EPÍLOGO | Vestido de princesa

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Olivia no podía creer el tiempo que había pasado y estar en el mismo lugar que se encontraba un año atrás. Con la diferencia de que nunca había sido tan feliz.

Alisó su vestido y le sonrió a la imagen que le devolvía el espejo. Esta vez su vestido era bohemio, sencillo con una mezcla de chiffon, transparencias y encaje. Perfecto para una boda en la playa. Su cabello solo estaba ondulado y una flor recogía una parte de su cabello tras su oído.

—Te ves muy bonita, mami— le dijo Lizzie que la veía con ilusión, tocando delicadamente la parte inferior de su vestido— Hoy pareces una reina muy bonita.

—Gracias cariño— Se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña— Déjame ver de nueva cuenta tu vestido... eres hermosisima, toda una princesa.

De pronto Dickie entró y se paró frente a ambas mujeres, viéndolas de arriba hacia abajo muy sorprendido.

—Mami papá me dijo que viniera por ti, está en la sala.

Olivia siguió a ambos niños que la guiaron hasta la sala y después salieron al jardín para reunirse con los demás.

—¿Estás bien? ¿No estarás arrepintiéndote, cierto?— preguntó Liv con preocupación.

Elliot que se reacomodaba los gemelos nervioso, se giró para ver a su Olivia. Después de todo ese tiempo, no podía creer que fuera el hombre más afortunado del maldito universo y estuviera a solo unos minutos de desposarla.

En ese momento todo hizo Click, Las penas, los días en que ambos lidiaron con un par de gemelos casi recién nacidos aprendiendo juntos el arte de cambiar pañales, los paseos al parque con sus hijos con Liv cuidando que no tuvieran accidentes; las noches enteras de trabajo, las persecuciones, cómo lo había cuidado cada vez que había salido herido, cuando lo eligió a él y dejó todo atrás...

Liv siempre había estado en sus recuerdos, formando parte vital de cada cosa que surgiera en su vida... siempre había estado ella, siempre había sido ella...

—Para nada, pero me preguntaba si no saldrías corriendo...— Elliot rió y abrazó a Olivia por la cintura— Hace tiempo te dije que eras la novia más bonita que había visto... pues me equivoqué, MI futura esposa es la más hermosa que hayan visto estos ojos, porque esa sonrisa y el brillo en tus ojos te sientan de maravilla.

—Gracias por hacerme tan feliz y dejarme entrar en tu vida y en tu familia Elliot.

—Cariño siempre fuiste tú...— se separó un poco de ella para poder verla a los ojos y tomar su rostro con la palma de su mano.

—Lamento interrumpir... pero llegó la hora, Elliot, a tu lugar—intervino Cragen.

La pareja sonrió y deshicieron su abrazo, Elliot salió para colocarse a un lado del improvisado altar, mientras Liv tomaba el brazo de Cragen, con la sonrisa más brillante que el hubiera visto antes.

—¿Eres feliz, Olivia?— Le preguntó cuando llegaron a la puerta.

—Estuve esperando esto toda mi vida, todo es perfecto— le sonrió y ambos salieron para recorrer el camino hacia el altar, con la mirada de amigos y familia encima.

—Elliot te entrego a Olivia para que cuides de ella y la hagas feliz por el resto de sus vidas. No me hagas volver para patearte el trasero... aún puedo.

—No lo dudo— Elliot le sonrió al mayor y tomó la mano de Olivia, que le entregaba Don.

Maureen se acercó para tomar el ramo de rosas de la mano de Olivia y regresó a su lugar, al lado derecho de la castaña. Kathleen estaba al lado de su padre, ella sería la encargada de los anillos.

Fin y Munch veían cómo la pareja mencionaba sus votos de amor eterno, como intercambian anillos y sellaban su unión con un beso.

—Deja de llorar Odafin Tutuola, es momento de pagar.

—No estoy llorando, Munchkin— Dijo con la voz entrecortada y sorbió un poco la nariz.

—¿Entonces para que los lentes oscuros, eres personal de seguridad?

—Cállate— Le gruñó y saco un montón de billetes para ponerlo sobre la mano de John— Nunca había estado tan feliz perdiendo dinero, valió la pena.

—¿Primer hijo niño o niña?— Preguntó Munch— 100 a que es niño.

—Hecho— Ambos estrecharon manos y siguieron a los demás invitados que tomaban sus lugares en la recepción.

Luego de la cena, los recién casados abrieron la pista de baile, con The way you look tonight de fondo. Elliot estrechó el cuerpo de la castaña entre sus brazos, para guiarla por la pista, rodeados en una burbuja solo para ellos dos.

—Fue un largo camino para llegar hasta aquí, ¿cierto?— Susurró en el oído de Liv, haciéndole estremecer.

—Y por fin llegamos— Sonrió Olivia cuando Elliot la giró y volvió a recibirla entre sus brazos. Un par de humanos pequeños se acercaron a la pareja, abrazándose a sus piernas.

—¿Podemos bailar con ustedes?— Preguntó Dickie.

Elliot tomó a Lizzie entre sus brazos, mientras Olivia levantaba a Dickie, para dar un giro con él, mientras el niño reía y se abrazaba a su cuello.

—¿Papá?— La niña tomó las solapas del traje de Elliot para llamar su atención— ¿Cuando podremos tener un hermanito?.

Elliot rió, sus hijos siempre iban adelante de todo pronóstico. Le habían enseñado el camino de lo que su vida necesitaba y nunca dejaría de estar agradecido con Dios por toda la felicidad que le había dado al lado de esa familia tan inusual.

No pasaría mucho tiempo antes de que los deseos de los gemelos se vieran cumplidos. Tenían la familia completa que habían soñado, un hermanito que cuidar y dos mascotas que estarían con ellos hasta llegar a la universidad.

La vida había sido generosa, Elliot y Liv pudieron disfrutarse durante muchos años. Fueron felices con sus cinco hijos, un montón de nietos y muchos casos resueltos durante el tiempo que fueron parte de víctimas especiales y aún después, dedicaron su jubilación a ayudar a todo aquel que necesitase de ellos.

Cuarenta años después estaban en la playa donde unieron sus vidas para siempre y cada año volvían al mismo lugar a jurarse amor eterno.

—¿Cariño, los niños vendrán a casa esta noche?— Preguntó Olivia a su marido, ambos estaban sentados en el jardín trasero de la casa de Long Beach, viendo el ir y venir de las olas del mar.

—Maureen tiene 56, Noah 39... creo que ya nos están alcanzando cielo— Ell rió y besó la sien de la antes castaña, que ahora tenía cabellos de plata.

—Siempre serán mis niños y seguiré consintiéndolos aunque digas que son mimados. Para algo soy su madre.

—Por eso te amo aún más, cielo... y aquí bajo el cielo azul y frente al mar, te vuelvo a prometer amarte, respetarte y atesorarte para la eternidad...

Y así fue, Elliot amó a Olivia hasta su último respiro. Mientras Olivia espero el momento para reencontrarse con su amor en la eternidad, donde seguirían siendo compañeros, sosteniéndose el uno al otro.

❋❋❋ Fin ❋❋❋

Gracias a todas por seguir esta historia... por sus comentarios y el tiempo invertido leyendo esto, un placer escribir para ustedes.. 😌💖

Hasta la próxima, 
Un abrazo!

Frida Reed

La boda de mi mejor amiga  |  BENSLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora