08.- Señores Oscuros

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Decir que no esperaba la reacción de los invitados era ser un mentiroso bastante descarado, pero Severus disfrutaba esta vez la atención mediática. Y de más está decir que Rita Skeeter estaba gozando de lo lindo en ser vista del brazo de un antiguo mortífago y espía del bando de la luz, avalado por el mismísimo Albus Dumbledore, de su brazo, en el baile más esperado por toda la crema y nata de la sociedad mágica.

El baile del ministerio era el mejor lugar para cosechar chismes frescos, pero esta vez, Rita Skeeter sería la noticia de primera plana. Cornelius Fudge, como buen anfitrión, tuvo que saludar a la inusual pareja y daba la feliz casualidad de que Lucius Malfoy estaba hablando con el ministro en ese preciso instante. Lucius Malfoy no pudo reprimir una pequeña expresión de asombro, casi imperceptible para ojos no entrenados, pero que fue clara como la luz del día para un consumado espía como era Severus Snape.

—Ministro, un placer verle y es un baile maravilloso—Dijo Skeeter con una sonrisa falsa y aduladora. La mujer estaba vistiendo un vestido que ni con un año de salario podría pagar, pero Snape insistió en comprárselo porque en sus propias palabras "se trata de distraer la atención y darte protagonismo querida". La mujer no se hacía ideas extrañas sobre las intenciones del hombre, él tenía su propia agenda y ella era un peón, pero obtendría beneficios si obedecía y eso era su intención.

—Rita querida, el placer es todo mío. Me fascino el último artículo que escribiste sobre el decaimiento de la educación y tienes razón, es necesario hacer algunos cambios en el sistema educativo y ya he pedido ideas entre mis consejeros y el Wizengamot—Cornelius quería dos cosas, o matar a Skeeter o besarla en agradecimiento. El último artículo publicado en El Profeta, hacia una clara referencia a las practicas prohibicionistas de educación sangrepura a los recién llegados nacidos muggles al mundo mágico y el papel de Dumbledore en todo esto, llamándole un pomposo creído de sí mismo. También "regañaba" al ministro pero era solo para distraer del tema principal, Dumbledore no era un santo.

—Snape, me alegra saludarte viejo amigo, y más al lado de tan encantadora compañía—Lucius Malfoy sabía que aquí había algo. Snape jamás manifestó interés por ninguna persona, hombre o mujer, excepto por la sangresucia de Lily Evans, luego Potter. Verlo del brazo de la rubia más odiada por muchos políticos, incluyéndolo, era desconcertante. Hasta que recordó cierto incidente con los merodeadores y la luna llena. Eso explicaba cómo es que Skeeter consiguió los archivos, ya sabía que buscar.

—Malfoy, un placer, Ministro, gracias por la invitación—Dijo Snape saludando con una leve reverencia. Odiaba todo el protocolo de las reuniones formales pero se recordaba que todo esto era para librarse de aquella infame marca que ensuciaba su brazo. Para proteger a Harry, e incluso a los dos pulgosos a los que ya les tenía algo de cariño, aunque jamás se los diría.

El ministro Fudge pareció complacido y llamó un mesero que traía copas de champaña y vino dulce élfico. Entonces empezó la tortura de la plática intrascendente y los chismes sobre políticos menores. Luego de algunas copas, el ministro soltó algunos chismes jugosos sobre la confederación internacional de magos y como estaban empezando a querer un cambio sobre la omnipresencia de Dumbledore ahí también. Muchos de la CIM, pensaban que Dumbledore tenía demasiados cargos de poder en ambientes clave. Controlaba la educación de los niños mágicos, controlaba las leyes desde su papel como Jefe Brujo del Wizengamot, y además controlaba la injerencia de la Confederación en Inglaterra, aislándolos de las políticas universales que ya se manejaban en varias naciones.

Mientras el ministro buscaba a otro mesero y Lucius Malfoy era llamado aparte por su esposa, que le estaba diciendo que la siguiente fuera la última copa de Champaña que debía tomarse, Snape deslizo su varita discretamente hacia su mano y con apenas la punta asomándose de su manga, lanzo un murmurado hechizo de impotencia hacía Lucius Malfoy, un hechizo bastante durable que solo podía ser levantado por quien lo lanzó. Eso aseguraría que el rubio aristócrata buscara al mejor pocionista que conocía y que además, daba la casualidad, era discreto como tumba.

Una Manada SingularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora