Quinta Parte - (Alec's POV)

4.7K 365 46
                                    

El camino de regreso al Instituto transcurrió entre una serie de tambaleos y quejidos por parte de Jace en los instantes en los que recuperaba la consciencia; y quejidos de parte de Alec cuando tenía que, prácticamente, remolcarlo por la acera. Era una suerte que pudieran valerse de las estelas para proyectar un glamour que los ocultara, porque honestamente el estado del rubio era poco menos que vergonzoso. Alec no podía dejar de pensar en que los mundanos solían hacer fiestas y emborracharse hasta que no recordaban su propio nombre sólo por diversión. Vaya extraña definición de diversión, concluyó con una mueca torcida mientras Jace vaciaba una vez más el contenido líquido de su estómago sobre los zapatos de ambos.

Cuando por fin llegaron a destino, Alec planeaba arrastrar a su parabatai hasta la habitación del mismo, pero la suya estaba más cerca, y decidió que no merecía el esfuerzo arrastrarlo unos dolorosos metros más, cuando todo su cuerpo comenzaba a cansarse de cargar al otro muchacho. Podía simplemente dejarlo en su propia habitación y dormir él en la enfermería.

Claro está que no iba a dejar que Jace manchara toda su cama con vomito. Puede que sus condiciones de higiene no hubiesen sido las mejores durante los últimos cinco días, pero tampoco era cuestión de pasarse de la raya. Cerró la puerta y se dispuso entonces a quitarle la chaqueta y la camiseta manchadas, y arrojarlas a un lado. Le ayudó luego a quitarse los zapatos sosteniéndolo por el brazo al ver el débil equilibrio en que se mantenía su amigo cuando lo soltaba, y apoyándose un poco en él quito sus propios zapatos también.

-Quítate la bufanda – exclamó el rubio de improviso, con un tono de voz que era más propio de un muerto que escapa de su tumba para asustar a los niños que de un joven buen mozo de diecisiete años.

Alec le miró arqueando una ceja.

-¿Qué demonios te pasa a ti con mi bufanda esta noche?

-Huele como el infierno, hermano. – respondió Jace. Luego esbozó esa sonrisa estúpida que Alec le había visto poner más temprano esa misma noche.  –Como el infierno de los alcohólicos – exclamó a continuación, riéndose como si hubiera oído el chiste del siglo.

Alec puso los ojos en blanco y se quitó la bufanda. La dobló cuidadosamente y la dejó sobre la cómoda. -¿Satisfecho?

-Yo no usaría exactamente esa palabra – repuso Jace, con una expresión que solo podría definirse como coqueta. El joven Lightwood rió y empujó al otro muchacho hacia la cama, ahogando una exclamación de sorpresa cuando éste le tomó del brazo, llevándolo consigo.

-Jace… - murmuró entre dientes, intentando zafarse del agarre de su amigo. Pero éste o bien no lo escuchó, o bien fingió no hacerlo. En lugar de responder, bostezó y se acomodó de lado, pasando una mano bajo la almohada y otra sobre la cintura de Alec.

-Jace. – repitió Alec, un poco más fuerte esta vez.

-Shhh… duérmete. Sueña con angelitos y bellas hadas.

Esta contestación por parte del rubio casi le provocó echarse a reír. Intentó liberarse una vez más, consiguiendo como único resultado que Jace le atrajera más cerca. Soltó un bufido y se resignó. Se acomodó lo mejor que pudo, con la poca movilidad que Jace le permitía y lo observó dormir.

No es noticia extraña para nadie que cuando uno se queda despierto por las noches, la mente empieza a divagar, a hacer preguntas, a reflexionar… y justamente esa noche, mientras Alec observaba a su amigo dormir, no podía mantener ciertos pensamientos fuera de su cabeza. En primer lugar, no podía dejar de darle vueltas a lo que había pasado en el bar. Estaba casi seguro de que Jace no recordaría nada de eso cuando se levantara a la mañana siguiente con resaca, pero él lo recordaría, y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. Por momentos, se convencía a sí mismo de que no sentía absolutamente nada por Jace y se decía entonces que era estúpido estar pensando en aquello. Pero entonces, su parte racional, la parte que le invitaba siempre a analizar las cosas desde un punto objetivo, le decía que objetivamente lo que había sentido durante aquel beso era algo más que nada. Y después se daba cuenta de que aquello era ridículo y volvía a empezar el círculo.

Estuvo dándole vueltas y más vueltas al asunto, hasta que el sueño lo venció. Alrededor de las cinco de la mañana, sus párpados se cerraron y Morfeo lo acunó en sus brazos.

Despertó horas más tarde, a media mañana, con el sol pegándole en el rostro. Se estiró un poco para desperezarse, y notó entonces que en algún punto entre la madrugada y el amanecer, ambos se habían movido y era él quien ahora abrazaba a Jace, con su brazo descansando sobre el pecho desnudo del otro muchacho. Los recuerdos de lo sucedido la noche anterior acudieron de improviso a su mente, y se movió solo un poco, apenas lo suficiente para acariciar con la yema de los dedos la runa parabatai en el pecho de Jace. Pensó en la Ley, y en lo que significaba estar enamorado de tu parabatai, incluso si lo que tenías era sólo un enamoramiento pasajero.

De repente, el sonido de alguien aclarándose la garganta lo sacó de sus pensamientos. No fue hasta ese momento que reparó en la figura que se recortaba a la luz del pasillo, en el umbral de la puerta entreabierta.

Fic JalecWhere stories live. Discover now