—Gracias, Príncipe. —La canción finalmente se detuvo y me solté con apremio de su mano—. Fue un gusto, con permiso.

Cuando di la vuelta para alejarme de ahí, choqué sin querer con la preciosa cenicienta rubia —que no parecía peluca— que había visto al entrar, le susurré una disculpa, pero alcancé a notar que me fulminó con la mirada. Andé pocos pasos, lo suficiente para salir de la pista y el Príncipe se me atravesó en frente.

—No huyas, eso es trabajo de cenicienta.

Reí aunque por dentro quería gritar. Busqué con la mirada a mi cuaderno, pero el idiota se había quedado una canción más con la diabla. Tonto Elías.

—También es su trabajo bailar con el príncipe, deberías ir a bailar con ella. —Giré a mirarla y tenía su vista en nosotros—. Mírala, está sola y creo que te busca.

—Me gusta cambiar los cuentos, y qué mejor giro que el príncipe con un crayón. Ni en los más absurdos fanfics aparece esta versión.

Quise preguntarle si la sonrisa que me daba venía con el disfraz porque combinaba muy bien con todo el aire de la realeza, pero me pareció un poco inapropiado además de que en mi mente, admirarlo estaba en segundo lugar, en el primero estaba la certeza de que yo no debería estar ahí.

—Debe ser porque es antinatural. —Miré una vez más detrás de mí—. Ya me inquieta la mirada de cenicienta, no me gusta.

—Es que ella en realidad es la hermanastra disfrazada, por eso su mala leche.

—Si la invitas a bailar mejorará su humor —aventuré.

—¿Cuál es tu insistencia en que la saque a bailar?

Porque quiero huir de acá, pensé.

Usé una de mis tres maneras de evadir una conversación: volverla incómoda.

—Es que tengo que ir al baño urgente. Problemas de crayones.

—Ve. —Señaló un pasillo a sus espaldas—. El baño queda dos puertas adentro de ese pasillo. Acá te espero.

Usé mi segunda manera de evadir una conversación: voltear los papeles.

—¿Y cuál es tu insistencia en hablar con un crayón?

—Crear confianza para que suceda una de dos opciones: que me digas tu nombre, o que te quites el antifaz.

Para exhibirme como la infiltrada, me gritó mi interior.

—Me llamo Crayola Amarilla y el antifaz es obligatorio, me lo dijo el guardia.

—Soy el dueño de la fiesta, puedo decir que no más obligación cuando yo quiera.

Usé mi última manera de evadir una conversación: ser directa.

—Me tengo que ir, perdón. Ya se me hizo tarde.

—¿No tienes hasta medianoche?

—Cenicienta a las doce, crayones a las ocho. Lo dice en el cuento.

Di un paso hacia la pista de baile dispuesta a tomar a Elías a las malas y obligarlo a irnos, yo me conozco y sabía que mi mentira no me iba a durar muchísimo más. El príncipe me tomó de la tela del crayón a la altura del hombro y mi corazón se aceleró con más y más miedo, casi pude ver las esposas en mis muñecas forradas de tela amarilla.

El Príncipe pulió un gesto exagerado de realeza, como el que imaginé que usaría de estar en una obra de teatro, luego, con un tono muy formal, dijo:

—Señorita Amarillo, temo que tendrá que decirme su nombre para darle sus saludos y buenos deseos a Martina.

Y ahí la cagué.

—¿Martina? —pregunté en una laguna de culpa.

—Sí, la cumpleañera. —Levanté la mirada y en la suya había maldad. En mi campo de visión alcanzaba a notar los contornos de mi antifaz y todo alrededor se me hizo más pequeño, aún más cuando luego de esa pausa dramática dijo—: A menos que seas una colada que no tiene ni idea de quién es Martina.

Me vi incapaz de mentirle más, imaginé que si le suplicaba lo suficiente sentiría lástima de mi pérdida de dignidad y no llamaría a la policía. Me quedé sin aire y mis palabras salieron en balbuceos absurdos:

—Lo siento mucho, muchísimo. Mi Cuaderno dijo que sería fácil... yo solo quería comer... uhhmm... perdón. No llames... no... no llames a la policía... yo soy un Crayon bueno... perdón.

Alguien tomó el hombro del príncipe y este giró, quitándome su mirada de encima. El joven que estaba ahí le dijo algo y el príncipe me soltó, me tenté de echar a correr ahí mismo, pero creí que era mejor suplicar otro poco por perdón y salir por las buenas.

—Bien, ya voy —dijo el príncipe y el otro se alejó; me observó de nuevo, ya no había malicia, solo diversión en sus ojos—. Volveré. Y ni pienses en irte, Crayón, les diré a los guardias que no te dejen cruzar esa puerta.

Con el corazón en la punta de la lengua, pregunté:

—¿Estoy en problemas?

Solo me sonrió de lado y se alejó para subir por las escaleras, llevándose de paso a la diabla que no había dejado al cuaderno. Elías llegó a mí sonriente y feliz, y lo odié por eso.

—¿Qué sucede?

—Debemos huir por una ventana —aseguré.

Elías rio, creyendo que era una broma, pero nunca hablé tan en serio en mi vida como cuando dije eso. 

 

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¡Muchas gracias por leer!

Espero que se estén divirtiendo mucho con las chocoaventuras del Crayón colado jasjaj, yo la amo xD

✏ Nos leemos pronto ♛  

De una fuga y otros desastres •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora