

Frustrado ordenó que ambos cuerpos fueran llevados al hospital Taisho mientras que él iría en la búsqueda de Naraku. Él tenía muchas cosas qué explicar. Iba a cerrar la puerta de el apartamento cuando todo su cuerpo comenzó a palpitar, se detuvo de inmediato y giró sobre sus talones... Allí había alguien más.

Se paró en medio de la sala agudizando sus sentidos. Olió paulatinamente aquella imperceptible esencia. Ese dulzón aroma lo guió hasta un largo pasillo, en donde al final había una sola puerta, abrió apurado pero el chasco le recibió... La habitación estaba completamente llena de objetos viejos.

Su cuerpo seguía palpitando, entró y tropezó con un  cesto viejo de basura. Achicó los ojos y lo pateó molesto. Continuó revisando el oscuro y sucio cuarto sin ignorar aquella extraña sensación que le oprimía el corazón cada vez más. Buscó un interruptor de encendido y cuando lo encontró en la pared lo presionó.

El pequeño cuarto se iluminó y sus ojos  se clavaron en una pequeña trampilla que había en el piso.  Sin rodeos jaló de una pequeña argolla para abrirla. Se encontró una escalera metálica que descendía sin embargo la oscuridad era total por lo cual no veía absolutamente nada.

Comenzó a bajar escalón tras escalón hasta que llegó al final de la escalera. Afirmó los pies y sus zapatos salpicaron agua. Probablemente podría ser algún acceso construido para revisar la cañería de el edificio.

Encorvado y usando la linterna de su móvil inició a caminar hacia adelante. El pasillo olía a moho y agua podrida, algunos roedores deambulaban de un lado para otro.

Se guió con el rumbo que llevaba el agua mal oliente hasta llegar al final de el pasillo y encontró otra puerta más. Era metálica y enorme, no sería nada sencillo abrirla.

Comenzó a golpearla con su hombro derecho y luego con el izquierdo hasta que cedió. Se abrió de golpe y Sesshomaru cayó al piso, el móvil salió disparado hasta los pies de la persona que hacía palpitar su cuerpo.

Con los brazos atados por encima de su cabeza, de pié y amordazada, Kagome lo veía fijamente, con aquellos ojos azules brillantes por las lágrimas acumuladas. Sesshomaru se levantó de golpe y no dudó llegar hasta ella. Se echó sobre su cuerpo maltratado y débil, y la abrazó fuertemente.

Las lágrimas inundaron el rostro de la morena, lágrimas de felicidad porque su mayor pesadilla había llegado a su fin. Sesshomaru le soltó los brazos y notó cómo los grilletes habían lacerado la delicada piel de sus muñecas, le quitó la mordaza y la voz estrangulada de Kagome le dió las infinitas gracias por haberla encontrado.

— No hables — le pidió tiernamente — tu garganta está muy lastimada.

Ella asintió y se echó sobre él. Lo abrazó con tanta fuerza y devoción. Sesshomaru la cargó de manera nupcial y así logró salir al exterior. Kagome lucia pálida, había bajado de peso considerablemente y eso preocupó mucho al peliplata.

Los médicos y los peritos ya se habían marchado pero dejaron cintas de advertencia en todo el apartamento. Kagome frunció el ceño e intentó hablar pero su garganta dolía demasiado, era como si la hubieran cortado con una filosa navaja en incontables veces. 

Sesshomaru abrió la puerta de el carro con dificultad y posó con cuidado a Kagome en el asiento de el copiloto, le abrochó el cinturón de seguridad y luego rodeó el vehículo, subió y lo puso en marcha.

En el transcurso de el camino, Kagome se quedó dormida por la debilidad que sentía y aunque Sesshomaru la veía con sus propios ojos no podía creer que ya la había encontrado. Fue un completo imbécil todo ese tiempo... ¿Porqué jodido no mandó a demoler el edificio entero si hubiera sido necesario? La tenía tan cerca que se sintió culpable por el estado tan deplorable en que ella se encontraba.

— ¿Necesitas algo?

Preguntó Bankotsu. Inu no había salido de la habitación en donde habían llevado a Inuyasha luego de haberlo intervenido quirúrgicamente.

Inu no se frotó el tabique nasal y negó. Se sentó en una banca que estaba en el pasillo, frente a la habitación y recargó sus codos en ambas rodillas para luego entrelazar las manos... Veía fijamente hacia el piso.

Bankotsu comprendió que Inu no no quería hablar. Era un tema sumamente delicado. Cuando aquel anciano llamó totalmente alarmado con todo lo que había ocurrido en el apartamento de el joven médico, todos se quedaron completamente perplejos, aturdidos. No comprendían nada.

Dos horas después Sesshomaru apareció con Kagome en brazos y les pidió a el cuerpo de enfermería que la atendieran rápidamente. Todas las mujeres se movieron de inmediato y llevaron a la morena a un cuarto de rehabilitación urgente.

Bankotsu apoyó un brazo sobre el hombro de Sesshomaru y lo apretó con fuerza mientras que el peliplata veía como se llevaban a Kagome en una camilla completamente inconsciente.

Una de tantas pesadillas había llegado a su fin sin embargo, la furia en el cuerpo de Sesshomaru seguía latente e Inuyasha no se iba a salir con la suya. Aún con lo que le había ocurrido tenía que pagar todo el daño que le ocasionó a Kagome y de eso se iba encargar él mismo.

Tóxico (Terminado) Where stories live. Discover now