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El atardecer del día lunes hacía presencia y la brisa suave y helada acompañaba la caminata de las tres chicas confusas con los nombres del tablón de actividades fuera del horario normal de clases.

—¿Sólo hay hombres?

—Pues eso parece.— Asumió la pregunta Yang-Mi.

—Jodido Kim.

—Claro, pero bien que me contabas cómo te dejó doliendo todo tu ser por tres semanas. Era él, ¿quién lo diría? Te lo tenías callado.

—No de hecho yo si sabí...

—Eres una golosa Song Ji-Won. Bien, me voy, ustedes sigan su camino, nos vemos mañana.

Las restantes siguieron su camino hasta llegar a los grandes portones que hacían saber que del otro lado se encontraban los grandes hogares y entre estos, el de Cho Yang-Mi. Siempre era la misma rutina por las tardes. Song Ji-Won alojaba la residencia de las seis hasta las diez de la noche, hasta que su madre llegara de su turno en un gran hotel lujoso de la ciudad de Busan, por que sí su madre era recepcionista y se dedicaba horas en su labor, cada tarde y noche.

Siguieron caminando, pero los pensamientos de Yang-Mi estaban en un lugar lejano a lo conocido y visible, ella sólo pensaba en lo extraño que era que Jimin asistiera ese taller, él no iría por voluntad propia siendo que era un excelente estudiante, un castigo debe ser la causa, pero ¿por qué? Eran muchas preguntas que rondaban en su cabeza. Lo peor de todo, es que suponía que Kotoko tendría que ver en esto. Y lo odiaba.

—¡Por dios Yang-Mi! ¿Podrías dejar de pensar en penes por un instante?

Y eso bastó para alarmar a la susodicha, sus ojos se elevaron viendo cómo cuatro ojos oscuros y atentos la observaban desde el jardín delantero de la gran casa de color beige.

—¡Mierda, Jimin te escuchó!

—¿lo crees? Está muy ocupado manoseando a su novia para despedirla. Ese chico se la cogerá ahí mismo.

—¡Ji-Won! Deja de decir estupideces. Jimin no es así.

—Como digas. Pero quién tiene un pene es él y no tú.

—Mejor entremos.

Y es que la chica no sabía si era más desagradable decirle a su amiga que en el fondo estaba en lo cierto o ver como se besuqueaba su vecino con la japonesa restándole importancia a lo que habían oído de las palabras de Ji-Won del otro lado de la acera. Lo mejor era entrar a su hogar.

—¡Llegamos!

—¡Ji-Won!

—¡Señora Cho!

La mujer corrió a recibir en sus brazos a la de melena con todos los ánimos del mundo y la receptora no se quedó atrás, la relación entre ellas solía ser muy cercana. A veces bastante pues sin darse cuenta...

—Hola mamá.

—¡Oh, cariño hola! ¿Qué tal estuvo el Instituto hoy?

—La misma mier...rutina.— Habló Ji-Won mientras que sus mejillas saboreaban una manzana a medio mascar por ella misma.

—Tendrémos que asistir a un taller de literatura. Los jueves de las seis de la tarde.

—¿¡Cho Yang-Mi, te han castigado!?

Y no. Eso no era una pregunta de enojo, más bien asombro y burla. La señora Cho disfrutaba saber que su hija tenía una vida como cualquier adolescente donde los profesores les regañaran o donde su hija pudiese compartir con otros chicos de su edad.

—Lo sien...

—¡Eso es genial! Te irá bien distraerte y llegar más tarde a casa.

Todo era confuso en la mente de la menor. Pero tendría que aprovechar la situación, si su madre no estaba molesta, su padre tampoco lo estaría.

—Déjeme ayudarla con la cena.

Oh gracias Ji-Won.

No tardaron mucho y entre risas la señora Cho y Ji-Won hicieron una apetitosa cena casual. Entre tantas risas y charlas de las telenovelas románticas de las cuales eran fanáticas, el señor Cho hizo presencia y mientras dejaba sus zapatos en la entrada se hizo notar. Para Yang-Mi la llegada de su padre significaba comer a gusto de la cena y luego hablar de otros temas que no fuesen chicos musculosos o los personajes de las telenovelas que a ella poco le importaban.

Todas dieron la bienvenida al hombre mayor y con ayuda de él para servir los platos, dieron inicio a la cena, excepto por un pequeño detalle. La señora Cho le indicó a su hija unos tappers con guarniciones exactas para una persona de la comida que estaban a punto de probar.

—La abuela de Jimin está en cuidados intensivos y sus padres están con ella, Jimin seguro no ha comido nada. Ve a dejarle esto.

No le quedo de otra que asentir.

—Con gusto que irá.

Para Song Ji-Won, su amiga estaba locamente enamorada de Jimin, era algo notable desde que tenian doce años, pero claramente en cuanto Jimin comenzó a cambiar su físico y ser uno de los chicos más guapos del Instituto para muchas Yang-Mi se cegó a la idea de que Jimin era sólo un amigo, su amigo de infancis y nada más que ello. Para Yang-Mi, Park Jimin era un chico inocente, dulce, con cero intensiones de fijarse en las chicas de otro modo y si estaba saliendo con Kotoko, era porque ella fue quién se declaró y Jimin es un chico correcto que no le gusta dejar en vergüenza a la chicas. Eso pensaba ella. Nunca se abría imaginado los abdominales de su vecino, que a decir verdad, las chicas los describían como algo de otro planeta; tampoco imaginaba cómo sería besarlo, o cómo era su cuerpo desnudo, nunca lo había visto así, aunque a la edad de once años, era un cálido verano y jugando con la manguera del patio trasero en la terraza al pequeño Jimin se le había caído su traje de baño, el señor Park logró tapar los ojos de la pequeña a tiempo. Eso fue lo más cerca que estuvo de verle, pero todo era un juego inocente.

Sólo asintió irónica a los comentarios de su amiga y tomó de la lonchera equipada con la comida necesaria para que Jimin comiera debidamente. Se encaminó a la salida de su hogar, se puso sus zapatos y debió cruzar en extenso jardín hacia la izquierda para llegar a un jardín decorado en flores y cuidado por claramente, la señora Park o como su madre le decía, su amiga Seri.

Tocó nerviosa de la puerta unos tres golpecitos. Esperó unos dos minutos, pero nada, parecía como si nadie habitara ese hogar. Se extrañó de ello pues ella vió cuando Jimin llegó a su hogar, sólo había una explicacion para ello. Le sucedió algo.

Recordó entre el miedo y la intriga que la llave de repuesto se ocultaba en uno de los grandes arbustos que la señora Park plantó en el verano del año pasado, y bingo. Tomó la llave y la insertó en la cerradura, no era una tarea difícil. Sus pies se desprendieron de los zapatos y nombró unas dos veces el nombre de Jimin en voz alta pero nada se oía más que un extraño ruido en el segundo piso. Se asomó por la escalera y logró divisar una luz que salía de la puerta del susodicho. No dudo en ir a averiguarlo y en cuanto llegó frente a la puerta, le dió un pequeño empujón con su dedo índice.

La escena estaba frente a sus ojos y es que dónde viera era obsena. La laptop de su vecino emitiendo gemidos desgarradores de una chica de cabellos rojos siendo penetrada de la forma más violenta por un hombre moreno y musculoso el cual emitía suspiros firmes y cortos. La mano de Park Jimin estaba bajo su ropa interior, sus suspiros eran rápidos y acelerados y su rostro estaba sonrrojado por completo por el éxtasis, pero incluso más cuando los ojos de Yang-Mi se cruzaron con los suyos.

—¡Mierda Yang-Mi no mires!











War Of Hormone;; pjm [+18]Where stories live. Discover now