Prólogo

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            La oscuridad inundaba las desoladas calles de aquel peligroso barrio de la ciudad de Los Ángeles y aquella gélida brisa que acariciaba con dulzura las ramas de los árboles iluminados por la luz de la luna que se hallaba por encima de ellos, junto a algunos faroles con escasa luminosidad, eran testigos de aquel grupo de hombres que parecía a simple vista que torturaban a un sujeto de mediana edad, el cual era encabezado por aquel misterioso chico.

¿Cómo era su nombre? Oh, si. Ethan Blair. Quien se encontraba de espaldas, llevaba una cazadora negra que difícilmente era capaz de amortiguar la frialdad de aquella noche. Su cabeza dorada y la cicatriz, indicio de un pasado perturbador y siniestro como él aparentaba serlo. Sus ojos azules, casi tan idénticos como el azul del océano estaban situados en aquel sujeto que se encontraba delante de su nariz, justo de rodillas y rodeado por un grupo de jóvenes que con suerte algunos pasaban los veinte años de edad. 

El joven llevaba un cigarrillo situado en sus labios un poco agrietados a causa de la fría noche que habitaba, se aproximó unos cuantos centímetros a aquel sujeto hasta acuclillarse frente a él y luego expulsó el humo en su rostro. Lo que provocó que casi al instante comenzara a toser y es que no estaba acostumbrado, su esposa tenía a su hijo de seis meses en camino y ella le había prohibido volver a fumar. Aquello le arrancó una socarrona sonrisa a Ethan.

― Puede que sí me dices qué demonios hacías por estos alrededores y luego intentar matar a uno de los míos, te deje ir― colocándose de pie, lo cogió de la camiseta para tenerlo a sólo centímetros de su perfilado rostro, el hombre soltó una exclamación claramente sorprendido―. ¿Lo harás? Porque no tengo toda la jodida noche. Tengo asuntos que atender.

Presionado por aquel seis pares de ojos, no le quedó otra opción que asentir. A millas se notaba lo novato que era trabajando para gente igual o peor que Ethan Blair. Observó a sus alrededores para ver si tenía oportunidad alguna de escapar, pero era imposible, estaba rodeado.

― Me enviaron hasta aquí. ¡Lo siento! Sólo fueron órdenes, no me hagas daño― suplicó con la desesperación reflejada en su rostro.

Ethan blanqueó los ojos y nuevamente le dio una calada a su cigarrillo, tomándose su tiempo. Expulsó el humo mientras soltaba una risa divertida pero jamás apartó su mirada intimidante de él. 

Todo parecía realmente absurdo, un hombre atemorizado por un par de vándalos muchísimo más jóvenes que él, quien parecía estar a punto de orinarse en sus pantalones. Pero es que era real, Ethan era peligroso, se había criado en el peligro, convivió con el peligro y por supuesto, era la reencarnación del mismo. No sabía de juegos y es que lo que se decía de él era verdadero...Bueno, al menos la mayoría de los rumores eran ciertos.

― Meh, error. No es la respuesta correcta― se encogió de hombros y lo empujó provocando que perdiera el equilibrio y cayera al pavimento―. Te di una oportunidad y la desperdiciaste.

― ¡Por favor, lo siento!

― Sí, yo también lo siento― hizo una mueca fingiendo sentir lástima por él―. No me sirves. Y lo lamento para quien trabajas porque tampoco le sirves. Le ahorraremos su trabajo porque eres un desperdicio. Una pena por ti.

Arrojó la colilla del cigarro a la acera y luego la pisó a la vez que le daba la espalda.

― ¡Te lo suplico!―exclamó llamando la atención de Ethan, quien lo contemplaba levemente divertido y sereno a juzgar por la expresión dibujada en su cara―. Tengo a mi esposa embarazada.

― Que sorpresa. Le ahorraremos una escoria como padre a ese niño, ¿no lo crees?― avanzó unos pasos y se detuvo a mitad de camino para mirarlo con desprecio como si justo hubiese recordado algo que no quisiera rememorar―. Ningún niño merece crecer en un jodido ambiente como este, deberías saberlo. Encarguense de él.  

Entre Sombras (Anteriormente: Dangerous Love) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora