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En una calurosa mañana del segundo mes de verano, Charlie Dalton llegó a la conclusión de que era ridículo.

Había pasado la última semana escuchando a Knox hablar sobre la maravillosa rubia que había conocido en la iglesia a la cual sus padres lo obligaban a asistir los domingos de sus vacaciones y estaba listo para empezar a tirar de sus mechones de cabello hasta quedar calvo. A ese punto, estaba seguro de saber más sobre aquella chica que sobre sí mismo.

Estaba harto, pero no podía comunicarle eso; esta muchacha era importante para Knox, aunque solo la haya visto una vez, y él debía respetarlo. Pero allí se encontraba, ahogando sus gritos de frustración en una almohada, arrugando la camisa que se había puesto para la ocasión, pues Knox lo llevaría consigo a la iglesia para que conociera a, y en palabras suyas, su futura esposa.

¿Por qué le estresaba tanto aquello? No es como si realmente llegara a casarse con ella y, de todos modos, si así fuera, debía estar feliz por él. Era lo que hacían los amigos.

Charlie Dalton llegó a la conclusión de que era ridículo por negar sus verdaderos sentimientos a sí mismo de manera tan descarada, aún cuando intentaba acomodarse la corbata frente al espejo luego de su ataque de histeria, con el rostro todavía colorado.

No había problema, Neil siempre le había dicho que podía haber ingresado al club de drama con él si se lo hubiera propuesto; aparentemente, era bastante bueno fingiendo.

Una hora después, se encontraba junto a Knox y su familia (a la cuál no le simpatizaba demasiado, cabía destacar), escuchando las oraciones de un hombre en toga frente al estrado, leyendo páginas amarillentas de un viejo libro que resultaba bastante aburrido a sus oídos.

Sintió el codo de Knox enterrarse en su cintura cuando estaba a punto de quedarse dormido y se quejó en voz baja, callando al levantar la vista hacia su amigo, el cual tenía la brillante mirada hacia el frente, a un par filas más adelante, acompañada de una sonrisa apenas contenida.

"Es ella", lo oyó murmurar y tragó saliva; ese era el momento de conocer a su silenciosa rival y no había marcha atrás.

Volteó, siguiendo el trayecto de la mirada ajena, encontrándose con una corta cabellera rubia y un rostro de muñeca. Correspondía a la mirada ajena de forma tímida, con un leve rubor en las mejillas y una ligera sonrisa de labios sellados. Sus largas pestañas revolotearon ligeramente antes de volver a prestar atención al estrado, siendo reprochada duramente por la mirada de la mujer que tenía a su lado, la cual dedujo que sería su madre.

El corazón de Charlie bombeaba con fuerza y podía sentir cómo su rostro adquiría un tono carmín; cruda impotencia. Su orgullo había decidido rendirse sin haber dado batalla, ¿qué tan perfecta debía ser para que aquello ocurriera?

La respuesta era sencilla: se trataba de una mujer y a Knox le gustaban las mujeres.

A Knox no le gustaba Charlie.

the name is mr. brightsideWhere stories live. Discover now