XII: Piezas de puzzle a punto de encajar

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Con sus manos aún en contacto, Alba atiende a sentir la llameante temperatura de Natalia abrasando su piel tanto como una chimenea calcinando leña en medio del frío de una noche de invierno que, en este caso, vendría a ser ella.

-Natalia, estás ardiendo— exclama la rubia levantándose de la cama alarmada para inclinarse sobre ella y tentarle la temperatura con la mano sobre su frente.

La fiebre debía de tenerla por las nubes. Quizás incluso sobrepasaba los cuarenta grados.

-Qué va, estarás delirando.

Natalia se envuelve de nuevo entre las sábanas blancas como una niña pequeña que no quiere levantarse temprano para acudir al colegio. Acurrucada sobre la cama y tapada hasta la barbilla, se hace la dormida frente a Alba que no le quita preocupada el ojo de encima.

Su tez era de un tono blanquecino tirando a amarillento , ya u tersa piel no lucía con ese tono avellana con alguna que otra pigmentación de rubor. Bajo sus ojos, poblados por una extensas pestañas tan negras como los mechones de su cabello, se formaban unas grandes ojeras oscuras que le daban un toque más enfermizo a su rostro. En cuanto a sus labios, estos seguían manteniendo aquel tono púrpura que se contrastaba con la palidez de su albina piel.

Podría pasar por una figurante de crepúsculo perfectamente, sumándole a todo aquello que sus ojos estaban completamente inyectados en sangre. Daban escalofríos.

-La que debe de estar delirando eres tú— trata de destaparla para auparla de la cama, fallando de forma estrepitosa en el intento. Natalia tenía mucha más fuerza que ella a pesar de estar enferma, cosa que le demuestra aferrándose a las mantas como si su vida dependiera de ello—. Hay que bajarte como sea la fiebre. Necesitas una ducha bien fría.

-Pero, ¿qué dices?— suelta un gemido quejoso la pelinegra aún hecha un ovillo. No quería ni moverse, lo que quería es que la dejasen en paz. Solo estaba resfriada, no iba a morirse— Estoy congelada, ¿qué quieres, matarme? ¿Es que ya se te ha olvidado nuestro pacto Alba?

-Natalia hay que bajarte la fiebre como sea. ¿Dónde está el baño?

La de septum la ignora por completo, sigue haciéndose la dormida hasta que, tras un suspiro agotador por parte de Alba, abre en escasez sus orbes y por accidente estos se posan sobre una puerta blanca justo al lado de su armario. La entrada de su baño.

Tras seguir la dirección de su mirada, Alba corre apurada hasta el servicio para llenar la bañera con agua templada tirando más bien a fría, tampoco quería congelar a Natalia como Jack en Titanic por culpa de la maldita Rose que no le hizo un hueco en aquella estúpida tabla de madera.

Al arrodillarse en el suelo tienta el agua del grifo con sus manos y cuando por fin ve que está adoptando la temperatura correcta, vuelve a la habitación tras poner el tapón en la bañera.

-Venga Natalia, tienes que meterte en la bañera— la apremia con una palmada—. No me lo pongas más difícil, por favor.

Pero la tatuada de metro ochenta no le hace caso, estaba tan congelada que hasta le castañeteaban los dientes. Ni siquiera podía mover los deditos de sus pies.

-Si no te metes en la ducha, tendrás que ir a urgencias. ¿Quieres eso?

Al fin Natalia parece sopesarlo, no le apetecía lo más mínimo ir a un hospital. Los detestaba. Así que se rinde perdiendo la partida contra la Reche y se incorpora de la cama para gusto de la rubia que en seguida la ayuda a ponerse en pie para llevarla al baño.

Cuando la sienta sobre la tapa del váter, Natalia estira su brazo para tentar el agua que ya rozaba casi el tope de la bañera y, con sólo rozarla con su mano saca ésta última al instante sobresaltada por su inmovilizante frialdad. Se le había puesto la carne de gallina. Estaba helada.

Enigma || AlbaliaWhere stories live. Discover now