Cuando el gran telón rojo por fin abrió sus cortinas, Konoe logró conocer el mundo real y sus hilos procedieron a entrelazarse con aquel héroe que había posado sus ojos en ella, Best Jeanist formaba parte del elenco.
Ambos hilos convergían creando l...
Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.
El correr del viento esparció las hojas de antaño que transformaban tiñendo de colores las emociones de cada estación que transcurría. Las gotas de lluvia que descendieron desde lo alto e ignoto del cielo, limpiaron los escenarios pintados con pinceladas creadas desde las paletas de colores de cada momento que llegó a suscitar.
En el constante soplido de la vida misma, los granos de arena descendieron sin cesar dentro del invisible reloj que se cernía sobre sus inconscientes. Los años transcurrieron, cambiando constantemente y las personas junto con ellas, también. Aquellas metamorfosis concebidas desde lo profundo de sus esencias, eran causas de simples palabras pronunciadas desde el interior, de acciones destinadas por su consciencia y de circunstancias que nunca estuvieron en el control de sus manos, pero aún así llegaron a acontecer.
—Ha pasado un tiempo. Me alegro mucho de verte, Ten-chan.
Su voz había cambiado. Continuaba siendo tan acaramelada como siempre, de una dulzura que teñía de rojo el alma de cualquiera. Sin embargo, la madurez se comenzaba a expresarse en la sutileza de sus palabras y con las emociones que se ceñían a su alrededor.
—No pensé que nos volveríamos a ver este día, pero aquí nos encontramos de nuevo.
Konoe sostuvo su mirada al frente, mientras juntaba sus palmas. Observó atentamente la lápida gris que incesables veces había mantenido su imagen dentro de su memoria y la cual tenía grabado el nombre de su amigo de la infancia.
«Shimura Tenko», decía la inscripción sobre el duro material. Sin embargo, Konoe sabía que la esencia de él no se encontraba en aquel mármol tallado. Él se encontraba a donde sea que estuviese ella, en cualquier momento y en cualquier circunstancia; siempre sería una parte inseparable de la titiritera.
—Hoy despediremos a Artem, ¿recuerdas que te había contado que regresaría a Rusia?— inició a hablar, tomando asiento en el húmedo césped de la mañana—. Su regreso ya no será como lo tenía previsto, ya no se irá el siguiente mes. Parte mañana.
La lápida frente a ella guardó silencio como de costumbre —aunque años atrás, Konoe se imaginó incontables veces que le podría responder si tenía una pizca más de fe—, mientras era un oyente atento de la vida de la jovencita.
