Parte 10

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"Mi delito es amarte, mi sueño tenerte, mi mal no poseerte, y mi agonía, no olvidarte."


Durante los días que Jocelyn vivió con Max, la llama de la pasión creció como un  incendio incontrolable en un área de pinos en tiempo de sequía. Bastaba un beso, o una caricia entre ellos para que surgiera la chispa que iniciaba el fuego de la pasión. Max no creía necesitar más para ser feliz, y esa misma felicidad comenzó a quitarle el sueño a Jocelyn porque sabía que lo bueno duraba poco. Esa idea absurda no le permitió dormir como de costumbre, se pasaba las horas moviéndose intranquila y siempre estaba levantada a la hora que Max despertaba.

Uno de esos días, una tarde mientras veían una película, Jocelyn se dio cuenta de la conexión especial que había entre ellos y la hacía sentir que conocía a Max desde siempre. Por una parte, le daba gusto sentirse tan bien al lado de él, y por otra, le daba terror pensar que había comenzado a depender en Max. Por el momento él estaba a gusto con ella, ¿pero por cuánto tiempo más? Los hombres como él se cansaban pronto de las mujeres y no quería ni pensar en lo que le dolería el día que eso pasará. En ese momento supo que era tiempo de irse a su nuevo apartamento.

Como se acostumbraron a pasar todo el día juntos, cuando ella se fue comenzaron a ser más frecuentes las salidas a comer, a pasear, o simplemente a estar juntos los fines de semana. Por un lado, la su relación parecía ser más solidad, pero a la vez también era más notorio el estrago emocional de ella por el remordimiento y enojo con ella misma. Jocelyn era feliz estando a su lado, pero entre más tiempo pasaban juntos, era más el tiempo que necesitaba después para volver a sentirse bien con ella misma. Max pasó de llamarla cariño a llamar mi amor. Rara vez la llamaba por su nombre, lo cual a ella no le gusto.

–Por favor no me llames así –pidió Jocelyn.

– ¿Por qué no? Eso eres para mí. ¿Te molesta?

–No, sólo prefería que me llames por mi nombre.

–Mira preciosa, no necesito ni decirlo; es algo tan obvio como el cielo azul. Cualquier persona que nos vea juntos a los minutos se van a dar cuenta que eres mi amor, que me enloqueces, te diga mi amor o no te lo diga, no va a cambiar nada. Si deseas que ya no haga, creo que al menos merezco saber el porque.

Jocelyn dudó por un momento, no quería decir nada que fuera hacerlo sentir mal. Tampoco podría decirle algo que no le nacía decir.

–Porqué me siento mal de no poder llamarte de la misma manera. –reconoció ella con pesar.

–Me gustaría mucho escucharte decirlo, pero yo sé que no lo vas a hacer. Y sabes algo, no me interesa si no lo haces porque yo sé que en el fondo has comenzado a quererme tanto como yo te quiero a ti.

Jocelyn lo miro y se quedó meditando en lo que él acaba de decirle.

–No sé qué es lo que no te permite que lo aceptes, o qué falta para que te des cuenta de ello. Pero no importa, porqué tu mirada y la manera en que responde tu cuerpo a una caricia, me confirman que sientes algo por mí. Te tengo cerca de mí la mayor parte del día y cuando no, la mayoría del tiempo se dónde estás. Se que va a llegar el día en que lo aceptes y ese día te vas a dar cuenta de que las palabras son sólo el trasmisor de lo que el corazón siente.

Jocelyn se quedó pensando en todo lo que Max le había dicho. Él tenía razón la mayoría de las veces y esa vez no era la excepción, pero no estaba tan segura de que podría llegar amarlo como él a ella. Eso le dolía y le quitaba su tranquilidad. Sabía que lo quería, no en la misma forma que él pero lo quería lo suficiente para no seguir ilusionándolo; no lo merecía.

–Max, se lo que es amar con todo tu ser. Por lo mismo también sé que entre más quieres y más te entregas, más te duele la decepción. Tú eres muy importante para mí y no me perdonaría si te lastimo. –dijo ella con tristeza deseando poder terminar con él, pero no pudo hacerlo y sólo lo abrazo.

Por Casualidadحيث تعيش القصص. اكتشف الآن