Lo que el hielo ocultó: golpea.

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Capítulo 16

Lo que el hielo ocultó: golpea.

—Es muy bonita —dije finalmente. La casa era acogedora. La fachada afuera era de madera pero dentro era una cabaña con inclusive techo de hormigón. La cocina era moderna y la sala también, era más pequeña que la casa de Roger y que su pent-house.

Era bonita y chiquita.

Dejé mi maleta con la ropa en la sala, y me tiré en el sofá a observar como él se quitaba la ropa pesada y dejaba las llaves de su camioneta encima de la mesa de madera.

La camioneta se había quedado atrás, a unos cuantos metros estaba la casa. Ese primer día descubrí la vitrina con vinos que tenía Roger. Me emborraché y me dormí temprano, porque me sentía mal por haber dejado a mi mamá atrás sin haberle dicho nada.

Cuando me levanté en la madrugada Roger no estaba a mi lado, pero la verdad es que no tenía ganas de levantarme en la oscuridad, con la penumbra que envolvía la casa, a buscarlo, porque estaba muy cansada por el viaje y todo el alcohol tratando de diluirse en mis venas.

Me levanté temprano y me pesaban los parpados, mi boca sabia amarga. Yo estaba muy entusiasmada por las actividades que podíamos hacer. Se me hacia la idea de acampar, pero todavía estaba muy frío. También se me ocurrió explorar los alrededores, caminar juntos, como hacíamos los viernes cerca del rio que atravesaba la ciudad, después, cuando intenté buscar más ideas sobre qué hacer, no llegaron más. Estábamos en una casa en medio del bosque nevado, y las actividades eran pocas.

—¿Qué tan grande es esta propiedad?

—Solo un poco —respondió mientras servía un pedazo de carne en mi plato, y después uno en el de él. Había un tazón con puré de papas entre los dos.

—Bien, ¿Qué haremos?

—Hoy voy a salir —me anunció.

—¿Hacia dónde vamos? —pregunté sirviéndome un poco de puré.

—Tú no iras. Te quedarás aquí.

Le observé esperando que dijera que estaba bromeando, pero siguió comiendo. A mí el apetito se me fue.

—¿Qué haré yo aquí sola?

—No lo sé Lauren, tú quisiste venir.

Siguió comiendo, y yo me levanté de la mesa porque quise llorar por su actitud seca. Él nunca había sido así conmigo, yo realmente no sé qué tenía el clima de esos lares que lo hizo cambiar así, ¿o siempre fue así y no me di cuenta?

Estaba en el cuarto poniéndome medias cuando escuché la puerta cerrarse. Saqué mi maleta de debajo de la cama y saqué un abrigo largo de allí. Me dirigí a la puerta. Cuando intenté abrirla, descubrí que estaba cerrada por fuera. No podía creerlo, ¿por qué dejarme encerrada?

En mi corazón estaba esa mala sensación, ese sabor amargo. Ya me había arrepentido y quería volver a casa. O volver a la casa de Herman. Simplemente sentí que había hecho una mala decisión y miles de pensamientos malos tomaron posesión de mi cabeza, sin embargo ninguno nunca se asemejó a lo que sería la realidad.

Le di la vuelta a la casa, en vez de quedarme sentada en el piso con la mirada perdida pensando en a dónde había ido y por qué me había dejado... Había una sola habitación, un solo baño, una cocina, y sala comedor, la casa era cómoda pero solo para una pareja.

En las gavetas había fotos de una mujer con cabello castaño y piel pálida. Tenía ojos azules y le estaba sonriendo a la cámara. Intenté encontrar más fotos entre los papeles sin importancia, pero no encontré.

Lo que el hielo ocultóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora