Estúpidamente Perfecto © [TERMINADA]

XXIII

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 XXIII

~☤~

Quizás no quería a Dylan. Quizás nada de lo que había hecho me había conmovido tanto. Quizás sus palabras de aquella noche no fueron suficientes para lograr enamorarme. Pero al escucharlo, no pude evitar sentir un nudo en la garganta, una angustia inmensa que ni siquiera yo podía explicar. ¿Por qué sentía esto, si Dylan ya no me interesaba? ¿Por qué me ponía mal saber que soy sólo un juego para él, si él ya no era nada para mí? Lo había visto irse con mujeres, emborracharse, pelear con chicos de la escuela, tenía más que seguro que era un idiota, qué tal vez nunca sintió algo real por mí. Pero en el momento en que esas palabras salieron de su boca, y me di cuenta de que no era mi imaginación... Pensé que podría soportarlo, que aunque me quisiera o no, seguiría aparentando indiferente ante él. Sin embargo, al saber que era verdad, que lo que yo pensaba era real... Fue como si quisiera volver el tiempo atrás, y jamás haberle preguntado lo que le pregunté. Tal vez el hecho de que yo creyera que él no me quería, pero a la vez, supiera que no era así, que quizás él aún lo hacía, me había ilusionado un poco. Y ahora, que de verdad era así... Por Dios, ¿por qué no puedo tolerarlo, si mi mente sabía que él ya no sentía nada por mí?
—¿Por qué me besaste? —pregunté entonces, intentando disimular mi voz entrecortada por el nudo que sentía en la garganta y las ganas de llorar que tenía.
Él esbozó una sonrisa irónica con los labios juntos, y respondió:
—Porque aún quiero tenerte en mi cama.
Abrí la boca para tomar aire, porque me sentía ahogada, y sin poder contener por mucho tiempo las lágrimas.
—¿Y todo lo que me dijiste aquella noche? —pregunté, de una vez por todas.
No, no quería recordarlo, pero era la única forma de que me diera una explicación, es decir, en serio creí que lo que dijo ese día había sido de verdad, ¿y todo fue un juego?
La cara de Dylan cambió completamente al escucharme. Por una vez, Dylan McCuller se había quedado sin palabras, y sin respuestas concretas qué dar.
—No caías a mis pies —comenzó—, debía hacer algo para que por fin lo hicieras —río victorioso—, y mira ahora... —alzó mi mentón y susurró sobre mis labios—. Te he conquistado.

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