One-shots Haikyuu.

Semiten - Vas a reírte cuando te lo cuente

La idea era buena. Al menos así le pareció a Tendou. Debió salir bien. Si tan solo el destino no se diviertiera tanto burlándose de él posiblemente todo habría ido bien. Si su intuición sirviera también fuera de la cancha no habría tenido ese problema. Se habría dado cuenta de que algo no cuadraba.

Pero no sucedió.

Tendou había leído en un manga... ¿o tal vez fue en Internet? No lo recordaba exactamente. Pero leyó que una forma de mantener la magia con la pareja era sorprenderla. Pequeños detalles. Sí, eso Tendou podía hacerlo. Eso explicaba qué hacía el pelirrojo a las siete de la mañana un sábado colándose por la única ventana abierta de la casa de los Semi. Los sábados no eran los mejores días para Eita. No se llevaba bien con su familia, según le explicó un día a Satori antes de dormirse. Sus padres eran demasiado exigentes, y siempre le comparaban con su hermano, quien por cierto era mejor que Eita en todo. Si él sacaba un nueve en matemáticas, su hermano sacaba un diez. Si Eita era nombrado colocador titular en la universidad, su hermano recibía el título de mejor colocador. Tendou nunca había conocido al susodicho, pero le caía mal solo por lo mucho que irritaba a su novio. Ya se encargaría algún día de gastarle alguna de sus clásicas bromas pesadas.

Por el momento tenía una tarea mucho más importante entre manos.

Consiguió colarse por la ventana y su aterrizaje no fue tan malo como esperaba. El suelo de madera amortiguó la caída. Tendou salió de la cocina. Tenía un pie puesto en el primer escalón de la escalera cuando escuchó el sonido del swing de jazz. ¿Eita escuchaba esa clase de música? Nunca la había oído, pero aún había muchas cosas que desconocía de su pareja. El pelirrojo sabía que ese día los padres del colocador no estaban, así que solo podía ser Eita.

Con todo el sigilo del que fue capaz, se deslizó hasta el umbral y se asomó. Lo que vio lo dejó con la boca abierta. Una estilizada figura permanecía doblada sobre sí misma sobre la esterilla de yoga. Gracias a la luz que se colaba por la ventana abierta se vislumbraban las gotas de sudor que resbalaban sobre la nívea tez de Eita. Tendou era consciente de que su novio era atractivo. No, más que eso. Pero ser consciente de ello y verlo con sus propios ojos, ejercitándose de manera que sus músculos se marcaban, era algo completamente diferente. Si el cielo en la Tierra existía, el bloqueador central estaba convencido de que lo acababa de encontrar.

¡Satori, céntrate!, se dijo a sí mismo, porque a ese paso iba a conseguir que su mandíbula cayera y golpeara el suelo. Gracias a su "duro entrenamiento" (el cual había consistido en verse Naruto varias veces) se acercó sin hacer ruido hasta colocarse a la espalda del chico que practicaba yoga, completamente concentrado. Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios del pelirrojo.

—No sabía que podías doblarte hasta ese punto, Semi-Semi —Satori pegó su pecho junto a la espalda del chico. Sus manos se deslizaron sobre los definidos bíceps del muchacho, descendiendo hasta llegar a sus manos. Dejó un pequeño camino de besos por su cuello—, tendrás que demostrarme algún día cuán flexible eres... —Tendou se incorporó y se encontró con los sorprendidos ojos de su novio. Soy un genio. Está tan sorprendido que ni siquiera sabe cómo reaccionar. Já. Y le besó.

—¿¡Se puede saber qué cojones estás haciendo, Satori!?

Tendou conocía esa voz. Muy bien. Le había gritado demasiadas veces como para no hacerlo. Pero, ¿cómo podía estar Eita gritándole si le estaba besando...?

Se apartó de golpe. El chico al que había besado le cedieron las piernas y cayó sobre la esterilla de yoga.

En el umbral de la puerta le observaba un joven con exactamente el mismo cabello, la misma estatura, y los mismos ojos... a excepción de que los suyos estaban cargados de una ira inaplacable.

—Oh —soltó Tendou cuando se dio cuenta.

El hermano de Eita.

Su gemelo.

Y acababa de besarlo.

—Vas a reírte cuando te lo cuente.